Belleza Tóxica

Publicado el 31 octubre 2020 por Airin

Esta es la historia de Raúl y de cómo uno puede suicidarse sin querer. Raúl tenía treinta tantos años y era muy popular, de hecho, su apodo era Raúl "El Guapo" porque, como bien adivinará mi querid@ lector@, era muy agraciado, es decir, cumplía a la perfección los cánones de la belleza actual.  Raúl siempre fue guapo (de hecho, cuando salió de la vagina de su madre lo primero que dijo la matrona fue ¡qué guapo!), popular, siempre tuvo novia, trabajo, un círculo social enorme y variopinto, padres de clase alta, perros labradores y ropa de marca. Raúl era un triunfador. De esos que ves por la calle y ya intuyes todo lo que hay detrás. Por ejemplo, podemos suponer que tenía muchos tatuajes, tableta de chocolate casi sin pisar el gimnasio, corte de pelo siempre recién hecho, simpatía natural y perfeccionada, estilo casual pero todo más caro que Versace, una furgoneta California camperizada con una tabla de surf, la carrera de ADE, un buen trabajo conseguido gracias a los contactos de su padre o una novia rubia guapísima llamada Sheila, la cual es dependienta del Zara mientras estudia Diseño de Moda o Decoración de Interiores a través de un curso privado (de muchos dineretes) a distancia.

La vida le sonreía a Raúl. Lo tenía todo. O eso se creía todo el mundo. Por que Raúl tenía un gran secreto que por dentro le atormentaba y le carcomía las entrañas desde su más tierna infancia.... y es que a nuestro guapo le olían muy mal los pies. No es que le olieran a queso, que también, es que le olían a puta mierda elevada a la máxima potencia. Raúl había ido a especialistas y probado mil métodos distintos para combatir su secreta inseguridad, pero ninguna de esas técnicas habían dado resultado. Con el paso del tiempo, Raúl empezó a hacerse con estrategias varias para evitar mostrar sus pies en todo su esplendor. Si iba a la playa, siempre con escarpines, nunca tomaba el sol y si dormía con su novia, siempre con unos calcetines especiales que había encontrado por internet y que eran de triple capa para ir a la nieve. Como excusa, siempre decía que tenía una extraña enfermedad llamada Friogénesis que se caracteriza por tener siempre los pies fríos y el dedo gordo de un color verdoso tirando a moco con flema. A sus novias y amigos el tema de la Friogénesis les parecía un poco excéntrico pero eso mismo le daba un toque de normalidad a Raúl que gustaba aún más entre sus allegados. De esta forma, los días meses y años pasaban sin pena ni gloria en la exitosa vida de Raúl, a pesar de que éste sufría en silencio este oloroso contratiempo. Nuestro protagonista deseaba solucionar con toda su alma su problema pero no veía salida por ningún lado. Cuando se encontraba solo, tenía que ponerse una pinza en la nariz y respirar por la boca continuamente si no quería empezar a vomitar todas las comidas de hace dos días. Pobre Raúl, con lo guapo que es y que le huelan los pies de esta manera. Vaya putada. Pero así es la vida. Nunca llueve al gusto de todos, ya lo dice el refrán.

Un día cualquiera de la semana pasada, Raúl quiso hacer frente a su inseguridad (más bien trauma, por que vaya mala fondinga) y se quitó los calcetines. Al principio con la pinza en la nariz para ir quitándosela poco a poco. Con gran sorpresa, comprobó que no vomitaba y que las arcadas no eran tan fuerte como las habituales. ¡Qué subidón! ¡Puedo respirar sin pinza y sin calcetines! Así se pasó veinte minutos, los más felices de su admirada vida, durante los cuales iba controlando las arcadas hasta que por fin, pudo relajarse y pasearse por su habitación mientras se miraba con ternura sus pies. En un ataque irracional de valentía, Raúl decidió que dormiría por primera vez en más de treinta años, sin calcetines. Esa sensación de sentir tus pies en las sábanas (a poder ser limpias) era algo indescriptible. 

Así que Raúl "El Guapo" se durmió y no se volvió a levantar de la cama nunca más, por que se murió intoxicado con el hedor que poco a poco, iban soltando sus fétidos pies.

Sólo mencionar que para sacar el cuerpo del difunto, el personal sanitario tuvo que ponerse el equipo de máxima protección contra virus altamente contaminantes y tóxicos.

Moraleja, si te huelen tanto los pies, pues te los cortas y zanjas el problema. Mejor eso que morirse.