Franklin decía que "la pereza viaja tan despacio que la pobreza no tarda en alcanzarla"
Y es cierto.
La pereza es, qué duda cabe, madre de todos los vicios.
Pero ojo: es una madre.
Compañera de la pereza resplandece la pausa. La lentitud.
La pausa es el reino del arte, de la contemplación desahogada, del olvido necesario, del mirarme en tus ojos, de la frase más dulce y el más callado silencio.
La pausa, en forma de pereza, la percibo en mis animales. En mi hijo en el breve instante en que lo observo antes de despertarlo para ir al amargo colegio. En la manera que tiene mi mujer de tocarse el pelo, distraída.
De la pausa respiran los pocos versos que nos quedan, acallados por tanto ruido.
Y ahora, un perro. Vean el vídeo.
Antonio Carrillo