En su libro Los cuervos del Vaticano, el periodista y escritor Eric Frattini avisaba de que la extraordinaria renuncia del Papa Benedicto XVI podía ser un hecho a tener en cuenta, sobre todo después de la traición de los círculos más estrechos y la gran lucha interna existente en el Colegio cardenalicio.
Según dicen los que saben de estas cosas, Benedicto ha sido un buen “monje”, pero no ha sido capaz de controlar los departamentos políticos del Vaticano, en manos de Tarcisio Bertone, una figura que, dice Frattini, no resulta muy querida entre sus colegas. Y es que la maquinaria vaticana está formada por individuos ávidos de poder por encima de todas las cosas divididos en dos grandes frentes: Bertone y Angelo Sodano.
Benedicto XVI va a a pasar a la historia por ser el Papa que ha querido limpiar de basura el Vaticano. Se ha enfrentado públicamente a escándalos hasta entonces encubiertos, como la pederastia, y ha tenido que ensuciarse con los asuntos del Banco Vaticano, al conseguir meterlo en la lista blanca de la Unión Europea. Juan G. Bedoya, responsable de los asuntos de religión en el periódico El País dice que:
La resistencia a cumplir sus órdenes ha debido doler de forma especial al anciano Ratzinger, porque llegó al cargo con la promesa de actuar con energía. En 2005, los cardenales tomaron pronto la decisión sobre el sustituto de Juan Pablo II. La Iglesia estaba sumida en una grave crisis de prestigio, y la solución exigía conocimiento del problema y mano firme. Ratzinger era el hombre. Había sido hasta entonces presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio de la Inquisición) y había presentado su candidatura en un vía crucis con rezos que parecían un programa de gobierno. En la novena estación, Ratzinger clamó: “¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar entregados al Redentor! ¡Cuánta soberbia!Kyrie, eleison. Señor, sálvanos”.
Ocho años más tarde, el clamor por la suciedad continúa. “Esa gran crisis afecta al sacerdocio, que apareció como un lugar de vergüenza. Cada sacerdote se vio de pronto bajo sospecha”, volvió a decir en 2010. Se une ahora el escándalo del espionaje (Vatileaks); los enfrentamientos entre cardenales con poder y la resistencia a hacer cumplir sus órdenes, incluso en torno a la depuración de los Legionarios de Cristo, cuyo fundador, Marcial Maciel, se movió durante décadas como pez en el agua por Roma.
(El País)
En una entrevista al diario ABC, Frattini también lo tiene claro:
Él no tiene ningún problema de salud, problemas de salud tenía Juan Pablo II. Es un señor con sus achaques pero no tiene problemas de salud. Pero Benedicto XVI no quiso ser Papa. Antes de entrar al Cónclave ya había ordenado a sus ayudantes que organizasen la casa para trasladarse a Baviera porque iba a dejar la maquinaria vaticana pero el Espíritu Santo le nombró Papa
Es un hombre que ha allanado el camino para el próximo porque ha sacado la basura a la calle. Se ha dedicado a limpiar. Ha sido un Papa revolucionario y limpiador. Se ha enfrentado a los casos de pederastia, no los ha escondido, y ha intentado limpiar el Banco Vaticano…por eso ha allanado el camino al siguiente…
Según Frattini, el preferiti es Angelo Scola, quien apoyó a Gerhard Ludwig Müller, amigo de las ideas de la teología de la liberación, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Lo cual podría apuntar hacia dónde van a ir los tiros durante el próximo pontificado, aunque añade el periodista que, a pesar de que Scola parezca la opción final que agrada a todos, éste cónclave va a ser digno de ser cubierto por corresponsales de guerra, debido a que las relaciones entre los diferentes grupúsculos de poder está al rojo.
Al parecer, este Papa no ha debido caer bien a nadie dentro del Vaticano, ni a los más conservadores, que lo veían débil frente a los asuntos del mundo, ni a los más comprometidos con el mundo, que, a pesar de sus intentos de limpieza, lo veían demasiado apegado a los conservadurismos.
El Papa ha querido que su renuncia fuese conocida por el mundo el 11 de febrero, día que, según el santoral católico, está dedicado “Nuestra Señora de Lourdes”. La Virgen de Lourdes es la protectora de los enfermos y es fácil ver en ello el deseo de un hombre mayor que, en su renuncia por problemas de salud, se encomienda a su más devota patrona –al parecer, tiene debilidad por rezar ante la réplica de Lourdes que hay en los jardines de la Santa Sede—.
Sin embargo, aquí se confunde significante con significado, continente con contenido, símbolo con Idea. No estamos ante un hombre, sino ante un Papa, símbolo “antropomorfo” de la Iglesia. Ni, como parece evidente, la renuncia se debe al estado de salud de un hombre, sino a la enfermedad que padece una institución “sagrada” que ha sido afectada por emociones demasiado humanas.
Y puesto que esto es así, podemos ir más allá y “fantasear” con la simbología del suceso, a ver qué haría un Papa “quemado” con tanta Roma pecadora. Porque la Virgen de Lourdes no es una virgen cualquiera…
No desde el momento en que se vincula a un suceso tan extraordinario como la renuncia de un papa.
Un poco de historia
Bernadette Soubirous, una pobre y analfabeta adolescente de catorce años, aseguró haber visto en 18 ocasiones a la Virgen María en una gruta del paraje de Massabielle, al occidente de Lourdes entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858.
En la tercera aparición, la niña habló con la Señora en gascón, dialecto occitano que se usa en la zona, la cual se dirigió a ella usando el “usted” (voi) de cortesía y pidiéndole: “¿Me haría usted el favor de venir aquí durante quince días?” (Boulet aoue era gracia de bié aci penden quinze dias?). Bernadette le prometió que lo haría. A su vez, la Señora le anunció que no le prometía hacerla feliz en este mundo, sino en el otro.
En sucesivas apariciones, el mensaje fue tomando cuerpo:
- Invitación a la Penitencia y a la oración por los pecadores (21 de febrero).
- Invitación a vivir una pobreza más evangélica.
- Solicitud de que se hicieran procesiones a la gruta y le fuera erigida allí una capilla (2 de marzo).
El 25 de febrero, según testificó Bernadette, la Virgen le dijo que fuera a tomar agua de la fuente y que comiera de las plantas que crecían libremente allí. Ella interpretó que debía ir a tomar agua del cercano río Gave y hacia allá se dirigió. Pero la Señora le enseñó con el dedo que escarbara en el suelo. Al excavar en el fango e intentar beber, Bernadette ensució su rostro, y sus gestos y apariencia fueron motivo de escepticismo por parte de muchas de las de las 350 personas presentes, ya que el manantial no se manifestó de inmediato. Sin embargo, poco después surgió una fuente de agua que, hasta el día de hoy, es meta de peregrinaciones por parte de muchos católicos y que ha sido testigo de numerosos milagros. El manantial que brotó aquel 25 de febrero de 1858 produce cien mil litros de agua por día, de forma continua desde aquella fecha hasta nuestros días.
Ante la reiterada petición de Bernardette de que revelara su nombre, el 25 de marzo de 1858 (en su decimosexta aparición) la Señora le dijo: “Que soy era Immaculada Councepciou” (“Yo soy laInmaculada Concepción”). El dogmacatólico de la Inmaculada Concepción de la Virgen María había sido solemnemente proclamado el 8 de diciembre de 1854, tres años antes. La expresión resultaba ajena al vocabulario de Bernadette y, en principio, fue motivo de desconcierto, tanto en el propio Padre Peyramale -párroco de Lourdes- como en otras autoridades eclesiásticas y civiles. Sin embargo, Bernadette Soubirous mantuvo una consistente actitud de calma durante todos los incisivos interrogatorios que se le hicieron, sin cambiar su historia ni su actitud, ni pretender tener un conocimiento más allá de lo dicho respecto de las visiones descritas.
[...]
El último interrogatorio ante la comisión eclesiástica, presidida por el obispo de Tarbes, Laurence, fue el 1 de diciembre de 1860. El anciano obispo terminó emocionado, al repetir Bernardita el gesto y las palabras que la Virgen hiciera el 25 de marzo de 1858: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
Lo bueno de esta historia es que la Virgen de Lourdes se presentó, expresamente, como la Inmaculada Concepción, es decir, pura de nacimiento, sin pecado original como el resto de los mortales.
Y aunque el dogma de la Inmaculada Concepción se tiene que perder en divagaciones que despistan un tanto al profano en el tema y le hacen fijarse en Cristo y en el Padre y esas cosas, pues para eso están en Roma, el concepto implica que la de Lourdes se atribuyó a sí misma una cualidad intrínseca por la que trasciende todo carácter humano y se inscribe dentro de la familia de los dioses. O, más exactamente, de las diosas.
Letanía de María
La historia creada en Lourdes sirvió para consolidar el dogma firmado por Pio IX, pues María afirmaba que su naturaleza es divina por sí misma, algo que ya habían asumido los cristianos esotéricos. Y no tan esotéricos. Las letanías lauretanas son unas invocaciones que se remontan al principio de la cristiandad y que han pervivido en el mundo católico dentro de la recitación del Santo Rosario. Un vistazo a algunos de los cincuenta nombres con que se apela a la Virgen permite entroncarla rápidamente con la tradición de las diosas paganas.
Por concretar, usaremos los elegidos en la homilia celebrada por el Papa en Lourdes en 2008:
Porque eres la sonrisa de Dios, el reflejo de la luz de Cristo, la morada del Espíritu Santo, porque escogiste a Bernadette en su miseria, porque eres la estrella de la mañana, la puerta del cielo y la primera criatura resucitada, Nuestra Señora de Lourdes, junto con nuestros hermanos y hermanas cuyo cuerpo y corazón están doloridos, te decimos: ruega por nosotros.
María es “Puerta del Cielo”, ianua caeli. Sólo que con los años se han perdido muchos matices. Siguiendo a Catalina Marques en Letanía hermética de María, ianua se refiere a una entrada principal, la más importante de un edificio y, tal y como ya afirmaba en su tiempo Isidoro de Sevilla, se vincula a Jano, dios del conocimiento. Por eso, enero, mes que los romanos dedicaban a Jano, es aquel con que se “abre” el año. La asociación entre puertas y conocimiento es tradición, puesto que todo conocimiento permanece escondido hasta que se accede a él.
Algo que se deja ver por otro de los apelativos del rosario: trono de sabiduría. Puesto que, exotéricamente, María es un personaje pasivo, se entiende que Sabiduría alude al Niño Jesús que se sienta en el regazo de la Madre, el trono. Herméticamente, María es la portadora del conocimiento, la gnóstica Sofía que proporciona el conocimiento necesario para que lo divino llegue a la materia bajo la figura de Cristo.
En la iconografía medieval, María es representada como una puerta cerrada, guardiana de secretos cuyo acceso exige ser ganado. En el prólogo al libro Marques, encontramos la siguiente cita del alquimista Eugène Canseliet: “Admirablemente escondida y disfrazada por la Naturaleza, constituye realmente una puerta cerrada sobre su santuario, puerta que el ignorante, el impostor, el ávido y el presuntuoso nunca podrán abrir”.
Se refieren los herméticos a un territorio simbólico que nos remonta a la diosa escondida en la naturaleza y que sólo permite ser vista por los iniciados. La sabiduría siempre se ha asociado con lugares ocultos, territorios desconocidos a la conciencia mientras no son desvelados. Esto es, mientras no alcanzan a ser observados.
“Reflejo de la luz de Cristo”, no puede ser de otra forma en el mundo católico. Pero la letanía también tiene una alusión a ese reflejo, pues nos habla del “espejo de la justicia”: iustitiae speculum.
Para el conocimiento oculto, el espejo, en cuanto que receptor, es el símbolo hermético para el principio universal femenino. Pero, además, su forma tiene la cualidad de devolver modificada o rectificada la imagen.
En el caso de atribuirse a la Virgen, ésta refleja en la materia la chispa divina de manera acrecentada, igual que la Luna proyecta la luz del Sol en la noche terrestre, tal y como “refleja” la identificación de la Diosa con nuestro satélite natural. Isis se asociaba con cuernos de vaca en forma de luna creciente, la misma luna sobre la que se manifiesta la Inmaculada Concepción.
Pero demos un paso más. El “espejo” es un “instrumento para mirar”. En el apelativo de la letanía, la Virgen es el instrumento para ver la justicia: las diosas relacionadas con la Justicia eran asistentas de la Reina del Inframundo, en las profundidades de lo Eterno.
Un dato más para concluir: aquí encontramos que una palabra, al generarse desde la misma raíz indoeuropea, une en sí misma el acto de observar con el concepto de lo oculto: speculum, espejo, y specus, cueva.
En la Morada de la Noche
Llegados a este punto, damos un salto sin red a los abismos en cuyos fondos creció el ser humano, puesto que las cuevas eran los lugares donde los sabios de la tribu se refugiaban para acceder a los estados de conciencia desde los que experimentar a sus dioses o fuerzas de la naturaleza a través de sus demonios internos. Una tradición de la iniciación a través de lo subterráneo que ha permanecido en el tiempo, civilización tras civilización, incluyendo las criptas de los templos cristianos.
En las grutas, los territorios del más allá se reflejaban en el mundo de los mortales. Ahora bien, ¿cómo eran aquellos territorios? Sorprendentemente para la mentalidad escindida de hoy, María, la “Puerta del Cielo”, nos ha abierto paso a los infiernos.
El único poema conocido de Parménides nos describe todo lo dicho. El filósofo de Elea cuenta cómo fue llevado por unas jóvenes inmortales a las Moradas de la Noche, donde el cielo y la tierra se unen en las mismas raíces, donde la Noche y el Día se turnan para dirigirse al mundo. El guardián de la Puerta, la Justicia, le permite el paso y allí, una vez traspasado el umbral, la Diosa le da una cálida y amable bienvenida a su reino, donde le hará saber todo lo necesario, “tanto del inalterado corazón de la persuasiva Verdad como de las opiniones de los mortales, en las que no hay nada en que confiar”.
Se entenderá ahora por qué María es la stella matutina, la estrella de la mañana, un título que han llevado consigo todas las diosas ligadas al amor, desde Innana en Sumeria o Ishtar en Babilonia hasta Afrodita en Grecia y Venus en Roma. Cuanto más alejadas en el tiempo, éstas figuras mejor conservaban la esencia de la Gran Diosa primera, pues los sincretismos y las sucesivas fragmentaciones en múltiples personajes se cobran poco a poco el significado original. La diosa del amor es la encargada de descender a los infiernos en la tradición sumeria y babilónica.
En su descenso, la diosa ha de desprenderse sucesivamente de sus pertenencias, según atraviesa las diferentes puertas del Aralu, el infierno babilónico, desde su corona de autoridad –lo primero que se le exige abandonar— hasta encontrarse completamente desnuda ante la Reina y Señora de los abismos. Para colmo, deberá someterse como esclava hasta que sea rescatada.
La estrella matutina, en tanto que estrella, pertenece a la noche pero, en tanto que “matutina”, ha logrado escapar al mundo de la luz.
La Sanadora…
Psicología profunda, cuentos de hadas, mitos en torno a los enredos de dioses y diosas. El misterio es siempre el mismo. El inconsciente es independiente en su comportamiento, es una dimensión –interior, exterior, qué diferencia hay— desde la que recibimos la orientación necesaria para desenvolvernos en la vida, desde los más simples actos de supervivencia animal hasta las más elevadas inspiraciones de un genio, pero no permite el acceso a la razón.
Por tanto, si se quiere expresar desde el mundo consciente, hay que traducirlo en palabras e historias. Como cada época quiera hacerlo es una cuestión de detalles circunstanciales.
Todas las épocas se han dirigido a Ella para experimentar el aspecto espiritual, para obtener la regeneración que, en cuanto que fenómeno de la naturaleza, tiene lugar en la oscuridad, como la semilla germina bajo tierra o el óvulo fecundado se desarrolla en el interior del útero.
A la Diosa se accedía a través de una gruta. Ella residía oculta en las profundidades del subsuelo, donde se contempla la verdad de la existencia, como deja claro Parménides.
La Virgen de Lourdes representa quizás el disfraz menos logrado, por cuanto que ejerce una función activa y no logra ocultar ciertas señales evidentes de su verdadera identidad, del principio eterno dentro de una institución cristiana que quiso, o necesitó, borrar toda huella participativa del mismo.
En Lourdes, la sanadora resurge de la cueva con plena personalidad e independencia; no es sólo la Madre discreta y silenciosa que se oculta ante el protagonismo del Hijo hasta su final en el Gólgota, ni tampoco el mero complemento amoroso y de pasiva esperanza al que se suelen referir los discursos del 15 de agosto o del 8 de diciembre en las homilías católicas contemporáneas. Decía Benedicto XVI en la homilía que celebró en Lourdes en 2008:
Por eso puede ser la Madre de todo consuelo y de toda ayuda, una Madre a la que todos, en cualquier necesidad, pueden osar dirigirse en su debilidad y en su pecado, porque ella lo comprende todo y es para todos la fuerza abierta de la bondad creativa.
En ella Dios graba su propia imagen, la imagen de Aquel que sigue la oveja perdida hasta las montañas y hasta los espinos y abrojos de los pecados de este mundo, dejándose herir por la corona de espinas de estos pecados, para tomar la oveja sobre sus hombros y llevarla a casa.
(Vida cristiana)
En la homilia de 2008, Benedicto XVI se refería también a la función de Cristo como médico, mención inevitable en el contexto del santuario que nos permite remontarnos al carácter sanador de la Diosa. Con esta sencilla metáfora, el Papa situó a Cristo en relación a María como Toth lo fue en relación a Isis, Esmun a Ishtar, Esculapio a Atenea, Odin a Freya, Diancecht a Brigit, Bran a Danu… relaciones médico-diosa sanadora y portadora de la regeneración que enumera y detalla Robert Graves en La diosa blanca.
La diosa de la sanación es la Gran Diosa, Hécate, pero no la hechicera que hoy nos presentan las actuales historias del ocultismo, sino “Hékate” la Madre Primera, o Materia Prima, cuyo rastro se pierde en los tiempos más allá de Asia Menor antes de tener que someterse al patriarcado de las civilizaciones que avanzaban en ese asunto de la cultura, siendo incluida en el territorio sobrenatural de los griegos a regañadientes y como personaje menor, pues sus funciones ya estaban repartidas entre las diosas vírgenes Atenea, Artemisa y Hestia; y que luego fue olvidada como asistenta de Perséfone.
…y el renunciante.
La experiencia de cruzar el umbral de la Diosa es un viaje al interior de la consciencia, cuyos oscuros y profundos abismos detienen a la razón y no le permiten el paso. Las palabras y las ideas ordenadas no saben, por tanto, describir aquellos mundos. Sólo los símbolos y las visualizaciones sirven a la experiencia.
Aquella mañana del 11 de febrero de 1858, la niña Bernardette no conoció de palabra la identidad de aquella que se le apareció en la gruta hasta días más tarde del primer encuentro. La figura permaneció callada. En palabras de Benedicto XVI: “Antes de presentarse como “la Inmaculada Concepción”, María le dio a conocer primero su sonrisa, como si fuera la puerta de entrada más adecuada para la revelación de su misterio”.
La más adecuada, pues la palabra y la razón no podrían revelar misterio alguno. Antes de cualquier manipulación de la consciencia, antes de que las circunstancias de la niña y de su tiempo y lugar filtraran el suceso, le pusieran voz, rostro y lo cristianizaran como “milagro”, había tenido lugar una repetición de los antiguos misterios de la Diosa. Qué más da si fue físico o psíquico: los elementos del arquetipo estaban allí para ser recogidos aunque sólo fuese por un breve encuentro primero.
Los símbolos de lo Eterno se han desplomado sobre Roma y, si finalmente reclaman lo suyo, en la ciudad de las siete colinas no quedará títere con cabeza.
Se avecina tormenta…