Trabajando como trabajo en televisión podéis imaginar cómo he padecido en primera persona la visita de “Equis Uve Palito”. Papa pa’ desayunar, Papa pa’ comer, Papa pa’ merendar, Papa hasta en la sopa…
Todo esto lo asocio al fenómeno fan tipo Tokyo Hotel, Jonas Brothers o el omnipresente Justin Bieber. Pequeños músicos manufacturados por Disney que inundan revistas de adolescentes y programas de la MTV.
Pues bien, resulta que la afición del Real Madrid, de forma preocupantemente mayoritaria, están sufriendo este mismo efecto, es víctima del fenómeno fan y su Justin Bieber es Mourinho.
Parece ser que todo lo que haga este hombre está permitido, parece ser que es el mesías que todo lo va a solucionar, parece ser que lo que diga va a misa y no debería ser así. Todos sus gestos son alabados, sus desplantes aplaudidos tanto por pseudomadridistas como por madridistas de pleno derecho.
No dudo, como he publicado anteriormente aquí, de su categoría como entrenador. Hablando de él únicamente como míster me parece sublime, una persona capaz de sacar petróleo de cada jugador y de cada grupo, de optimizar los recursos de los que dispone y de hacer que sus equipos jueguen bien al fútbol como está demostrando el Real Madrid en este comienzo de temporada.
Lo que me molesta son pancartas del tipo: “Mourinho, tu dedo nos señala el camino”, “Mou es nuestro rey” o “Mou, te queremos”. ¿Pero esto qué es? Un entrenador debe entrenar, debe ganar (hasta ahora sólo una Copa del Rey) y por eso se le debe alabar, no por meter un dedo en el ojo de nadie, aunque sea culé. Pues parece que a los aficionados merengues les congratula este comportamiento, creen que todo lo que haga su míster debe ser aplaudido sin cuestionar la moralidad del acto, sin ser conscientes del daño que le hace al club que representa.
Como aficionado madridista todo este forofismo sin sentido se escapa a mi comprensión y me indigna. Y lo mejor es que si lo comento en redes sociales me caen tantos palos que en 10 minutos tendría madera para construir una cabaña cual amish de sombrero e indomable barba rural.
Yo prometo no ponerme esa horrenda bufanda que un periódico regaló con el lema “PODEMOUS”, prometo seguir criticándole cuando sea menester y alabándole cuando lo merezca.