Viajar a esta ciudad, es como recorrer mil ciudades distintas. Su intensa historia ha marcado mucho el futuro de los alemanes, y porque no decirlo, de toda Europa.
Tras llegar en uno de esos vuelos low-cost que tan de moda están, uno se encuentra una ciudad que galopa entre su horrible pasado y su tecnológico presente. Podíamos decir que aún existen 2 alemanias, la rica y avanzada y la pobre e ignorante. Por suerte estos últimos son los que menos abundan, y apenas quedan un resquicio en ciertas zonas de la ciudad.
Mi hotel se encontraba en la antigua zona soviética, en constante renovación ya que como sabéis, Berlín se dividió en 2. La zona aliada, controlada por americanos y británicos y la zona Soviética controlada por rusos.
El Park-Inn Berlín alexanderplatz era el único hotel de la zona soviética, donde los comunistas pudientes o altos cargos se alojaban en Berlín. Las habitaciones son pequeñísimas pero para nuestra gran suerte, el hotel había sido restaurado, dándole un toque más moderno.
Toda esta parte de la ciudad se estaba renovanda y aunque parezca una paradoja, se está convirtiendo en la zona de moda de la ciudad, con grandes firmas y enormes edificios de viviendas carísimos.
Paseamos hasta el famoso monumento a Karl Max, padre del comunismo, junto a la enorme torre de observación, ahora sede de algunas tv y radios locales. En lo alto de la torre ahí una cafetería donde se puede ver todo Berlín, aunque tened en cuenta la meteorología, si esta nublado apenas veréis un palmo.
Cerca del monumento a Max se puede encontrar un resquicio de la Alemania clásica y medieval.
El barrio es una pequeña perla en esa enorme urbe, con apenas unas cuantas calles. Conserva el suelo adoquinado, los letreros típicos alemanes de oficios y las casas blancas con los tejados de color negro. Una delicia.
Es allí donde en un agradable asador, almorzamos temprano como los lugareños y decidimos seguir.
Pasado el río encontramos la antigua zona gubernamental y la actual zona museística. Aquí todo es grandioso.
Es una pequeña isla que lo rodea el rio asdasd, donde se encuentran el Altes Musem, La catedral de Berlín, y el espectacular e increíble Museo del Pérgamo.
En el Altes Museum encontré mucha obra antigua y restos arqueológicos. La pieza más importante es el busto de Nefertiti, con más de 2000 años de antigüedad y que se conserva en perfectas condiciones.
Pero sin lugar a dudas el museo más importante y que te dejara con la boca abierta es el museo del Pergamo. El edificio de arquitectura Nazi es feo y frío, pero a la vez grandioso en dimensiones. Uno no se llega a imaginar lo que ahí en su interior...
Nada menos que el altar mayor del templo de Pergamo, erigido a Zeus, del siglo II a.c. traído desde Turquía. Pero las sorpresas no acaban ahí, los alemanes no contentos con este 'pequeño' espolio decidieron agrandar el museo con algunas obras más como la puerta del mercado de Mileto, del año 120 d.c.
No contestos con eso en su expansión por el mundo, decidieron traerse la puerta de Ishtar, y su vía de las procesiones de la Babilonia de los siglos VI.
Aunque con horror contemplaba el museo, también me fascinaba saber que aquí estarían a salvo del tiempo y el pillaje. Aunque soy más partidario de ver las cosas en su sitio y su contexto. Es como si cogiéramos la torre Eiffel, la desmenuzáramos y la metiéramos en el museo del Prado. ¿No sería lo mismo verdad? Pues con este museo pasa igual. Aun así recomiendo fervientemente su visita que a nadie deja indiferente. Es curioso, ya que al salir del museo paseamos por la orilla del rio y al cruzar el puente, me fijé en que aún se ve la metralla y los desperfectos de la 2º Guerra Mundial. Más tarde me explicaron que esta dejado así adrede, para recordar cuanto sufrió la ciudad al llegar los aliados a la ciudad.
Tras tanto museo, me dirigí a la ópera de Berlín donde está la famosa plaza Bebelplatz. Esta plaza es famosa porque en la época nazi, Hitler daba sus discursos allí y donde en 1933 el partido mandó quemar miles de libros en unas piras enormes. Uno se estremece al ver el suelo de la plaza donde a modo de recordatorio, en el subsuelo construyeron una cámara llena de estanterías vacías, por los miles de libros quemadosFrente a la plaza podemos observar la Universidad Humboldt y la Catedral de Santa Eduvigis.
Cerca de allí encontré la pintoresca plaza de Gendarmenmarkt, esta plaza siempre está ambientada, llena de pintores y algún que otro puesto. Con su imponente Casa de la música y la iglesia francesa (fundada por los Hugonotes) hacen de esta plaza un remanso de paz en esa enorme urbe.
Para terminar el día, nos dirigimos al memorial por las víctimas del holocausto judío. En 20.000 m se levantaron 2711 losas de distintas alturas y medidas, sin ningún tipo de inscripción o símbolo. Cuando uno se mete dentro de ese mar gris, siente escalofríos y una sensación de agobio enorme. La idea del proyecto era que el visitante sintiera la angustia y la desorientación que sintieron los prisioneros de los campos de concentración Nazi. Debajo del memorial, en un subterráneo, se puede ver los miles de asesinados y desaparecidos que han sido registrados durante el holocausto.