Y recuerdo el relato de mi hijo de la pasada primavera cuando acudió allí a una calçotada, que esa sí es una especialidad culinaria que él no domina, a diferencia de lo que sí controla (y más que bien) de nuestra gastronomía.
Total, que me conformé con el sucedáneo de la literatura, que tan a menudo nos proporciona los viajes más imprevisibles y estimulantes. Y fui picoteando en un conjunto de relatos firmados por escritores de la antigua DDR (República Democrática Alemana), algunos de los cuales me venían como un guante para hablar a los estudiantes, siguiendo el programa del curso, del Realismo Social(ista).
Por ejemplo la selección de las autobiografías de Stefan Heym y Erich Loest, que tan magníficamente reflejan el escenario en que artistas y escritores desarrollaban su creación. Nada nuevo bajo el sol, después de conocer lo sucedido en la URSS. Aun así, no nos deja indiferentes asomarnos a ese clima de inseguridad, vigilancia, amenazas, consignas, sospechas, acusaciones, censura... y la vuelta de palabras que creíamos olvidadas: desviacionista, negligente, contrarrevolucionario. Y como no hay tragedia sin sátira -según escribe Haym-, mencionar también la carcajada que inevitablemente estalla cuando estos autores nos relatan su experiencia en lo que podríamos llamar seminarios o escuelas de escritura amoldada a la nueva orientación estética.
Un descubrimiento fueron los diarios de Brigitte Reimann, un par de extractos de los años 1957 y 1960. Abundan entradas de carácter íntimo y personal, los relatos de sueños, las referencias a los distintos libros (y el juicio sobre los mismos), las escapadas a Berlín... pero si tuviera que elegir una sola entrada sin duda me decantaría por el relato del día en que a su casa acudieron agentes de la Stasi para captar la como informante.¿Recordáis la película “La vida de los otros”?