En aquél tiempo fue una gran superproducción, con gran número de extras y un elenco interpretativo extenso (casi exclusivamente masculino, por cierto). Vista ahora queda como lo que fue, pero gran parte de sus virtudes quedan disminuidas, resultando a ojos del espectador del Siglo XXI como un loable intento por hacer algo trascendente, pero que más allá de la buena puesta en escena y de la estimable interpretación del gran Rafael Rivelles como Judas Iscariote, el conjunto queda como de diversos sketches, hechos y sucesos que hemos visto y leído innumerables ocasiones, y con un ritmo irregular, con algunos momentos interesantes junto a otros muchos bastante tópicos (que no vulgares).
No aburre, se sigue bien, pero, repito, vista ahora, en febrero de 2018, este trabajo resulta totalmente respetable pero no demasiado agradecido en líneas generales. Pero está bien como ejemplo del cine religioso que se hacía en la España, sobre todo de la década de los cincuenta, cuando se encontró un verdadero filón en este simpático género de la Biblia, los Testamentos, Sagradas Escrituras y vidas de Santo/as.