También visité la tumba de Lázaro (ver foto más abajo), y recordé aquella escena en que el Señor derrama lágrimas por su amigo fallecido y consuela a Marta y María, que están profundamente consternadas. Sólo en Jesús encuentran alivio para su pena.
Estuve en esa casa precisamente un 29 de julio, el de 2009. En honor a Santa Marta, los franciscanos que guardan ese lugar obsequiaron ese día a los peregrinos con un generoso desayuno. También nos dieron una estampa con una oración a Santa Marta, que me hizo pensar en mi madre y en quienes llevan las tareas domésticas en todo el mundo:
“Oh, Santa Marta dichosa, que tantas veces tuviste el honor y la alegría de hospedar a Jesús en el seno de tu familia, de prestarle personalmente tus servicios domésticos; tú, que juntamente con tus hermanos Lázaro y María, gozaste de su divina conversación, ruega por mí y por mi familia, para que en ella se conserve siempre la paz y el mutuo amor; que todos mis hijos vivan en la observancia de la Ley de Dios, y que sólo Dios reine en nuestro hogar. Libra a mi familia de toda desgracia espiritual o temporal, y concédeme la dicha de verlos unidos, en el cariño y en la sonrisa, bajo la mirada paternal de Dios; para volver a verles reunidos en el Cielo, y no separarnos nunca jamás”.
Viene entonces la famosa queja de Marta, y el dulce reproche de Jesús: “Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Una sola cosa es necesaria…”. Momento sublime, con una sabia puesta en escena y una recreación fantástica. Aquí el cine ha sabido captar la magia de un pasaje evangélico y convertirla en una imagen cargada de emoción. Por favor, me gustaría que vierais ese breve momento (1’37”) y me dejarais un comentario personal. Así sabré si también a vosotros esta escena os dice tantas cosas de sabor familiar...