Al César lo que es del César, y nuestro no es el título que encabeza este post, ya que fue acuñado por el periodista filobético Antonio Burgos, en ABC de Sevilla. Reconocemos su mérito para ilustrar de forma sinóptica la política de vasos comunicantes entre el equipo de la Palmera y el partido socialista, y la tomamos prestada.
Para entender el actual estado de las cosas y su porqué, es preciso remontarse a finales de los sesenta y comienzos de la década de los setenta del siglo pasado, cuando la gobernabilidad del Real Betis Balompié en términos amplios, es decir, la determinación de quiénes integraban su junta directiva, quién debía presidirlo e incluso la política y estrategia del club, venía determinada por un órgano singular, una denominada “Junta Consultiva”, sanedrín o comité de la “vieja guardia” que lo controlaba absolutamente todo, encargándose de mantener el sello o marchamo de la entidad desde que ésta se fundase.
Como podemos ver, “el presidente es don José Cuesta Monereo, la vicepresidencia la ocupará el general Luengo, y los restantes cargos serán para los presidentes que fueron del club”.
Tanto Cuesta Monereo como Luengo Muñoz eran espadones de la Dictadura franquista con destacado papel en la conjura y represión fascista contra la República, y el primero de ellos, además, fundador del proto-Betis, esto es, del Sevilla Balompié. El novísimo presidente Núñez Naranjo había sucedido en el cargo a otros personajes tremendamente afectos a la Dictadura como Villamarín, Gaviño o Doménech, coincidiendo con otro grandísimo fascista pro-Betis como Gobernador civil en Sevilla, concretamente José Utrera Molina, y todos ellos bajo la mirada marcial del General Sáenz de Buruaga, alma mater del club. Sobre todos estos personajes pueden saber más pinchando en los siguientes enlaces:
Hazañas béticas
La peña del pollo
Villamarín y Luengo
Villamarín y Buruaga
La Junta Consultiva del antiguo ayudante de Queipo de Llano, Pepe Cuesta, y de su fiel Luengo Muñoz, fue la heredera natural de la famosa Tertulia Cultural Bética, calificada por el propio presidente bético Antonio Moreno Sevillano (maestro de Felipe González) como “la auténtica Secretaría del club”. Recordemos que la Tertulia Bética estaba presidida honoríficamente por Queipo y oficialmente por Francisco Bohórquez Vecina, de cuyos crímenes mejor se ilustran nuestros lectores con libros de historia. A la Tertulia Bética le hemos dedicado algunas entradas en este blog, que pueden refrescar haciendo click en los siguientes enlaces:
La Tertulia Bética, un nido de …
Más polluelos de la Tertulia Bética
El sello o marchamo del club al que nos referíamos anteriormente es el que Discóbolo, alias periodístico de Gil Gómez Bajuelo, bético de la primera hora y presidente de la entidad desde 1921 a 1924, dejó escrito para la posteridad con ocasión de los fastos del cincuentenario verdiblanco, celebrados en 1958.
“Lo que sí caracterizó en cierto modo al Betis de primera hora fue el predominio entre sus socios del elemento militar …”
“De estos primitivos elementos, son hoy generales del Ejército español, D. José Cuesta Monereo …”
“Este matiz militar lo tuvo muchos años el gran club sevillano …”
“En los últimos años, un valedor decisivo en su resurgimiento lo ha tenido y lo tiene el Betis en el actual teniente general don Eduardo Sáez de Buruaga …”
“Así pues, si algún matiz tuvo el Real Betis, fue éste militar …”
Entre las principales concesiones ilegítimas obtenidas por el Real Betis Balompié del franquismo, amén de subvenciones y ayudas económicas varias, cabe destacar dos con un mismo damnificado, el Sevilla F.C. Concretamente, el “caso” Antúnez y también el regalo de Heliópolis, sobre los cuales, con bastante detalle, pueden encontrar más información en los siguientes enlaces:
El “Caso” Antúnez o también, en este Hilo de Twitter.
Heliópolis “regalado” al Betis o si lo preferís, en este Hilo de Twitter.
Con este panorama, comprenderán que no deja de ser hilarante el discurso de quienes hablan de un Betis como club históricamente de los desfavorecidos, del pueblo y de los obreros, republicano, de izquierdas y oprimido por el régimen de Franco.
Sin embargo, y habilidades propagandísticas al margen, cuando se va barruntando el cambio de régimen, por la propia cercanía del fallecimiento del dictador gallego, la cosa comienza a dar un giro sorprendentemente rocambolesco. Aquí comienza la leyenda urbana, una más, del Betis del proletariado.
La transición democrática en España, aunque comparada con otros casos pueda no parecérnoslo, tuvo mucho de revolución, mejor aún, de subversión, más social que política. Era una oportunidad de alcanzar la modernidad, de equipararnos a Europa, de dejar de vivir en esa España-gueto más rural que urbana, castrada en lo espiritual y lo cultural. Resultaba imperioso provocar cambios radicales, visibles, fácilmente constatables, que multiplicasen exponencialmente el discurso del fin de una era y de la llegada de un vendaval de aire fresco. Quienes monopolizasen ese discurso, tendrían mucho ganado de cara a las elecciones democráticas.
El fútbol, en aquella España catetizada por Franco, siempre tuvo una gran influencia en las masas, ideal para transmitir mensajes preconcebidos y manipular a la gente. Así sigue pasando en la meseta y en gran parte de la Andalucía más centrífuga, subyugada al embrujo de lo que le presentan en aluvión los medios. Y el socialismo andaluz, en busca de vehículos con los que penetrar fácilmente sus ideas en mentalidades simples, cuando no abiertamente analfabetas, tuvo la “brillante idea” de valerse de la confrontación entre un Sevilla FC en horas bajas (aunque dominador insultante siempre, gigante, con un gran estadio y patrimonio propio) con el Real Betis Balompié (equipo desgraciado, perdedor, despilfarrador y subvencionado), repartiendo entre ambas entidades roles de malos y buenos, izquierda y derecha, dictadura y democracia, rebeldes y poderosos, etc. Un discurso que hoy suena como lo que fue, profundamente infantil, a poco que se mire con un mínimo de pensamiento crítico, por su alta carga de demagogia y mentira, pero que sin duda ha calado y todavía hay ilusos en nuestros tiempos que lo “compran” a pies juntillas como buenos corderitos estafados.
Felipe González, Alfonso Guerra, Yáñez, Chaves y otros muchos gerifaltes del socialismo, absolutamente alejados, no ya de la idea de Betis, sino del propio fútbol, tal como ellos mismos han confesado mil veces, empiezan a servirse de las filias y fobias futboleras así inventadas con el único fin de hacer política, manipular a las masas, crearse un “book” de identidad con el que presentarse ante sus adeptos, aprovechándose o prevaliéndose, con lo grave que es eso, de su llaneza, pero señalando bien claro con símiles quienes son los enemigos porque sin oposición es difícil escalar: el contrario es necesario para crecer. Como nos contaba de primera mano un protagonista directo, si querías hacer carrera en el PSOE tenías que presentar un perfil de origen humilde (por oposición a los ricos), cultureta (por oposición al inmovilismo cultural), agnóstico (por oposición al catolicismo), hecho a sí mismo (por oposición a los enchufados) y del Betis (como símil de afinidad con el desfavorecido frente el rico y poderoso Sevilla). Sin un currículo así, había que olvidarse de hacer carrera en el partido. Ésa era la hoja de ruta obligada.
Sírvanos como ejemplo, el “beticismo” del histórico socialista José Manuel Amores, pasante en el despacho de Felipe González, de los de Suresnes, que en una entrevista en Diario de Sevilla el 2 de junio de 2012, explicaba así las cosas:
Sobre todo este tinglado, el periodista Alejandro Delmás, en un artículo de la web Muchodeporte, publicaba una carta manuscrita del veterano dirigente bético Alfonso Jaramillo, destacado falangista concejal del Ayuntamiento hispalense en tiempos del franquismo, en la que con notable indignación, denunciaba:
“El señor presidente han convertido a nuestra Sociedad en una sede del P.S.O.E. desplazándose la Junta a la ‘Moncloa’, para rendir tributo al señor González Márquez, que dicen que es bético pero nunca fue socio del Club al que tanto quiere, supongo que los gastos originados por esta visita lo habrán pagado cada uno por su cuenta, porque yo no voy a permitir que lo pague el Betis. Están actuando igual que el partido al que creo pertenecen todos, P.S.O.E., eliminan a los que no están con ellos y los puestos los ocupan los leales a ellos y no al Betis.”
Y así es como el socialismo bético nació más por la facilidad y visibilidad de oponerlo al Sevilla FC y presentar la batalla del débil (la izquierda política que ellos representan) frente al poderoso de toda la vida (siempre la derecha) que por ninguna otra razón. La sodomización deportiva sevillista en todo el entorno andaluz proporcionaba un ogro propicio en la Sevilla rural, y en la Andalucía más incapaz y envidiosa, Huelva, Málaga, Granada, Córdoba, etc. para descargar sobre él la ira necesaria a los cambios del momento. Un símil o imagen con indudable fuerza trasgresora. El panfleto “La Sevilla del balón”, bodrio de la socialista Mercedes de Pablo, se erige como biblia pro-bética tendenciosa y ruin, repleta de mentiras e invenciones, para crear la oportuna doctrina académica al respecto.
Otra gran mentira sirvió como efecto multiplicador de esta estrategia. El andalucismo de nuevo cuño socialista que quiso hacer de los colores verdiblancos simbología bético-andaluza, como si una cosa y otra tuvieran algo que ver. Muchos se sumaron al carro de esta patraña, pasando por encima de la realidad de las cosas porque, ¿qué importa la verdad, cuando una buena mentira es mejor? Y así, se montó el esperpento de que los colores del Betis son los de Andalucía y que poco menos que el club los adoptó en una especie de homenaje subversivo al andalucismo primitivo, desconociendo por completo quiénes fueron los fundadores del proto-Betis y quiénes los directivos que propiciaron su posterior fusión en 1915, su carácter militar y monárquico (rey jefe de los ejércitos) y lo que manifestaron los propios socios que aprobaron en asamblea el uso del verde y el blanco, como el célebre guardameta Fernández de Zúñiga, “Agonías”:
“Los colores blanco y verde no responden a ninguna bandera ni simbolismo … Todo lo que se diga en contrario son fantasías.”
El paso del tiempo nos muestra cómo el Real Betis Balompié, como entidad, no tiene el más mínimo escrúpulo en sumarse a esta movida para trincar, confirmando que su política de club, a lo largo de los tiempos, el verdadero Estilo Betis, más que en el eterno victimismo llorón que siempre lo ha caracterizado, puede resumirse propiamente en un eslogan: “Monárquico con Alfonso XIII; republicano con la República; franquista con la Dictadura; y socialista en la Andalucía del PSOE”. O lo que es lo mismo, bailando siempre con el poder vigente, arrimándose al fuego del dólar, cambiándome de chaqueta ideológica con tal de rascar, mendigando el apoyo político, la subvención, la discriminación positiva y el dopaje institucional. A los cuarenta años de dictadura franquista en Andalucía han sucedido otros cuarenta años de dictadura socialista, y su misma política opiácea para el pueblo: folklore rancio y casposo, copla, tradiciones deformadas por sus clichés, toros y fútbol. No deja de ser cómico y una especie de venganza del destino que los socialistas acaben siendo de un club profundamente militar, franquista y borbónico, aunque pensándolo bien no hay demasiada distancia entre todos ellos. Sólo Lopera supuso puntualmente una mínima confrontación con el PSOE, aunque con el objetivo de sacar tajada, y porque sabía que allí tenía a la oposición que quería despedazarlo. Y ahí siguen ellos, los pobrecitos de La Palmera, medrando, moviendo hilos en las cloacas de San Telmo, Plaza Nueva o Viapol, buscando nuevos pelotazos con los que despilfarrar impuestos, espoleados por la quina que les tiene irremediablemente envenenados de haber visto al Sevilla Fútbol Club en la cúspide del fútbol mundial.
Continuará …