BFI London Film Festival 2022 - Parte 2: Ilusiones y realidades

Publicado el 15 octubre 2022 por Enprimerafila

El BFI London Film Festival alcanza su recta final durante este fin de semana tras diez días de proyecciones que han presentado buena parte de las películas más destacadas que no tardarán en llegar a las salas cinematográficas durante este otoño-invierno, especialmente aquellas que aspiran a entrar en las contiendas principales de la temporada de premios que acaba de comenzar. Pero nuestra mirada se detiene principalmente a lo largo de estas crónicas en películas que tienen menos resonancia pero que sin embargo contienen una riqueza formal y narrativa sobresaliente. En este post que dedicamos a hablar de ilusiones y realidades, no como dos elementos de confrontación, sino de coexistencia, nos introducimos en un viaje personal que mezcla espiritualidad e identidad, en una experiencia psicológica que habla de mitología y trauma, en una muestra de terror con resonancias medioambientales, en una historia real sobre la rebeldía contra las normas establecidas y en la última incursión de Lars von Trier en el hospital en el que las enfermedades forman parte de lo sobrenatural.

Crows are white

Ahsen Nadeem, 2022 | BFI London Film Festival | Sección Strands: Journey | ★★★★☆

El aspecto más fascinante de un documental es la posibilidad de que, enfrentados a una realidad cambiante, el proceso de producción comience de una forma completamente diferente a su desarrollo. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la película In the Court of the Crimson King. King Crimson at 50 (Toby Amies, 2022), que presenta su estreno mundial el 22 de octubre en un evento global en streaming desde Londres, y que se centra en la trayectoria de la banda Crimson King para expandirse hacia una reflexión mucho más amplia sobre la existencia y sobre la muerte. Quizás no es tan profunda en ese sentido, pero el documental Crows are white (Ahsen Nadeem, 2022), que se estrenó en el pasado SXSW Film Festival, también se enfoca en la naturaleza humana a través de un viaje que pretende mostrar el aspecto espiritual del budismo pero que se convierte en una reflexión personal sobre lo incontrolables que pueden llegar a ser las mentiras. En su pasión casi obsesiva por los monjes budistas, el cineasta musulmán Ahsen Nadeem narra su experiencia a través de varios viajes a Kioto para mostrar la vida de los llamados monjes maratonianos de Hiei, una comunidad del culto budista Tendai que lleva a cabo una práctica ascética de meditación llamada kaihōgyō, que consiste en caminar una ruta por el Monte Hiei de 1.000 días. Este proceso está reservado a los miembros más elevados de la comunidad, y la mayor parte de ellos no consigue completarlo. El kaihōgyō se desarrolla a lo largo de 7 años, cada uno de los cuales se aumenta el número de kilómetros diarios que deben recorrer los monjes, y en el séptimo año el aspirante a alcanzar la trascendencia debe permanecer sin dormir, comer ni beber durante siete días y medio, solo sentado y recitando. 

Este es el punto de partida del documental rodado a lo largo de varias visitas al templo de Hiei, pero poco a poco, y por circunstancias que tienen que ver con cierta mala suerte del director, va derivando hacia un viaje más personal. Lo más atractivo del trabajo de Ahsen Nadeem es que no tiene ningún problema en parecer un director poco preparado, incluso cayendo en algunas contradicciones. Cuando su teléfono móvil empieza a sonar en medio de una oración budista a la que los monjes no suelen permitir el acceso de cámaras, Nadeem es expulsado del templo y debe encontrar una manera de congraciarse con los monjes de nuevo. Y lo hace estableciendo contacto con Ryushin, un joven monje que trabaja con desgana en la tienda de souvenirs del templo, y que no tiene clara su vocación como budista. En parte, su dedicación se produce para seguir los pasos de su familia, cuyo abuelo fue un destacado miembro de la comunidad, pero su comportamiento no es, precisamente, el más ortodoxo: es aficionado a beber sake, disfruta con los helados de las famosas cafeterías de parfait de Kioto y es un fan del heavy metal, cuando se supone que un monje no debe consumir alcohol, disfrutar de placeres mundanos ni escuchar música. 

La amistad entre Nadeem y Ryushin es lo mejor de la película, y establece en cierta manera un paralelismo entre ambos. Porque Nadeem también está marcado por una familia que en cierta manera le ha impuesto su forma de enfrentarse al mundo. Nacido en Arabia Saudí, cuando estalló la Guerra del Golfo su familia se trasladó hasta la pequeña localidad irlandesa de Canvas, lo que supuso un choque cultural importante para un niño de solo diez años. Sus padres siguen practicando la religión musulmana de forma ortodoxa, inculcando siempre a su hijo que su obligación es casarse con una mujer musulmana, porque lo contrario es un pecado grave. Pero cuando Nadeem se traslada a vivir a Los Angeles conoce a su actual pareja, una joven norteamericana, y el temor a confesar que ha incumplido los preceptos del Islam le lleva a ocultar a sus padres que está casado desde hace tres años. Nadeem lleva una doble vida en la que incluso maneja dos móviles distintos, uno solo para las comunicaciones con su familia y otro para su círculo de amistades. En sus diversas entrevistas a monjes budistas, uno de ellos cuenta a Nadeem la anécdota de un maestro que tuvo en su infancia y que un día dijo a sus alumnos: "Los cuervos son blancos". A pesar de tratarse de una falsedad evidente, ninguno de ellos le contradijo, aceptando esa mentira como un acto de fe. Es una metáfora inteligente sobre la propia experiencia de Nadeem, arrastrada a un camino sin salida que cada vez se hace más complejo. Crows are white tiene una habilidad especial para equilibrar el sentido del humor (como cuando se plantea hacer una entrevista a un monje que ha hecho un voto de silencio) con la honestidad trágica del director, aunque sea en contra de su propia imagen. Y en este sentido es un documental que utiliza esta trayectoria personal, y notablemente emocional conforme se acerca el desenlace, que plantea algunas reflexiones interesantes sobre las imposiciones culturales y religiosas y la incomunicación dentro de la familia. 

Inland

Fridtjof Ryder, 2022 | BFI London Film Festival | Sección Strands: Dare | ★★★☆☆

En los últimos años hemos visto un interés creciente por las historias que abordan la relación del ser humano con la naturaleza, elemento principal del denominado "horror folk" que se alimenta de la tradición oral de relatos de misterio para construir estudios psicológicos que hablan de la retribución de la naturaleza frente a la traición del ser humano, y que está principalmente representada en la tradición celta del "greenman", el hombre verde que metafóricamente representa la renovación y el cambio, un rostro envuelto en ramas y hojas que alienta la transformación. Películas como In the earth (Ben Wheatley, 2021) o Men (Alex Garland, 2022) han explorado estas tradiciones recientemente, y se puede decir que Inland (Fridtjof Ryder, 2022) conecta con aquellas en su narrativa misteriosa que elabora un drama sobre la pérdida y la familia sosteniéndose en las tradiciones orales del condado de Gloucestershire. Es en el Forest of Dean, uno de los bosques más antiguos que sobreviven en Inglaterra, donde se desarrolla esta historia que comienza con la representación de la diosa del bosque y los recuerdos de un niño que ha sufrido el trauma de la desaparición de su madre, una mujer de origen gitano, siempre ligado a su carácter nómada.

El joven director debutante Fridtjof Ryder (2000, Inglaterra) elabora un cuento misterioso que se sostiene en la frontera difusa entre la mitología y los sueños para acompañar a Tom (Alexander Lincoln) en su regreso a la sociedad después de permanecer durante unos años en un centro psiquiátrico. Cuando le acoge el mecánico local, Dunleavy (Mark Rylance), lo primero que le pregunta es "¿Te han arreglado?", como si se tratara de un objeto defectuoso. Su regreso, marcado aún por las secuelas psicológicas de la ausencia de su madre, se apoya en la camaradería de Dunleavy, un hombre que a veces trata de suavizar los momentos más serios con alguna broma, y del que Mark Rylance extrae una mundanidad que al mismo tiempo también tiene algo de misterio. En su proceso de readaptación a la vida normal, ayudando a Dunleavy en el taller de reparación, es fácil entender que Tom no está del todo "arreglado", que el trauma que sufrió cuando era niño continúa todavía presente. La madre se manifiesta a través de la voz tan característica de la actriz Kathryn Hunter, a la que recientemente hemos visto en La tragedia de Macbeth (Joel Coen, 2021), interpretando a una bruja, lo que parece un guiño cinematográfico. Pero esta voz en la mente de Tom, que habla de la relación con su hijo, también tiene un carácter etéreo que la acerca a la figura simbólica de madre naturaleza. El director explora la psicología del protagonista, adentrándose en la desconexión de la sociedad que le atrae sin embargo hacia una conexión cada vez mayor con la naturaleza, con ese Bosque de Dean atravesado por un devenir de personas que forman parte del paisaje. Y aunque no pertenece al subgénero de horror folk explícitamente, la trayectoria del protagonista se acerca a la de una pesadilla. 

En este sentido, la propuesta es tan fascinante como irregular, quiere ser tan misteriosa e intrincada que no permite al espectador imbricarse del todo en la historia, aunque es fácil entender por qué un director debutante ha conseguido seducir a nombres tan destacados como Mark Rylance, que incluso participa como productor en una película de muy bajo presupuesto. Evidentemente influido por directores como David Lynch, con el que comparte la referencia en su título a la película Inland Empire (David Lynch, 2006), que era también un viaje surrealista, Fridtjof Ryder es un director hábil que sabe elaborar secuencias de gran elegancia, con momentos de introspección que se representan a través de una mirada llena de simbolismos, como cuando Tom acompaña a un grupo de amigos a un local de strip-tease que tiene resonancias de Terciopelo azul (David Lynch, 1986). El bar se llama The Faerie Queen, otra referencia a la tradición folclórica irlandesa, la Reina de las Hadas, y su escenario está presidido por cuatro estatuas de diosas como Venus, la diosa de la belleza, que representan distintos arquetipos de la mujer/madre. Con solo veintidós años, Fridtjof Ryder sabe manejar el drama con referencias mitológicas, utilizando también elementos sonoros rurales como la canción folk "Black is the colour (of my true love's hair)", parte del repertorio musical celta, que llegó a interpretar Nina Simone y que la cantante Patty Waters desarrolló en una fantasmagórica versión de casi catorce minutos en 1965. También juega un papel fundamental la música etérea y sinuosa de Bartholomew Mason, pero quizás el trayecto que nos plantea el director y guionista acaba resultando demasiado abstracto, aunque tiene evidentes aciertos. Al final, el personaje de Tom se manifiesta como una referencia directa a aquel Green Man, el hombre verde que representa el cambio, la transformación que solo puede manifestarse a través de la consciencia interior de formar parte intrínseca de la naturaleza. 

Moshari

Nuhash Humayun, 2022 | BFI London Film Festival | Feel the rush of adrenaline | ★★★★☆

También hay una relación con el entorno y la naturaleza en el premiado cortometraje Moshari (Nuhash Humayun, 2022), ganador entre otros del Gran Premio del Jurado en el SXSW Film Festival y del Premio del Público al Mejor Cortometraje Asiático en el Festival Fantasia, lo que le permite estar calificado para las nominaciones de los Oscar. El joven director Nuhash Humuyun (1992, Bangladesh), residente en Los Angeles, crea una atmósfera post apocalíptica en su país de origen, mostrando un mundo en agonía y en el que solo quedan pequeños grupos de supervivientes. El comienzo de este cortometraje de veintidós minutos muestra el esqueleto de una cabeza de vaca rodeado de moscas, representando la progresiva extinción de los seres aparentemente más fuertes en favor de las especies más pequeñas y numerosas. La adolescente Apu (Sunerah Binte Kamal) está impaciente por marcharse mientras su hermana menor Ayra (Nairah Onora Saif) quiere rezar por el animal muerto. Pero la oscuridad acecha, y por tanto el peligro en forma de depredadores nocturnos. En una secuencia espléndida, el director muestra a las dos hermanas manejando una pequeña barca en un río, con su simbología sobre la vida y navegar hacia la muerte, mientras se muestra al fondo el majestuoso edificio del Jatiya Sangsad Bhaban, la Asamblea Nacional de Bangladesh, ahora convertido en restos abandonados, y escuchamos a través de un altavoz el requerimiento para que los supervivientes se escondan al llegar la noche. 

Nuhash Humuyun desafía la imagen estereotipada de Bangladesh como un país pobre y marcado por las creencias religiosas: "Puedes aferrarte a tu religión, libros sagrados o tus símbolos", dice la voz: "Pero te advierto que tu religión no podrá salvarte. Ellos solo buscan tu sangre". La supervivencia depende de resguardarse en un lugar cerrado y cubrirlo con un mosquitero ("moshari"), el único elemento que previene del ataque de los mosquitos propagadores de enfermedades, pero también de los vampiros. Nuhash Humuyun comenta que "si naciste en el Sur de Asia siempre recuerdas quedarte dormido debajo de un moshari... que nos hacía sentir seguros, no solo de los mosquitos sino de todo lo que acechaba en la oscuridad".  De forma que utiliza estos recuerdos de la infancia para construir una historia de terror en la que Ayra no puede retener su curiosidad. Con un destacado trabajo de fotografía de Ejaz Mehedi, el cortometraje se envuelve en una ambientación terrorífica que mantiene una tensión constante, y utiliza hábilmente la fragilidad de un mosquitero como un elemento de defensa, incluso visualmente cercano a la iconografía occidental, como cuando Apu se envuelve en él de forma que parece una especie de novia vengativa.

Sin apenas diálogos, el cortometraje Moshari es un notable trabajo no solo por su envoltura visual y atmosférica, sino porque desarrolla a través de pequeños detalles la relación entre las dos hermanas. Suponemos que son las únicas supervivientes de su familia, y Apu ejerce como protectora de su hermana menor Ayra, adoptando una posición maternal que la conduce a actuar de una forma decidida cuando siente que su hermana está en peligro. Hay momentos absolutamente terroríficos que están muy bien construidos, pero sobre todo hay un trasfondo más profundo que se refiere a otro tipo de depredadores: "Nos llaman el tercer mundo. Los occidentales se han burlado de nuestra pobreza. Han succionado nuestra sangre. Pero ahora han desaparecido". De alguna forma, la pandemia del coronavirus que retrasó el rodaje del cortometraje se ha convertido en otro elemento de reflexión, una capa adicional a su riqueza temática. Porque Bangladesh fue uno de los países que se enfrentó a la pandemia con un elemento más peligroso, la extensión del dengue transmitida a través de los mosquitos. De forma que Moshari se revela no solo como una destacada muestra de terror apocalíptico, sino como una interesante llamada de atención hacia cómo Occidente ignora la necesidad de controlar los peligros medioambientales en los países más desprotegidos. 

La ragazza del futuro

Marta Savina, 2022 | BFI London Film Festival | Sección Strands: Journey | ★★★☆☆


En la película Children of the mist (Hà Lệ Diễm, 2021), ganadora del Premio a la Mejor Dirección en IDFA, se cuenta la práctica del llamado "secuestro de novias", prohibida por las leyes vietnamitas pero que en las pequeñas zonas rurales del Norte de Vietnam sigue llevándose a cabo desafiando a la ley (los padres incluso asumen la posibilidad de ser condenados a prisión). Según esta "tradición" si un joven quiere casarse con una chica del pueblo que no le corresponde, puede intentar secuestrarla. Si lo consigue, es práctica habitual que la familia de ella acceda a un matrimonio, incluso en contra de su voluntad. Nadie le pregunta a ella, su opinión no es relevante. Lo más terrible de esta película es que se trata de un documental y la protagonista, Má Thị Di, tenía solo 12 años cuando la directora rodó su historia. Lo que pone de manifiesto que todavía existen sociedades patriarcales que aceptan este tipo de prácticas, como también se refleja en el documental armenio 5 dreamers and a horse (Aren Malakyan, Vahagn Khachatryan, 2022). La película italiana La ragazza del futuro (Marta Savina, 2022), que ha tenido su estreno en el BFI London Film Festival en la sección Journey, la misma en la que se ha presentado la producción española Alcarràs (Carla Simón, 2022), se une a esta crónica de la permanencia de un machismo que ningunea al género femenino. 
La historia está protagonizada por Rosalia Crimi (Claudia Gusmano), una joven alegre que vive junto a su familia en la localidad siciliana de Galati. Hace algunos años ella mantuvo algunos encuentros con Lorenzo Musicò (Dario Aita), el hijo de una de las familias más influyentes de la zona, pero éste se marchó a estudiar a Alemania. A su regreso, Lorenzo le dice a Lia que ha vuelto solo por ella e intenta retomar la relación, aunque su intención, más que formalizarla, es hacerla más física. Pero cuando ella le rechaza, acude una noche junto a un grupo de amigos a su casa y la obliga a irse con él. El llamado "matrimonio riparatore" fue una práctica considerada normal en Italia hasta 1966, cuando la joven Franca Viola denunció a Filippo Melodia como su secuestrador y violador, y se negó a casarse con él como quería su propia familia. El "matrimonio reparador" preservaba el honor de la mujer violada, pero sobre todo perdonaba el delito del abusador. El fallo en un juicio a favor de Franca Viola que condenó a su violador abrió un debate en Italia sobre la legitimación del "matrimonio riparatore" y, como se indica al final de la película: "La ley fue cambiada... en 1981". Tuvieron que pasar quince años para que se modificara la legislación. 
El guión escrito y dirigido por Marta Savina (1986, Italia) no hace una referencia directa a Franca Viola pero está claramente inspirado en su historia, que la directora llevó a la pantalla de una forma más explícita en su cortometraje Viola, Franca (2017), también protagonizado por la actriz Claudia Gusmano. De forma que La ragazza del futuro se siente como una prolongación de aquel corto, una ampliación que introduce elementos de ficción en la historia pero que finalmente contiene el mismo tipo de denuncia en torno a un patriarcado agresivo. Aunque en la película, la protagonista Lia Crimi cuenta con el apoyo de su familia, la rodea claramente una soledad asfixiante, en la que solo son los hombres los que juzgan y deciden. En uno de los recursos más inteligentes de la película, durante su declaración en el juicio la cámara se detiene únicamente en el rostro de la protagonista, mientras suenan de fondo comentarios y preguntas que solo provienen de voces masculinas. La masculinidad que la rodea también se representa a través de las peleas de gallos que se celebran en el sótano de la iglesia con la complicidad del párroco del pueblo, en la influencia de la familia Musicò, o en la transformación de un juicio contra un violador en un juicio que pone en entredicho a la violada: "¿Está segura de que no disfrutó, ni siquiera un poco?" es el tipo de preguntas que se clavan como dardos en los oídos de Rosalia. La directora construye una primera parte sólida que muestra el desdén en el que se convierten los acercamientos románticos de Lorenzo, el amor convertido en desprecio, aunque la película se pierde en convencionalismos durante el juicio, con demasiada tendencia al drama de sobremesa. Tampoco resulta tan efectiva la interpretación de Claudia Gusmano, una actriz de 37 años que interpreta a una joven de 17, lo que provoca a veces un cierto distanciamiento del personaje. Aunque la película tiene algunos aspectos menos logrados, la fortaleza de su contenido y la relevancia de su discurso suavizan sus desaciertos. 

The Kingdom: Exodus

Lars von Trier, 2022 | BFI London Film Festival | Sección Strands: Cult | ★★★★☆


La muy esperada tercera temporada de la serie Riget - The kingdom (DR, 1994-1997) ha tardado varios años en producirse, principalmente debido al fallecimiento en 1998 de uno de sus principales protagonistas, el actor Ernst-Hugo Jâregård, que interpretó al inolvidable doctor Stig Helmer, un médico sueco que llegaba en la primera temporada al Rigshospitalet de Copenhague y representaba todas las diatribas y reproches entre los daneses y los suecos, estallando al final de cada episodio con el famoso grito: "¡Escoria danesa!". Pero finalmente Lars von Trier ha decidido darle una conclusión a una historia que quedó abierta al final de la segunda temporada. The Kingdom Exodus (DR, 2022), que actualmente se emite en los países escandinavos y de la que el BFI London Film Festival ha ofrecido los dos primeros episodios, en realidad acaba siendo más un homenaje a las dos temporadas anteriores que una conclusión de la historia, debido en parte a los muchos cambios que se han tenido que realizar en el reparto: la actriz Kirsten Rolffes, que interpretaba a la curiosa Sigrid Drusse, una especie de Miss Marple aficionada al ocultismo, también falleció en 2000. De hecho, es más disfrutable la serie teniendo más o menos fresca a sus predecesoras, porque hay muchas referencias a aquellas, y una narrativa metalingüística que se capta mejor si se recuerdan bien las dos temporadas anteriores. La propia productora Zentropa, fundada por Lars von Trier, se ha encargado de realizar una restauración digital de la serie original que se ofrece como complemento a la nueva. En España la plataforma Filmin ha estrenado un ciclo dedicado al director danés que incluye buena parte de su filmografía así como las versiones remasterizadas de las dos primeras temporadas. 
The Kingdom Exodus, comienza en el episodio Haimar (T3E1) con Karen (Bodil Jorgenson), la protagonista que sustituye a Sigrid Drusse, viendo en la televisión los minutos finales de Riget - El reino, con la habitual despedida de Lars von Trier, que se encargaba de cerrar cada episodio como si se tratara de un Alfred Hitchcock danés. El visionado de la serie provoca que Karen, que padece sonambulismo, se sienta atraída por el Rigshospitalet para investigar los fenómenos paranormales que se supone que han ocurrido allí. La serie original, que se estrenó después de que Lars von Trier consiguiera resonancia internacional con sus dos primeras películas, El elemento del crimen (1984) y Europa (1991), nació como una parodia de las telenovelas de hospitales (que siguen siendo un reclamo), mezclándolo con una historia de terror sobrenatural, pero en realidad contenía ya algunas de las constantes del director: la convivencia entre ciencia y espiritualidad, la mirada irónica a las normas sociales, el humor sarcástico... Y ahora también desarrolla un punto de vista que se burla de los convencionalismos, cuando utiliza el formato estándar de todas las series que se producen en la actualidad, que se ha llegado a denominar "formato Netflix", para terminar lanzando un guiño al espectador y retomando el tono ocre y la pantalla más estrecha que la conecta con la versión original, un trabajo notable del director de fotografía chileno afincado en Dinamarca Manuel Alberto Claro, que colabora con Lars von Trier desde la película Melancolía (2011) y que imita perfectamente la textura que aportó Eric Kress a las dos temporadas originales. 
Escrita de nuevo junto a Niels Vørsel, entre los nuevos personajes hace su aparición Helmer Jr. (Mikael Persbrandt), el hijo también médico de Stig Helmer, que comienza a trabajar en el hospital con el objetivo de encontrar la tumba de su padre, y que mantiene algunas de las costumbres de su antecesor, como la de llevar a cuestas los embellecedores de las llantas de su coche para evitar que se los roben, o el grito final de desprecio a los "malditos daneses" al final de cada episodio. Y se suceden los guiños a la serie original, como la presencia de Alexander Skarsgård interpretando a un abogado sueco que recuerda al abogado que interpretó su padre Stellan Skarsgård en la segunda temporada, o las referencias que hacen los médicos del hospital a "ese torpe von Trier", molestos por las consecuencias que en el hospital ha tenido el estreno de su serie. The Kingdom Exodus es una digna sucesora de la serie Riget - El reino, pero funciona sobre todo como una especie de homenaje referencial, una broma hecha sobre una broma, una autoparodia que extrae destellos brillantes y en la que los actores, algunos de los más conocidos de Suecia y Dinamarca como Lars Mikkelsen, Nikolaj Lie Kaas o Ida Engvoll, la protagonista de la exitosa serie Amor y anarquía (Netflix, 2020-2022), disfrutan sometiéndose a las travesuras que les plantea Lars von Trier. Incluso Willem Dafoe, que ya sabemos que es un actor capaz de hacer cualquier cosa, por muy ridícula que sea. Falta sin embargo la presencia del propio director al final de cada episodio (está presente, pero no físicamente), lo que él mismo justifica como un "ataque de vanidad", ya que han pasado 25 años desde que apareció la última vez. Pero se entiende mejor después de que Lars von Trier confesara en la presentación de la serie en la Mostra de Venecia que padece la enfermedad de Parkinson. Lo que no le impide ofrecer una mirada sarcástica, que en The Kingdom Exodus tiende más hacia el humor inmediato, pero que en su metalenguaje supone un regreso bienvenido a una propuesta que marcó la evolución de una forma diferente de hacer televisión, que en la actualidad sigue siendo igual de irreverente. 
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Dónde están disponibles las películas mencionadas: 
The Kingdom: Exodus se estrena el 8 de noviembre en Filmin.
In the Earth se puede ver en Movistar+. 
La tragedia de Macbeth se puede ver en Apple tv+.Inland EmpireEl elemento del crimen, Europa y Melancolía se pueden ver en Filmin.Terciopelo azul se puede ver en Filmin, Movistar+ y Prime Video.