Las antiguas órdenes monásticas de San Agustín y San Benito, de cuyo amor por los libros hemos hablado principalmente hasta ahora, no dejaron caer en la pereza y la ignorancia en el siglo XIII por la aparición de varias nuevas órdenes de devotos. Los dominicanos,[438] los franciscanos,[439] y los Carmelitas fueron reconocidos por su profundo aprendizaje y su pasión inextinguible por el conocimiento; asumiendo un atuendo de la pobreza más abyecta, renunciando a todo[ 288 ] amor al mundo, toda participación en sus honores temporales, y absteniéndose de buscar el engrandecimiento de su orden mediante oblaciones fijas o dotaciones estatales, pero adhiriéndose a un sistema voluntario de apoyo, causaron una sensación visible entre todas las clases, y forjó un cambio poderoso en el aprendizaje eclesiástico y colegiado de los siglos XIV y XV; y por su devoción, su caridad, su estricta austeridad y por sus brillantes e inconquistables poderes de disputa, pronto ganaron el respeto y el afecto del pueblo.[440]
LEER MÁS »