Ésta biblioteca de estilo renacentista, fue fundada en 1559 por Felipe II. Conocida también como Escurialense o Laurentina, está situada en la madrileña localidad de San Lorenzo de El Escorial y forma parte del Monasterio.
La idea de hacer una gran biblioteca pública en España surge de algunos humanistas e intelectuales. El Rey aceptó esta propuesta de buen grado, ya que además de una persona con gran formación intelectual, Felipe II un gran bibliófilo.
En 1559 el Rey deja los Países Bajos para regresar a España. Escoge Madrid como sede permanente de su corte, y El Escorial para levantar el complejo que incluiría un palacio, basílica, monasterio, panteón real, hospital, seminario, colegio de artes y teología, y como no una biblioteca.
Esta decisión fue polémica ya que se oponía a las indicaciones de sus asesores, que se inclinaban por localidades como Salamanca, Alcalá, Valladolid u otra ciudad céntrica y con ambiente universitario.
La primera piedra del Monasterio se colocó el 23 de Abril de 1563; los primeros libros llegaron en 1565, 6 años antes de que el edificio fuera habitado y 19 antes de su finalización.
En la actualidad la biblioteca cuenta con más de 40.000 volúmenes, aunque comenzó con sólo 42. Al parecer estos libros eran duplicados de los que había en palacio, y se depositaron en la sacristía para uso de los primeros monjes jerónimos.
La biblioteca respondiendo al concepto humanístico de la época no debía contener exclusivamente de libros, sino cualquier documento o instrumento que sirviera para cultivar el intelecto y ampliar conocimientos (grabados, dibujos, aparatos geográficos, como mapas, esferas, astrolabios, instrumentos matemáticos y científicos, monetario, reproducciones de la fauna y flora, etc)
El fondo siguió aumentando con nuevas donaciones reales, y particulares. Para acelerar el crecimiento, el Rey, nombró 3 embajadores que entre otras muchas tareas tenían la de adquirir libros fuera de las fronteras. Diego Gómez de Silva en Venecia, Francés de Álava en Francia y Benito Arias Montano en Flandes. En España, el encargado de buscar códices valiosos fue el humanista Ambrosio de Morales.
Cuando la biblioteca se entrega a la comunidad de los jerónimos en 1575 había ya unos 4.000 volúmenes reunidos. Dos años más tarde Felipe II encarga a Arias Montano la gestión de la biblioteca. Éste dispuso los libros de la forma en la que aún hoy se conservan: al revés con el lomo hacia dentro. De esta forma se daba una unidad estética al conjunto, su conservación era más óptima y los títulos se podían seguir viendo ya que aparecían pintados en el corte delantero del libro.
Con el objetivo de que la biblioteca siguiera aumentando, a su muerte en 1598, el Rey establece una pensión para que ésta contara con presupuesto.
Sus sucesores continuaron alimentándola de una u otra forma:
- Felipe III promulgó un privilegio por el cual un ejemplar de cada libro publicado se depositaría allí.
- Felipe IV la amplió con más de 1000 manuscritos de la biblioteca del Conde-Duque de Olivares.
Pero también llegaron malos tiempos para la biblioteca. En 1671 un incendio arrasó gran parte del edificio y se perdieron más de 5.000 códices. Además a principios del XIX con la Guerra de la Independencia, los fondos se escondieron en el convento de la Trinidad, en Madrid. Tapados por cajones pasaron a formar parte del archivo del convento hasta 1814. Este año, Fernando VII decretó que las obras volviesen a su emplazamiento original. En el traslado muchas obras fueron sustraídas y perdidas; de hecho actualmente, algunas de estas forman parte de instituciones francesas e inglesas que adquirieron las piezas en subastas.
En la actualidad la biblioteca pertenece a Patrimonio Nacional, es pública y puede accederse a ella para el estudio o lectura de sus libros. Es además también, junto a todo el Monasterio, un punto turístico y de visita cultural.
Entre las piezas más importantes están las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio; obras autógrafas de Santa Teresa de Jesús; el Códice Áureo; la Biblia Regia; el Comentario al Apocalipsis del Beato de Liébana; el Apocalipsis de la Casa de Saboya; el Códice Emilianense; el Corán de Muley Zaydan…
Los fondos se dividen en: obras manuscritas, obras impresas y otras obras, entre las que están las colecciones de grabados, dibujos, documentos, música, monedas y medallas, certificados y libros de cuentas.
La zona mayor y más importante es el Salón Principal o bien Salón de los Frescos, debido a las pinturas que adornan el techo y las cornisas. Aquí están los libros impresos de autores antiguos, griegos, latinos y hebreos. En ésta estantería los libros están colocados por temas y por tamaño, y dispuestos con el canto dorado hacia el exterior, con lo que ofrece un aspecto de gran uniformidad.
La estantería se extiende a lo largo de los muros, sólo interrumpida por los huecos de las ventanas. El mobiliario fue diseñado por Juan de Herrera, que junto a su misión de arquitecto, era el que supervisaba también todas las labores de decoración del edificio.
En un principio los estantes estaban abiertos. Las puertas y telas metálicas que podemos ver hoy se pusieron en el siglo XVIII, durante el reinado de Fernando VI, como medida de protección.
Enlaces: http://rbme.patrimonionacional.es/
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