La ciudad de Éfeso (Efes, en turco) fue fundada por los griegos entre los siglos X y IX a.C, y alcanzó su apogeo en los siglos II a.C y III d.C, cuando se convirtió en la ciudad más populosa de Asia Menor (actualmente parte de Turquía) y en una de las más importantes del Imperio Romano. De esta época data la construcción de la biblioteca de Celso (completada en el 135 d.C.), llamada así porque fue erigida en honor de Tiberio Julio Celso Polemeano, procónsul de Asia, por orden de su hijo Gayo Julio Aquila Polemeano tras la muerte de su padre.
La biblioteca se construyó de manera que quedaba encerrada entre otros edificios, como parte de un complejo, y únicamente la fachada era visible desde el exterior. Situada frente a una pequeña plaza, dicha fachada tenía forma convexa para añadir altura a los elementos centrales y producir así la ilusión de ser una construcción de mayores dimensiones de las que tenía en realidad.
El edificio, de dos plantas y orientado hacia el este para aprovechar la luz matutina, se construyó sobre una plataforma de nueve escalones; contaba con tres accesos —el central más grande que los dos laterales—, todos ellos adornados con ventanas situadas sobre un dintel.
A su vez, las tres entradas estaban flanqueadas por cuatro nichos con estatuas que representaban las virtudes de Celso: Sophia (sabiduría), Areté (valor), Ennoia (pensamiento) y Episteme (conocimiento). Se cree, además, que el nicho semicircular en la planta baja frente al portal central contenía una estatua de Atenea y que, aunque no se han encontrado vestigios del mismo, hubo un auditorio para conferencias o presentaciones entre la biblioteca y la vía de mármol que conduce hasta ella.
En el interior, la única sala de la biblioteca contaba con 16 metros de altura y estaba cubierta por un techo de madera, mientras que el suelo estaba cubierto de mármol de varios colores.
Frente a la entrada, el ábside de cuatro metros de vano alojó en el subsuelo la cámara funeraria en la que, en una tumba de mármol, descansaron los restos de Celso.
Los anaqueles para los pergaminos quedaban distribuidos en 10 nichos situados en los muros interiores y, sobre un podio que recorría el perímetro interior de estos, se levantaba una hilera de columnas que probablemente soportaba dos galerías balaustradas superpuestas a través de las cuales se accedería a los nichos para pergaminos situados en la parte superior. Todo ello otorgaba espacio para 12 mil rollos, convirtiéndola en la tercera biblioteca en tamaño del Mundo Antiguo, tras la de Alejandría y la de Pérgamo.
No obstante, no se tienen noticias del material que se conservaba en este monumento a la cultura; únicamente se conoce que el hijo de Celso financió la compra de pergaminos, una labor continuada por su nieto. A pesar de ello, siguiendo el modelo de las bibliotecas públicas romanas, es posible que constara de dos secciones, una para escritos en latín y otra para escritos en griego —que, debido a la herencia helenística de Asia Menor, serían la mayoría—. Asimismo, las lecturas se harían en el exterior del edificio, en voz alta, y sentados en los escalones de entrada o paseando por la plaza, según la tradición griega y romana.
La biblioteca se mantuvo en funcionamiento hasta el año 262 d.C., año de la invasión goda. De todas formas, hacia el final del período en que la ciudad estuvo habitada, el espacio interior ya fue destruido y la fachada del edificio utilizada como parte de un ninfeo, un monumento consagrado a las ninfas o deidades menores femeninas asociadas a un lugar natural concreto, como puede ser una fuente o un manantial, según la mitología griega.
Los godos incendiaron el edificio y solo se conservó en pie el muro frontal; se iniciaron labores de reconstrucción casi de inmediato, pero volvió a ser pasto de las llamas una vez reconstruida.
Ya en la época moderna, la biblioteca fue objeto de una restauración masiva a prueba de terremotos en la década de los setenta que se considera como bastante fiel al edificio histórico original. El Instituto Arqueológico Austríaco fue uno de los impulsores de esta labor de recuperación y, en estos días, el Museo de Éfeso de Viena contiene las estatuas originales de la biblioteca así como materiales de la construcción primitiva.
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