Un agujero y allá, allá en el fondo, un bicho que gira y da vueltas; trata de subir por paredes que no son paredes sino pisos, que son techos. Torbellino de aire cálido que mueve tus antenas, y tus alas rotas, te patinás y quedás boca arriba (estupefacto o estupidizado) mirando otro agujero, brillante, cegador; un agujero que para vos es el único, pero que está arriba o abajo, un agujero cambiante que se oscurece de golpe, que cambia de color, un agujero inalcanzable tan alto o bajo como para no llegar nunca. Vos bicho pequeño, yo, Dios grande, qué cambia entre nuestras posiciones, qué hace que todo sea distinto y lo mismo a la vez. Pierdo el tiempo mirándote girar alrededor de los bordes, cambiando la velocidad y la dirección de tu recorrido por medio de golpes brutales contra esa pared azul, azul para mí, para vos no sé si tiene color.Tal vez mi naturaleza sea mas cruel que la que te brindé (tal vez solo tal vez), sin embargo te estiro una vara de madera para que tengas esperanzas y sigas con vida, te trepás; ¡si vieras como te trepás! estarías orgulloso de vos mismo, pero giro la vara velozmente para que vuelvas a caer en el fondo de ese agujero, agujero para mi, todo para vos y ahora otra vez a correr por los bordes, con más fuerza que antes, viendo si girando para ese lado vuelve la vara con esa esperanza idiota que caracteriza nos caracteriza a todos.
Texto: Gastón Pigliapochi