¿Y tú quién eres?
El Alzhéimer es una enfermedad neuro-degenerativa en la que el paciente va perdiendo la memoria progresivamente, aparte de otras capacidades mentales. Suele afectar a personas de más de 65 años y la causa exacta de su aparición aún se desconoce. Hoy en día siguen faltando recursos para conseguir un tratamiento capaz de curarla o prevenirla, por eso se intenta concienciar a la gente de la importancia de esta enfermedad senil. Últimamente, en el cine se ha querido dar una información muy útil para que los espectadores vean de la magnitud que representa y de la invalidez y dependencia que produce. En 2008, la ópera prima del director Freddy Mas Franqueza fue la película Amanecer de un sueño, coproducida por la Fundación Alzheimer España, en la que el protagonista principal es un abuelo que presenta síntomas de la enfermedad. En el mismo año también se estrenó un aclamado documental, Bucarest. La memoria perdida, galardonado con el Goya, en el que su director, Albert Solé, intenta salvar la memoria de su familia ya que el protagonista es su propio padre, el político español Jordi Solé Tura, figura clave de la Transición Española, que lucha contra el Alzheimer.
Ahora le toca el turno al documental Bicicleta, cullera, poma (Bicicleta, cuchara, manzana, 2010), de Carles Bosch, recientemente presentado en el Festival de Cine de San Sebastián en el que tuvo una buena acogida, centrándose en la figura de Pasqual Maragall, ex-alcalde de Barcelona y ex-Presidente de la Generalitat de Catalunya, que en octubre de 2007 comunicó públicamente que sufre esta enfermedad. Durante los dos años posteriores desde que Maragall dio a conocer la noticia, el espectador seguirá el proceso de su enfermedad y sus terribles ganas de luchar, con la consecuente creación de la Fundación Internacional Pasqual Maragall, y con varios comentarios de la esposa e hijos de Maragall y de compañeros de oficina, o de la doctora que le trata en el Hospital de Sant Pau de Barcelona.
Pero, para ser sincero, tengo que decir que lo mejor de este documental son sus buenas intenciones, porque la verdad es que no he entendido el planteamiento que se ha propuesto el director. El desarrollo de la película es tan irregular y tan rotundamente excesivo (una hora y cuarenta y cinco minutos) que toda esa emoción que se podría haber conseguido no ha sido posible, salvo por situaciones concretas. Carles Bosch ha caído en el error de centrarse demasiado sobre lo poco que se sabe del Alzheimer y las investigaciones que se llevan a cabo para descifrar su origen, que aunque sea totalmente necesario, se echa en falta mucho más acercamiento al mismo Pasqual Maragall, que en algunas escenas se consigue, y es, sin duda alguna, lo más acertado del documental. Es una pena que no se haya sabido unir esos buenos momentos más íntimos, en los que el espectador sonríe porque ve a un Maragall natural, mostrándose cómo es y cómo se siente, con las secuencias larguísimas sobre nuevos descubrimientos y hallazgos importantes referentes a la enfermedad.
Con todo esto, también hay que comentar que el documental tiene aciertos, como el inicio en el que en una genial secuencia se resume la universalidad de esta enfermedad. Se muestra a diferentes pacientes de EUA, India, Holanda, y España (con el mismo Maragall), a los que se les hace las mismas pruebas para reconocer su estado de gravedad, y una de ellas consiste en memorizar tres palabras que se les repite para que un poco más tarde vuelvan a nombrarlas. A Maragall le hacen decir "bicicleta, cuchara, manzana", como bien se ve en el cartel de la película en el que no todas las letras están totalmente definidas, refiriéndose inteligentemente a esa pérdida progresiva de la memoria. Lo único que ocurre es que se vuelve a recurrir varias veces a la India y a otros países, y a reputados neurólogos de EUA y de Europa, para comentar sobre reacciones consabidas de los pacientes y para remarcar demasiado en el hecho de lo mucho que falta aún por conocer del Alzheimer. Eso sí, el espectador aprenderá que los recuerdos más profundos del enfermo se retienen mucho más en su mente, igual que la memoria musical, algo que el propio Maragall aprovecha por completo porque es un enamorado de la música, y es en esos momentos en los que Maragall escucha canciones que le hacen sacar todos sus sentimientos en los que también el espectador disfruta y se llega a emocionar.
"Un documental necesario sobre el Alzheimer, centrado en la figura de Pasqual Maragall, pero que resulta bastante fallido por su excesivo metraje, por demasiada investigación y por la poca cercanía hacia el paciente elegido"
critica Bicicleta, cullera, poma