Vladimir Acosta
Joe Biden, el trasnochado matón que por ser presidente de Estados Unidos se cree emperador y dueño del mundo, sigue en su peligroso juego de bordear a diario una guerra nuclear amenazando y agrediendo juntas a Rusia y a China para mostrar que con él al frente, su país va a recuperar por la fuerza su condición imperial de amo del planeta. Pero es tarde y como es de esperar, las cosas le salen mal, por lo que se enreda o pierde por su torpeza e incalificable cinismo todo sentido de la realidad.
No sabe qué hacer con Rusia. Hace un mes llamó asesino a Putin. Este le dio una lección invitándolo a reunirse para discutir la situación mundial sin teleprompter y sin preguntas preparadas. Rechazó la invitación. Estados Unidos, amo del mundo, no acepta ser convocado a reuniones. Es él quien las convoca. Así, pasado el mes y en medio de Defense Europe, un operativo militar de la OTAN, esto es, estadounidense, para defender a Europa contra una absurda e inexistente amenaza rusa, operativo que ha llenado al servil Viejo Continente de tropas yankees, Biden convoca a Putin (al que llamó ahora Clutin) a reunirse con él en ese sesgado escenario. Y para mostrar quién es el amo, sanciona a 10 diplomáticos rusos. Pero Putin, que al ser llamado asesino llamó a su embajador en Estados Unidos para consultas, lo ha mantenido en Moscú, y en respuesta a la torpe invitación y a las nuevas sanciones le pidió al embajador estadounidense que se fuera a su país a discutir la situación con su jefe. Además, sancionó en respuesta a 10 diplomáticos yankees y amenazó con expulsar a otros 150 si Biden seguía con sus sanciones. Así, las relaciones diplomáticas han quedado suspendidas y al desconcertado y torpe Biden le toca ahora decidir.
Pero la relación que empeora a diario es la que mantiene con China, pues Biden, cada vez más desesperado y agresivo, actuando con un cinismo que combina soberbia, ignorancia y desprecio por el otro, ha ido perdiendo todo sentido de la realidad mintiendo con el mayor descaro y sin la menor vergüenza. Lo que informa la Casa Blanca acerca de una reciente conversación entre Biden y el primer ministro japonés, creo que es hasta ahora claro ejemplo de ello.
Tras ser derrotado por Estados Unidos en la Segunda guerra mundial, Japón queda convertido en colonia servil de éste y lo es hasta ahora. En un diálogo entre el presidente yankee y el primer ministro japonés, aquél habla y ordena y éste obedece y repite. Importa, pues, lo que dice Biden: que Estados Unidos ha decidido defender a Japón usando armas nucleares. El colmo del cinismo. La humanidad actual tiene mala memoria y la de los más jóvenes es breve. Pero no creo que nadie ignore o haya olvidado todavía que el único país que ha lanzado bombas atómicas contra poblaciones civiles, ha sido Estados Unidos, y que lo hizo justamente contra Japón, en agosto de 1945. Ahora el cínico presidente gringo habla de usarlas para defenderlo. ¿De quién? ¿Quién lo amenaza?
¿Quién podría ser? China. Biden dice que China amenaza a Japón. Calumnia sin base alguna. China está armada para repeler ataques yankees, pero no amenaza a nadie y tiene acuerdos comerciales con Japón. Y es éste el que sí ha invadido a China. Esa invasión, que no fue hace siglos sino en la tercera/cuarta década del siglo pasado, dejó un reguero sangriento de crímenes brutales contra el pueblo chino. Recordarla es poner en evidencia el cinismo de Biden con sus bombas ahora protectoras y el todavía mayor de Japón, que calla, minimiza o niega esa masacre genocida.
En 1931 Japón invade a la debilitada China. Se apropia de Manchuria, provincia norteña china rica en minerales. La separa de China, la convierte en imperio dándole el nombre de Manchukuo, busca a Henry Pu yí, último heredero del Imperio chino derrocado en 1911, lo corona emperador y lo pone como títere al frente de ese grotesco Imperio. Empero esto es lo de menos, fue un simple robo armado de territorio, y Japón, casi sin violencia venció la débil resistencia china y montó su imperio títere.
Lo monstruoso viene después. En 1936, Japón decide apoderarse a sangre y fuego de toda China. Sus tropas toman Shanghai y luego se lanzan contra Nanking, la capital. Y allí ejecutan la masacre más espantosa de toda la Segunda guerra, cometiendo en masa crímenes repulsivos difíciles de describir.
Mi idea no es convertir este artículo en museo de horrores, pero para mostrar que no exagero debo dar algún ejemplo. La idea militar japonesa era matar a todos los chinos, a los que consideraban subhumanos, y hacerlo de la peor manera. Por decenas de miles, los hombres eran fusilados en masa o ejecutados con bayoneta. O se los reunía en grupos de 10 o 20, atados juntos con alambre de púas, los rociaban con gasolina y los quemaban vivos. O se los forzaba a abrir fosas comunes redondas y se los decapitaba con las bayonetas para hacerlos caer uno tras otro al hueco. O se los enterraba hasta el cuello, vivos, y les azuzaban perros pastores alemanes que les destrozaran la cabeza. O los mismos soldados les sacaban los ojos con las bayonetas y los hacían caer al foso. O, algo más repugnante, se los hacía arrodillarse ante la fosa y se los decapitaba por la espalda, pero dejando la cabeza colgante sostenida por un trozo de la piel del cuello hasta que su peso empujaba al cadáver a caer en la fosa. Era frecuente ver montones de niños asesinados o de bebés empalados por los soldados con sus bayonetas. La masiva violación de mujeres, desde niñas hasta ancianas, fue espantosa, y para evitar denuncias terminaba siempre con la muerte de la violada, decapitándola con la bayoneta o cortándole con ésta senos y trozos del cuerpo y luego clavándole estacas en la vagina.
La masacre de Nanking se prolongó por 6 semanas, entre diciembre de 1937 y febrero de 1938, y el total de muertos que produjo, casi todo de civiles: hombres, mujeres y niños, es de casi 500.000 asesinados, más del doble de los causados por las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki. Y quizá lo más escandaloso de todo esto sea que Japón sigue negando que esa horrible masacre ocurrió, o reduciéndola con el mayor descaro a matanza de unos pocos militares.
Pero hay más. En su guerra contra China, ya convertida en Guerra mundial, Japón contó con Shiro Ishi. Se ha comparado a este con Mengele, el médico nazi de los experimentos criminales con judíos, gitanos y comunistas. Pero Shiro Ishi fue peor pues además era microbiólogo. Y su actividad criminal en este campo, en la China ocupada por Japón entre 1936 y 1945, al frente del batallón 731 del ejército japonés invasor, haciendo experimentos masivos de difusión de virus y enfermedades infecciosas con la población china, produjo cerca de 600.000 muertos. En 1946 el Tribunal que creó Estados Unidos para juzgar crímenes de guerra en Asia, lo juzgó. Pero él le ofreció toda la valiosa información producto de sus experimentos y Estados Unidos, a cambio, no lo inculpó y lo dejó libre. Por cierto, ese Tribunal yankee perdonó a casi todos los criminales de guerra acusados, incluyendo a los responsables y protagonistas de la masacre de Nanking. Japón era ahora amigo. Y a los amigos … Shiro Ishi vivió feliz y murió en su cama, de cáncer, en 1959.
Y hubo otro nuevo amigo al que Estados Unidos perdonó: el emperador Hirohito, al que los japoneses tenían por un dios vivo. Ese dios vivo fue cómplice de todas las invasiones y crímenes del Imperio japonés en esas décadas. Estados Unidos le quitó el poder, pero no lo juzgó. Entonces se dedicó a la ictiología. Llenó el palacio imperial de acuarios y estuvo hasta su muerte alimentando pececillos. Por eso, para que no nos mientan y engañen con tanta facilidad es que nos conviene no perder la memoria y tenerla siempre presente.
Tomado del diario Últimas Noticias.
Historiador y analista político. Moderador del programa “De Primera Mano” transmitido en RNV. Participa en los foros del colectivo Patria Socialista vladac@cantv.net