La última vez que lo vi estaba sentado en el parapeto de su casa de Igueste de San Andrés, como un lagarto, al sol. Nos bajamos del coche, Rafael Arozarena y yo, que íbamos a una casa cercana a grabar una entrevista para el programa Atlántico de la Tele Canaria, y Rafael le gritó desde el aparcamiento: Isaac, Isaac! pero todo su ímpetu fue en vano. Isaac de Vega permanecía absorto, bajo un hirviente sol de aquel calor que nos cayó encima en 2004, no contestó, ni se giró, ni movió un solo músculo de su cuerpo. “Está viejo Isaac”, me dijo Rafael. Quién le iría a decir que, pese a su vejez, él moriría antes. Tan cercanos siempre entre ellos, tan cómplices del mundo fetasiano, tan crípticos y al mismo tiempo tan abiertos.
Luego lo volví a ver en la peli de David Baute (la adjunto a este post un poco más abajo), como quien ve un personaje de otros tiempos en una cinta sacada de la hemeroteca. Y volvieron a mi mente las páginas de Fetasa y todo ese mundo o submundo.
Ayer un mensaje me decía que Isaac había muerto. El silencio que su sordera lo había colocado en otra dimensión desde hace mucho lo recibía para siempre. No sé por qué recordé a Juan Rulfo, a Comala, y pensé en Isaac. Cualquiera sabe por qué caminos fetasianos anda merodeando y si se ha encontrado con Rafael por ahí…