La vida reproduce un nuevo milagro, el noveno de mi estirpe, que más allá de las connotaciones religiosas me llena de asombro y admiración. Son milagros biológicos que, desde una flor a un ser humano, señalan la senda evolutiva hacia el futuro de las especies, sin más sentido que el de la supervivencia y permanencia de todo ser vivo y de su linaje genético. Sin embargo, cada uno de ellos es un ejemplo hermoso y tierno de una vida individual que inicia su existencia desde la fragilidad y la vulnerabilidad más absolutas. Una vida dependiente de sus progenitores y de un contexto que han de posibilitar su desarrollo y la plenitud de sus capacidades. Venir al mundo siendo tan indefensos y delicados, despierta un innato instinto de protección en quienes reciben como un milagro el regalo de la descendencia. Porque no hay nada más maravilloso que formar familias unidas que comparten, no sólo los genes de sus ancestros en la sangre, sino los afectos y un amor infinitos. Bienvenido a la vida, mofli.