Uno de los sueños confesables que albergo es tener un campo de concentración propio. Con mi nombre en enormes letras de neón dando la bienvenida a sus afortunados huéspedes. Me gustaría situarlo en Buitrago de Lozoya, por unos motivos siniestros que no conviene explicar en este momento. La entrada estaría restringida a quien yo eligiera a dedo y el sistema de duchas es algo muy novedoso, algo que en Alemania nunca han visto.
Si estuviera en mis manos el asesinato y la tortura como arma de liberación de endorfinas no debería estar penada por la ley. Estas son las 10 personas (o grupos de personas) que ahora mismo me apetecería invitar a mi campo de concentración, allí les espera Wendy Sulca cantando La Tetita y sus otros hits en bucle. Nadie podrá decir que no soy un estupendo anfitrión.
1. El negro que toca los timbales con base de houseteo chungo en la salida del metro Tribunal. ¡No le aguanto! ¿Cuántos años lleva haciendo lo mismo? ¿Qué fuma para tener esa perenne cara de felicidad química? ¿Qué clase de trato de favor tiene con la policía y seguridad del metro para que nunca jamás le larguen de ahí? Le odio. Sales del vagón del metro, 65 metros por debajo de él y ya comienzas a escucharle. A medida que subes la intensidad de su ruido va in crescendo en parejo a mi mala hostia y cuando llegas al final… te lo encuentras de frente y sigue machacándote mientras subes las célebres escaleras lentas del metro Tribunal. Algún día me gustaría poder ver la cara de asco y odio infinito con el que le miro todos los días, debo parecer entre un pitbull y la Pantoja.
2. La china altiva que me mueve la coleta indignada cuando le digo que no quiero “servesa”. A esta en el fondo, hasta le tengo cariño. Es tan, tan, tan malvada que hasta me cae bien. Por si no la conocéis, entre las decenas de chinas que venden cerveza en Malasaña se la distingue a kilómetros. Suele ir acompañada de la china vendedora de cerveza anoréxica y tiene una coleta alta bien apretada que parece cortarle el riego sanguíneo. Cuando todas las chinas desisten de intentar venderte otra cerveza (al trigésimo intento) ella sigue y sigue y sigue… Es como el conejo de Duracell pero con ojos rasgados. Y nada de darse la vuelta y seguir dando la lata. Ella es orgullosa, altiva, soberbia y a tu negativa responde con una cara de asco que ni yo mirando al negro de Tribunal y un movimiento de cabeza que agita su coleta como diciéndote “Jódete, voy a volver a torturarte en menos de 3 minutos y si te vas a otro sitio, yo también estaré”. Ay, creo que mejor no la mato, la contrato de carcelera.
3. Las dependientas de la panadería de la esquina de la plaza de San Ildefonso con Corredera Alta de San Pablo. No tengo ninguna duda de que Pablo, el dueño del emporio de desayunos de Malasaña les debe pagar una auténtica mierda por estar explotadas de 8.30 a 14.30 y de 17.00 a 21.00 (me he fijado esta mañana), y eso si es que están aseguradas. Esas dos son lo más sieso, borde y desagradable de todo Malasaña. Uno, que de bueno tonto, baja a comprar el pan completamente feliz pensando en la suculenta comida que va a preparar y es verlas a ellas y se te hace una bola en el estomago al ver sus caras. Las Pili y Mili de las baguettes y los croissants desconocen vocabulario elemental como hola, adiós, buenos días, de nada, hasta luego… ni siquiera funcionan como loros de repetición por modelo de imitación del cliente. Si sigo comprando allí es porque el pan está bueno, soy adicto a los croissants de queso y jamón dulce y supongo que en el fondo debe gustarme ocultamente que me traten mal.
4. La persona que está detrás de la voz que anuncia las próximas salidas de trenes en la estación de Atocha. Esta señora o señorita de edad indefinida sin rostro me ha amargado profundamente la mañana. El volumen de sus decibelios y el timbre de su voz están por encima de lo que una persona humana puede soportar. Es penetrante como el olor del queso de cabrales, punzante como cien alfileres en la planta del pie, chirriante como un bandada de urracas graznando al unísono y desagradable como el timbre de voz de la anfitriona de mi campo de concentración. Le sacaría las cuerdas vocales y se las regalaría a la “Coletichina” para que se la apriete un poco más. Evidentemente la imagino fea, muy fea.
5. El repartidor de tarjetas (yo no digo flyers que soy español) de La Ofrenda (Rock hasta las 6) y todas aquellas personas que osan hacer cola para entrar en La Ofrenda (Rock hasta las 6). Esto sería un asesinato múltiple en toda regla, una matanza que ríete tú de Columbine. Por supuesto la culpa no sería una mía. Es una simple concatenación de hechos causa-efecto que llevan a un baño de sangre inevitable. Todo comienza al girar en una esquina y te topas con el repartidor de tarjetitas de La Ofrenda (que por supuesto te avisa de que ellos ponen Rock hasta las 6) y te invita a un chupito de sangría. Lo primero que se me pasa por la cabeza cada vez que me dice eso es chillarle dos cosas: 1. Rock hasta las 6, tú puta Madre. 2. ¿Sangría? ¡Eso a los Hermanos Alcázar, hostias! Después están los pesados que hacen cola por entrar a ese garito, al que evidentemente jamás he entrado o entraré. Es verles y desear tener un kaláshnikov entre las manos que los deje a todos en el suelo en cuestión de segundos. Bowling for La Ofrenda (Rock hasta las 6).
6. Los fumadores de puros. Una clase social deleznable que por el olor que desprenden son desde luego cualquier cosa menos humanos. ¿Cuál es el verdadero motivo oculto que empuja a los fumadores de puros a lanzarte bocanadas apestosas a la cara? ¿Es algún síntoma ancestral para marcar el territorio? ¿Un modo de comunicación por señales de humo no comprensible por el resto de habitantes del planeta? ¿Acaso son mofetas con abrigos de piel humana? Hay muchos misterios aquí encerrados. Prometo seguir investigando.
7. Pack 2x1. Nieves Herrero / Isabel Gemio. Tanto monta, monta tanto Isabel como Nieves. Lo de estas es un odio completamente racional que viene desde muy atrás. Creo que aún tenía todos los dientes de leche cuando oír la voz de Nieves de los Horrores ya me suponía un trauma similar a que me obligaran a tragar potajes de espinacas. Muy sinceramente creo que el trauma oculto de la dulce Nieves es no haber conseguido ser la cuarta niña de Alcasser. En cuanto a mi paisana Isabel Gemidos de Sorpresa… lo mejor que puedo decir de ella es que es una lástima que nunca se haya despeñado por las escaleras. Su risa endiosada y soberbia, su maldita rosa en la mano. ¡Puaj! Ella sí que merece que le den una sorpresa, una sorpresa de muerte.
8. Todos aquellos que se meten con Belén Esteban. La princesa del pueblo merece un monumento en cada plaza de España. La puerta de su casa de San Blas debería considerarse ya mismo lugar de peregrinaje obligado, y una vez al año reunirnos todos sus feligreses allí, como los musulmanes en La Meca, al grito de ¡¡Campanario Frena, Andreita no es tu nena!! Los que no comulguen con la religión oficial del estado, expulsados sine die hasta que se conviertan.
9. Las exparejas, examigos, exfamiliares o lo que sea. Anuncio que puedo asesinar, destripar y torturar a sueldo. Consecuencias de la crisis, que hay que subirse al primer carro que pase. No hago precio descuentos ni ofertas. Si disfruto haciendo filetitos de pollo muy finitos puedo prometer y prometo que no tendré ningún escrúpulo en dejar a vuestros seres odiados listos para echar a la cazuela.
10. Yo mismo cuando no me aguanto ni yo, pero como esto no va de suicidios sino de asesinar por placer… cierro la lista con mi abominable hermana. La ciclotimia viene de serie y sería lo más parecido a matarme a mí por cuestión de código genético.
Todo lo expuesto con anterioridad tiene un 99% de realidad y sólo un 1% de culpabilidad . Si cree estar dentro de alguno de los grupos de riesgo, consulte con su farmacéutico.