El tiempo de consumo se ha convertido en un tiempo dedicado al registro y a la constatación. No importa probar las cosas, sino constatar que reúnen todas las condiciones y exigencias que propone el mercado. No es casual, en este sentido, que se hayan disparado en los últimos años las televentas. ¿Quién necesita conocer el producto si lo que interesa es que responda a los estándares de funcionalidad e idoneidad?
El ser humano busca «estar bien», sí, pero porque primero tiene que estar en el mundo. El calor de la manta precisa de un cuerpo que calentar, y el cuerpo de un suelo donde pisar. Pero me pregunto si ahora, al nuevo consumidor, que busca constatar que está bien, le apremia «estar bien» como al hombre que buscaba bienestar le apremiaba estar en el mundo.