Los antológicos doce minutos de apertura, con su ensordecedor silencio, que culmina en un close-up sobre el rostro del pequeño Arlis mientra suena un disparo y el llanto de un bebé, son posteriormente matizados y ampliados - esa vieja regla de rebajar la tensión y no buscar impresionar a nadie, con la seguridad de haber introducido ya suficiente incertidumbre - gracias al carácter itinerante y episódico del film, lo que permite a Kloves aprovechar a fondo la fotogenia de los caminos, los moteles, los bar and grill o los campos de cereales y dejarse llevar por la música de George Jones, Willie Nelson o aquella mágica versión de "Blue moon" que hicieron los Cowboy Junkies, relajadamente y hasta con humor, para contar, a la vieja usanza, cómo se puede vivir con el peso de los acontecimientos que inesperadamente vuelven para atormentar la pacífica existencia de quien sólo aspira a recorrer una vez más, con su tranquila rutina, esa parte occidental de Texas, alrededor de la Route 20, desde Abilene a la frontera con México.
Ese es uno de los valores del film, que no se postula como un estudio detallado y con todos los cabos bien atados sobre cómo un pasado que nadie querría recordar gravita y marca totalmente el carácter de alguien y de todos los se acercan a él.
Lo malo es que, por todo ello, y especialmente por no resultar predecible, "Flesh and bone", con algunas cosas en común con el cine de Paul Newman, no será casualidad, acaba moviéndose en esa peligrosa "tierra de nadie" en la que han acabado pereciendo muchas películas que en otro tiempo habrían contribuido a engrandecer el cine americano.
Ser compleja, sutil, intensa y estar hábilmente retroalimentada por un guión de hierro (que ni lo parece) no son rasgos ya apreciables más que "en perspectiva", indetectables a tiempo sus virtudes, no de una película que es seguramente, sobre todo antes de sumergirse en sus imágenes, para una gran parte del público (no como "Bright angel" de Michael Fields, que corrió la misma suerte pero por llegar demasiado pronto) la antítesis de lo "indie".
Y aunque no lo es sino muy parcialmente, "Flesh and bone" hábilmente esquina los peligros de las road movies (bonitos atardeceres, escapadas a toda velocidad, peligro, iniciación y vida al límite... por no haber, no hay ni viento que alborote el cabello), pone los sentimientos delante de las palabras y deja a cada personaje, los perdedores y los espectros, tal y como los encontró.