Hay muchas formas de contar una misma realidad, cada uno puede percibir el mundo de una forma radicalmente distinta de cómo lo hacen el resto de los mortales. Algunos, por conveniencia económica o política, pueden guiar algún suceso hacia un lugar determinado. Este direccionamiento puede dar lugar a malentendidos o múltiples visiones de un mismo hecho, para lo cual alterar o distorsionar la percepción en algunos casos puede resultar injustificable y hasta desconectado de la realidad, y en otros casos no, depende de la finalidad. Lo que sí está claro es que la percepción y la realidad tienen significados muy diferentes. Esta idea hace referencia el curioso efecto Rashomon, un fenómeno cuyo origen está en una película de uno de los más grandes cineastas del siglo XX, el director japonés Akira Kurosawa. El efecto es un fenómeno producido a causa de la subjetividad y percepción personal de cada uno a la hora de contar un mismo evento real. Es decir, un hecho que varias personas han vivido, traten de describirlo, pero mezclando su percepción del suceso, lo cual hace que cada cual lo explique a su manera, olvidándose o exagerando unos aspectos u otros.
Por: Lic. Alejandro Marcó del Pont
El hombre es un animal que estafa, y no hay otro animal que estafe fuera del hombre
Edgar Allan Poe
El periódico globalista y escudero de la etérea energía verde, Financial Times, publicó un artículo con su interpretación que se condice con el pensamiento de productores y políticos occidentales acerca de las desmedidas ganancias de las seis compañías petroleras más grandes de Occidente, que obtuvieron dividendos combinadas de casi U$S 200 mil millones en 2022. Los resultados muestran que TotalEnergies (Francia) se une a Exxon Mobil, Chevron (EE.UU.), British Petroleum (Reino Unido), Equinor (Noruega) y Shell (Países Bajos) para registrar un aumento masivo en sus balances.
En el caso de Estados Unidos, el presidente Biden, de manera asombrosa, afirmó que las grandes petroleras estadounidenses invirtieron “muy poco de esa ganancia” para aumentar la producción nacional y ayudar a mantener bajos los precios de la gasolina. “En cambio, usaron esas ganancias récord para recomprar sus propias acciones, recompensando a sus directores ejecutivos y accionistas”.
Los productores y los políticos de Occidente, sobre todo los muy apegados a las empresas energéticas, padecen el efecto Rashomon –narrativas confusas y contradictorias sobre un mismo fenómeno–, ya que tras años de presionar a las trasnacionales petroleras de Occidente (Big Oil) para disminuir su producción, intempestivamente tanto la UE como Washington cambiaron de rumbo el año pasado cuando los precios subieron, y le pidieron a las empresas que aumentaran la producción o las ayudaran a adquirir reemplazos para los combustibles fósiles rusos luego de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Moscú.
Aquellas empresas que estaban mejor posicionadas para responder fueron las más recompensadas por los inversores. El gigante estadounidense ExxonMobil, que ha resistido la presión de descarbonizar más que cualquier otra gran empresa energética, aumentó la producción en 2022 y sus acciones subieron más del 50% en el año, al acumular un récord de 55.700 millones de dólares en ganancias.
Pero como muestra el cuadro, no fue Exxon Mobil la única premiada por el mercado. BP, la empresa que contaminó el Golfo de México con la derrama de su plataforma Deep Water Horizon en 2010, y dañó ese ecosistema, es la segunda vez que revierte su plan para alejarse del petróleo en favor de la producción de energía limpia, dado los desastres ambientales producidos, y que por conveniencia ha ido más lejos que otras empresas en sus compromisos con la transición energética. Pero este año anunció que reduciría el ritmo de descenso en su producción de petróleo y gas durante esta década, lo que significa que sus emisiones también se verán reducidas más lentamente. La producción de petróleo y gas del grupo ahora será menor solo un 25% para 2030, cuando se había propuesto una meta del 40%.
El cambio de sentido no sorprendió al ámbito energético, provocando la ira de los ambientalistas y agregando más combustible a los llamados a impuestos sobre las ganancias extraordinarias. Sin embargo, el mercado aprobó: las acciones de BP subieron más del 10% durante las siguientes 48 horas, alcanzando su nivel más alto en tres años y medio.
Ganancia extraordinaria seis mayores petroleras – en rojo y en millones de dólares –
Los políticos occidentales siguen comprometidos con la transición energética, eso no se puede poner en duda, no al menos en el papel. La UE ha acelerado los planes para implementar proyectos de energía renovable e hidrógeno en todo el bloque como una forma de reemplazar la dependencia de los combustibles fósiles rusos. Al otro lado del Atlántico, la Ley de Reducción de la Inflación de Joe Biden promete potenciar las inversiones verdes y acabar con la industrialización europea.
El resurgimiento de necesidades de hidrocarburos con ganancias extraordinarios para quienes dan respuesta a los requerimientos de la demanda con fuertes beneficios han planteado serias dudas sobre si las industrias heredadas y sus inversores alguna vez impulsarán la descarbonización. Más absurdo aún es pensar que las empresas que más se benefician de esa industria lideren el camino de su sustitución. De hecho, y siguiendo el manual teórico de un buen neoclásico, si esto existiera, estas empresas están configuradas para maximizar los rendimientos y el de sus accionistas. Y eso exactamente es lo que están haciendo.
Lo extraño es que muchos piensan que no debe verse como la sentencia de muerte el esfuerzo de Big Oil, al fracasar el intento de reducir la producción de combustibles fósiles, porque las ganancias destruyen las buenas intenciones. Habría que pensarlo o convertirlo en Big Energy, para lo cual el relato tendría que dirigirse a pensar que grandes compañías petroleras intenten hacer la transición de su modelo comercial de la manera correcta para que se adapten al futuro. El desafío para los directores ejecutivos es cómo llevar a cabo esta transición mientras se protege el desempeño financiero durante lo que promete ser una era de extrema volatilidad en los precios de las materias primas, a medida que el sistema energético mundial pasa de los combustibles fósiles a la energía renovable. Encantador relato.
Esa tensión del mercado se puede ver en la reticencia entre los ejecutivos de las grandes empresas de energía a apostar más por los inciertos ingresos futuros de las energías renovables. Shell, la compañía de energía más grande de Europa, duplicó sus ganancias en 2022, y llegó a casi U$S 39 mil millones, la más alta en sus 115 años de historia, pero no modificó sus planes de gasto de capital. Shell gastó 3.500 millones de dólares en su división de soluciones energéticas y renovables en 2022, lo que representa solo el 14% del gasto de capital total del grupo. Gastará aproximadamente lo mismo en 2023. Pero aún las compañías petroleras se quejarán de que no obtuvieron ninguna recompensa en el mercado por ser más ambientales que Exxon.
Bueno, la primera digresión que vimos fue pensar que quienes obtienen ganancias elevadas querrán cambiar el modelo, de fósiles a limpias, o parar la guerra en curso que tanto colaboró con el aumento de precios. Pero, aun así, con esas ganancias más altas en 115 años, los beneficios de este gigante del petróleo y el gas alcanzaron un récord en 2022, el doble del total de 2021. La mayoría de las ganancias del gigante de los combustibles fósiles provino de sus operaciones de gas.
No contenta con las ganancias exorbitantes, Shell se enfrenta a una denuncia de greenwashing en EE.UU., que no es más que lavado de dinero verde, como los narcos, pero sustentable. Es un término usado para describir la práctica de ciertas compañías, al darle un giro a la presentación de sus productos y/o servicios para hacerlos ver como respetuosos del medio ambiente.
Global Witness presentó una queja de lavado verde ante el regulador financiero de EEUU contra Shell. Dice que la compañía de energía está engañando a las autoridades estadounidenses, a los inversionistas y al público al etiquetar los combustibles fósiles como “renovables”. En 2021, Shell dijo que tiene como objetivo gastar entre U$S 2MM y U$S 3MM al año en energías renovables. Global Witness analizó las inversiones que Shell etiqueta como «soluciones energéticas y renovables» y descubrió que solo el 1,5% de su gasto total se destinó a la generación de energía eólica y solar.
En septiembre, los países de la UE aprobaron una legislación de emergencia que incluía un impuesto del 33% a las empresas de combustibles fósiles que excedía su promedio de ganancias de cuatro años en un 20%. El gobierno del Reino Unido también introdujo para financiar esquemas que ayuden a reducir las facturas de gas y electricidad que se cuadriplicaron para los usuarios.
Shell confirmó el 2 de febrero que había pagado 1.900 millones de dólares en cargos relacionados con impuestos sobre las ganancias inesperadas en el Reino Unido y la UE. Lo pagado en el 2022 como ganancia extraordinaria por estafar a los consumidores europeos es del 0.03% de sus ganancias. El efecto Rashomon es muy impresionante, porque políticos europeos y americanos creen que están tratando de poner justicia sobre los beneficios de las empresas. En el sur de América se está discutiendo esto, y es posible que muchos digan que un tributo de este tipo sería expropiatorio. Los políticos creerán que son unos osados transformadores de la matriz distributiva, y los CEO de las empresas que el país que los grave está atentando contra el mercado, la propiedad privada y la maximización de beneficios.
La discusión se termina cuando las asimetrías del poder vuelven imposible ejecutar tal decisión, y la puerta giratoria lleva a los funcionarios a ocupar cargos en las empresas energéticas y viceversa. Las energías verdes pueden combatir el calentamiento global, siempre que sean un gran negocio.
Alejandro Marcó del Pont