«Señores pasajeros, en estos momentos daremos comienzo a nuestro servicio de a bordo, gracias».Un leve tono me sacude de la meditación. Mi padre, cansado de la prensa que en su día denominó "mentirosa", me intercala preguntas de nada y de todo. A veces se ancla en mis lecturas abiertas.
-¿Y de dónde es este hombre?...Joer, Kirmen Uriiibe...¡Vaya nombre!...Bis-cai-ga...Buf, véte a saber dónde estará eso.Con una sonrisa inclinada le corrijo el lapso visual de sus lentes. Explico que él es de Ondarroa, Vizcaya, y que escrito en euskera es Biskaia. Es un punto de inicio sin retorno cuando ambos nos sulfuramos sonrientes con estas cuestiones y construimos un ovillo de palabras. Que por qué no lo escriben en cristiano, que si de verdad tan bueno es, que si el otro libro que leí, Saramago, Lanzarote, los inmigrantes, las vivencias, tus padres, treinta años, Arrecife. Quedo, desinflado, pienso en la memoria y su función. «Señores pasajeros, en breves instantes vamos a comenzar con el descenso. Por favor, abróchense los cinturones de seguridad y asegúrense de que los asientos se hallan en correcta posición, gracias.»
Kirmen Uribe leyendo a Kirmen Uribe.
Dudábamos si la arisca y ocre tierra era Fuerteventura o Lanzarote. El propio mar era incapaz de moldearnos una idea. Como azulada plastilina, entumeciendo sus olas, exhibía su existencia como un abismo que bajo la luz solar negaba todo temido llanto. Aquel minúsculo ojo de buey albergaba un inmenso paisaje, constante y cambiante a la vez, desafío esporádico de las agujas y las estaciones que, sinceramente, nos tenía absortos. Y yo pensaba. En realidad pienso constantemente. Pensaba en todo y nada durante 40 minutos a bordo del Madeira. Pensaba justo en estas menudencias como, por ejemplo, si alguien se fijaría en los nombres de los aviones y de las chalanas o acaso de los edificios. O en lo que decía Iván Ferreiro unas páginas más atrás de Kirmen Uribe, que todos somos raros, locos, unos marcianos y que lo sorprendente es que nadie suscriba un manifiesto o se proclame públicamente como tal. O que tenía que haber escrito hace tiempo una entrada en mi blog acerca de aquella novela llamada Bilbao-New York-Bilbao sobre la cual delegué mis pupilas antes que en la revisión de temas como la neolitización. Ronroneaba mis pensamientos. Ronroneaba quizás con mucha insistencia al no hallar la manera perfecta de forzar, desequilibrar, moldear una forma y transmitir fluidamente un mensaje. Quería en todo momento calcar el hecho de viajar en un zumbido, hallar una lectura que me calcaba a su vez. Sí, suena confuso si no se sabe que Bilbao-New York-Bilbao trata de un escritor llamado Kirmen Uribe que, durante su viaje en avión a New York, comienza a abrir las puertas del pasado, relatar vidas e historias, reflexionar sobre el proceso de escritura, los recuerdos, todo.