He leído (y comentado en el blog) dos libros de Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, Bolivia, 1967), las novelas Río Fugitivo y Norte. La primera es estupenda, y la segunda, con algún altibajo, me pareció una buena novela. En la pasada feria del Libro de Madrid, cada día del fin de semana rastreaba internet con la intención de detectar la presencia en la feria de algún autor del que me apeteciese que me firmara uno de sus libros y con el que compartir unas breves palabras. Me gusta la feria del Libro de Madrid, y me gusta acudir a ella, comprar libros y apoyarla.
Uno de los últimos días de esta feria de 2013, me bajé (ahora vivo muy cerca del parque del Retiro, donde se celebra) a última hora de la mañana de un domingo (creo) para comprar el libro de relatos Billie Ruth, del que recordaba una buena reseña en El Cultural de El Mundo a cargo del escritor Ernesto Calabuig, con el que sueno coincidir en gustos. Al salir a la calle empezó una leve, pero insistente, tormenta de verano, y me resultó agradable conseguir refugiarme bajo el toldo de la editorial Páginas de Espuma en un Retiro de paseantes en desbandada y allí poder cambiar unas palabras con Edmundo Paz Soldán. Las dos veces que le había escuchado hablar (ambas en la Casa de América de Cibeles: en la presentación de su novela Norte, y en un evento del Día del Libro, donde él hablaba sobre la escritora brasileña Clarice Lispector) me pareció una persona agradable, tímida y sin afectaciones extrañas. Así (a aquella hora no estaba muy ocupado) pudimos charlar unos minutos sobre los autores de ese pequeño boom de la literatura boliviana en España de la que él parece ser el mejor embajador: Rodrigo Hasbún, Maximiliano Barrientos, Giovanna Rivero o Liliana Colanzi.
Ha sido en el mes de octubre cuando me ha apetecido leer Billie Ruth. Como ya he dicho, la reseña de Calabuig en El Cultural fue bastante entusiasta sobre este libro, pero he de decir que lo empecé con cierto recelo: había leído el primer relato hacía semanas y la verdad es que no me había gustado demasiado. Que un escritor sea un buen novelista, en ocasiones, no implica que domine la distancia del relato. Las alarmas me saltaron una vez leídos los tres primeros cuentos: no me gustaron, o al menos no me parecían que tenían la calidad que yo esperaba de un libro de un autor destacado como Paz Soldán y de una editorial de referencia en el mundo del relato como es Páginas de Espuma. Afortunadamente fue una falsa alarma: los tres primeros relatos son los más cortos del conjunto y para mí sin duda los más flojos. Los doce restantes me han gustado bastante más, sin embargo. Además los tres primeros relatos son sólo ocho páginas, y esta suma es menor que la media de páginas de cada uno de los otros doce.
Para comentarlo voy a dividir al libro en los tres bloques (personales) que me ha parecido detectar:
Primer bloque: sería el formado por los cuatro primeros relatos: El acantilado, Casa tomada, Bernhard en el cementerio y Extraños en la noche. Ya he dicho que entre los tres primeros sólo suman ocho páginas. El acantilado, por temática, podría asociarlo a los relatos que voy a comentar en el segundo bloque, pero por composición es una creación inferior a estos cuentos. Casa tomada es un breve cuento de fantasmas (dos caras de cuento) que no saben que están muertos, un cuento impropio del gran escritor que es Edmundo Paz Soldán, y que parece el ejercicio de un alumno con soltura sintáctica en un taller literario. El de Bernhard, donde se recrea una estampa de la vida del prestigio escritor austriaco, me ha parecido que tampoco tenía el suficiente desarrollo como para ser un relato con capacidad para emocionar. El cuarto, ya algo más largo, aunque no está a la altura de los restantes del libro, ya me ha gustado más: se recrean los problemas de una pareja en un contexto donde también se habla de diferencias sociales y de violencia. Me ha recordado a alguno de los cuentos del brasileño Rubem Fonseca.
Segundo bloque: formado por seis cuentos, los titulados Díler, Los otros, El ladrón de Navidad, Roby, Volvo y Ravenwood. Estos seis cuentos tienen una temática común: recrear el mundo de los adolescentes que empiezan a ser adultos, normalmente en un contexto de problemas familiares (casi todos los adolescentes sobre los que Paz Soldán posa la mirada en estos relatos sufren la separación o el distanciamiento de sus padres). En Díler un adolescente acompaña a su padre en coche mientras reparte droga en un barrio pudiente de la ciudad, en el que vivía la familia antes del divorcio de los padres. En Los otros un adolescente cree que alguien ha suplantado a su padre: “El que no siente de vez en cuando que sus papás no son sus papás, que levante la mano”, leemos en la página 38. Los mejores de este bloque me parece los relatos El ladrón de Navidad, sobre otro adolescente, aficionado a los pequeños hurtos, que viaja desde Bolivia con su madre a Miami; Roby sobre la fascinación de un chico por el hermano de su amigo, un posible asesino; y Volvo, donde se evoca el viaje de estudios de unos chicos de clases media de Cochabamba a la ciudad de Tarija. Tres cuentos realmente potentes.
Tercer bloque: formado por Billie Ruth, Como la vida misma, El Croata, Srebrenica y Azurduy. Con Ravenwood Paz Soldán abandona la temática de los adolescentes (o niños, en este caso) con padres separados y podríamos decir que a partir de este cuento (donde la visión del hijo sobre sus progenitores no es la dominante, como en los anteriores) se inicia un nuevo camino narrativo, donde se atiende a problemas de personas adultas, aunque casi siempre se trata de personas adultas jóvenes. Billie Ruth es el relato más autobiográfico del conjunto y uno de los mejores: en él se narra la experiencia de un estudiante boliviano que estudia en el sur de Estados Unidos gracias a una beca deportiva para practicar fútbol; experiencia vivida por Paz Soldán. Billie Ruth es el nombre de una chica muy particular que va a conocer allí. Como la vida misma es un relato coral sobre la tristeza de los ex jugadores de fútbol. El croata, por su tono melancólico, me parece uno de los mejores relatos del conjunto. Aquí se narra la relación de un enfermero, que vive con su madre, con un ex ídolo del deporte al que cuida en su lecho de muerte, mientras intenta relacionarse con una vecina. Srebrenica transcurre en Bosnia: sobre una joven antropóloga que tiene que desenterrar cadáveres en una fosa común de la reciente guerra de los Balcanes. Azurduy se interna en la Bolivia profunda, donde la superstición y la violencia dominan la vida: un entusiasta maestro de ciudad decide dar clases en un pobre pueblo minero. Este es el cuento con más componente social del conjunto. “A veces me preguntaba si se trataba de una broma o un desafía divinos el haber puesto a gente tan distinta para que se las arreglasen para vivir en el mismo país” (pág. 143)
Como reflexión final apuntaré que realmente me parece muy arriesgado colocar los cuentos más flojos de un libro de relatos justo al principio: es probable que el posible comprador hojee el libro en la librería, lo abra y lea su primer cuento de tres caras, y si no le convence ya no compre el libro. Creo que es mejor usar en los libros de relatos el mismo truco que usaban los músicos en los LPs: coloca el mejor tema el primero para que todo el LP se identifique con su fuerza. Para mí el libro hubiera sido más redondo si el editor o el autor hubieran tomado la decisión de eliminar los tres primeros cuentos, porque me han resultado muy inferiores a los doce restantes. Pero esto no enturbia la sensación final: Billie Ruth es un más que notable libro de relatos, con algunas piezas verdaderamente grandes, entre las que destaco El ladrón de Navidad, Roby, Volvo, Billie Ruth y El Croata, cuentos donde el gran escritor Edmundo Paz Soldán desarrolla de verdad sus dotes como narrador, y me demuestra que además de ser uno de los novelistas más potentes del nuevo panorama de la narrativa hispanoamericana también puede ser considerado uno de los nuevos nombres del relato hispanoamericano.