Bingo Ringo! - Parte II: En el Luna Park

Publicado el 22 noviembre 2011 por Bitacorock

All-Starr Band
Luna Park, Buenos Aires
8 de noviembre de 2011
( fotos propias)

Dondequiera que vaya, escenario que suba o estudio que visite, Ringo Starr caminará siempre bajo el aura dorada de los Beatles. Podrá tener 40 años o haber llegado a sus asombrosos 71 con esa fisonomía intacta... Podrá tocar con un aprendiz del rock o junto a las más poderosas luminarias del género... Hacer un show de 15 minutos u otro de 3 horas... Siempre, siempre, por más que él mismo intente perderlo en el camino, su pasaporte Beatle estará presente, condición más que suficiente para colmar estadios y desatar el delirio del público, dirigiéndolo al más rotundo éxtasis sin esfuerzo alguno.

Es tal la huella que los Beatles han horadado en el corazón de millones de melómanos de todo el mundo y aún tan fuerte la atracción que su nombre ejerce en cada uno de nosotros -como si el paso del tiempo, debilitante natural de gran parte de las emociones humanas, hubiera discurrido en otra dimensión y no en la nuestra- que cualquier acontecimiento que los recuerde será motivo, por sí sólo, de dicha plena. Más aún si tal acontecimiento involucra la presencia activa de uno de ellos. Esta es una realidad que tanto Paul McCartney como Ringo Starr -por suerte los dos aún en carrera- conocen, aceptan y respetan, no sólo en nombre del grupo que los convirtió en celebridades mundiales, sino también a la hora de rendir el merecido homenaje a John y George, sus compañeros de equipo cuyas vidas se fueron por un desdichado atajo.

Podrá hablarse de nostalgia, de glorias pasadas o de un presente a toda máquina. Podrá discutirse si Ringo es o no un destacado baterista y cantante. ¿Acaso importa? Cada uno de nosotros concurre a este tipo de conciertos con sus propias expectativas, y en lo personal puedo decir que las mismas nunca quedaron por encima del espectáculo ofrecido.

Con sus instalaciones abarrotadas por un público previsiblemente de todas las edades, vitoreando a esa leyenda viviente sobre el banquillo de la modesta Ludwig en el centro del escenario, el Luna Park se desperezó para guardar otra noche memorable en su largo historial. Antes eran los fósforos encendidos. Hoy -afortunadamente más seguras que aquellos- son las pantallas de cientos de cámaras digitales los elementos que otorgan un extraño matiz luminoso, el que esta vez brotaba del sector campo frente al escenario. Por momentos, esas luces tenues parecían un mágico polvo que caía de la estrella sobre el telón de fondo. Fantástico background para una banda que precisamente se llama All-Starr.

Y sí, una All-Starr con todas sus letras, que expone ocho verdaderos profesionales sobre el escenario y un par de prodigiosos en su/s instrumento/s. Porque es obvio que además del carisma de Ringo y la mayor parte de sus Starrs, las palmas del público batieron a cien por hora tras sendos mini-shows ofrecidos por el crazy guy Edgar Winter, que todo toca... y bien, y el recatado Rick Derringer, que poco prometía descargarse con semejante solo en su roja Gibson ES-355.

Si alguien nos dejó con ganas de escuchar su "momento de gloria", ese fue Gregg Bissonette. Pero su portentosa batería estuvo presente en todo momento: ya fuere liderando el ritmo cuando Ringo de un salto encaraba hacia el micrófono o a grandes zancadas desaparecía entre bambalinas para dar lugar al lucimiento de sus compañeros; o bien acoplando el sonido de parches y palillos luminosos al de la Ludwig para conformar un dúo de bateristas en armoniosa consonancia.

Digna de mención fue la simpatía desplegada por Wally Palmar, Richard Page, Gary Wright (este último siempre dirigiéndose al público en un entendible castellano) y el veterano de la All-Starr, Mark Rivera, que acompaña la banda -on and off- desde 1995.

Entre todos se las ingenian para embriagar a la audiencia con ese glamour de los '80, '70 y, claro, los '60, a través de clásicos de las bandas por las que cada uno de ellos ha transitado, más allá si dicha audiencia está o no familiarizada con tales clásicos. La fiesta es general. Pero cuando llega el turno de algún clásico Beatle el público desborda. Al fin y al cabo, es como dijo Ringo al arrancar "Yellow submarine": "si no conocen esta canción es porque vinieron al lugar equivocado".

Este increíble mago de enorme sencillez, enjuto, de barba y pelo ralo, anteojos (recetados) y vestido de negro, que porta la misma estampa que ostentaba hace dos décadas y canta casi con la misma voz de hace casi medio siglo, que a los 71 años brinca y corretea por el escenario como si tuviera 25 y que ha vivido lo que muchos ni siquiera conocemos, deja varias enseñanzas en cada show. No conforme con esto, también deja su música y su halo legendario.

Es que Ringo podrá ofrecer las mil y una variantes de su multifacética vida artística, pero, como apuntamos al principio, su magnetismo Beatle habrá de acompañarlo siempre.

Un auténtico momento mágico para los que tuvimos la dicha de dejarnos atraer por semejante imán.

Otras crónicas y detalle de temas interpretados: