Biocarburantes: un problema moral

Por Gonzalo

Pero parece que tanto Europa como los Estados Unidos están apostando por los biocombustibles, ¿no es cierto?

El país donde el bioetanol es ya hoy una alternativa seria al petróleo es Brasil. Europa y EE.UU. lo están fomentando seriamente pero ello, a su vez, levanta muchas voces críticas.

¿Por qué?

Porque no está en absoluto claro, está muy confuso. Verá, está en trámite una Directiva Europea, que es como sabrá la forma de gobernar de Bruselas, que en caso de aprobarse obligaría a los países comunitarios a utilizar en el año 2020 un 10% de energía biocombustible en los transportes. Los principales países, Alemania, Francia, Gran Bretaña y Holanda, se oponen porque ponen en tela de juicio que estos combustibles reduzcan realmente las emisiones de CO2. Por el contrario, hay quien opina que su producción (excepto en el caso del etanol) comporta la destrucción masiva de bosques y humedales, con efectos nefastos en el cambio  climático. Se duda de que los biocombustibles sean ecológicos.

¡Vaya!

Pues parece que es así. Pero es que, además, crea otros muchos graves problemas, en especial un efecto fatal sobre el precio de los alimentos: un incremento del 83% en los últimos tres años. Piense en el efecto en el Tercer Mundo.

Según el Banco Mundial, el precio del arroz se ha triplicado en tres años, el del trigo se ha incrementado un 191%, y el conjunto de productos agrícolas ha subido un 83%. Mientras tanto, en los EE.UU., los autobuses escolares, aquellos preciosos buses amarillos de Snoopy y Charly Brown, deben consumir obligatoriamente bioetanol.

Ha habido un incremento de demanda sin precedentes, según afirma Gordon Davis, CEO de AWD Ltd, el mayor exportador de trigo del mundo.

¿Y todo ese incremento es debido a su uso como biocarburantes?

Se dice que las sequías y el aumento de la demanda internacional pueden explicar una parte del fenómeno, pero hay un serio consenso en la opinión especializada internacional de que el origen es, básicamente, el destino energético de los productos alimenticios.

A ver si lo entiendo. ¿Se destinan productos alimenticios, no a la alimentación sino a sustituir a la gasolina, y por ello sube su precio?

Es exactamente así. Y no únicamente eso, sino que, adicionalmente, se les subvenciona con fondos públicos. Y, como acabamos de ver, se pretende obligar a ello en Europa, mediante una Directiva.

Esto está creando hambrunas en algunas áreas del tercer mundo, como no se habían visto. En estos momentos hay un importantísimo debate global sobre este tema y la tesis dominante es que debería pedirse a las autoridades americanas y europeas que rectifiquen su política, porque no es ecológicamente positivo, y socialmente es fatal.

Según Intermón Oxfam, debe anularse el proyecto de exigir el consumo del 10% de biocombustibles en 2020. Según la ONG, “las emisiones de carbono debidas al cambio de uso de la tierra para producir aceite de palma podrían superar 70 veces el ahorro energético que la Unión Europea confía en alcanzar con el uso de los biocarburantes”.

¿Pidean acabar con los biocombustibles?

No. Limitarlo a biocombustible de “segunda generación”, es decir, aquellos provenientes, no de alimentos, sino de las basuras domésticas, de residuos agrícolas y de otras fuentes que no distorsionen el precio de los alimentos básicos en los países del Tercer Mundo y no agredan el ecosistema.

Pues sí que estamos bien. ¡Y eso que se trata de una enegía alternativa!

¡El revuelo que han montado, básicamente los americanos, es de aupa! Es impresionante. El Director del Fondo Monetario Internacional, FMI, el francés Dominique Strauss-Khan, ha dicho, ni más ni menos: “Si los precios siguen creciendo, las consecuencias pueden ser terribles”, “este tipo de situaciones acaba a veces en guerra”.

¡Santo Dios! ¿La guerra por los biocarburantes, como continuación de las guerras por el petróleo en Oriente Medio y las del gas en el Caspio?

Esto no lo dice…

Pero parece un tema de máxima relevancia global.

Si. Por ejemplo, en la cumbre del G-8 celebrada en Japón en Julio de 2008, la oleada de disturbios a raíz del descontrol en el precio de los productos alimenticios acaecidos en países tradicionalmente aliados estratégicos de los EEUU (Egipto, Indonesia, por ejemplo) inquietaron a sus miembros y protagonizaron la reunión.

El potentísimo Consejo de Relaciones Extranjeras de Washington, en boca de su representante Stewart Patrick, afirmaba: “vamos a tener que garantizar necesidades materiales en países alidados en lugar de cambiar ideologías e instituciones políticas” y añadía “el próximo presidente de los EEUU tendrá que hacer frente a la seguridad energética y a la inseguridad alimentaria con el mismo entusiasmo que Bush puso en la agenda de la libertad”.

Un poco cínico este señor, ¿no?

Ciertamente, sí, pero digamos que cumple con su trabajo. Según informaba Andy Robinson, periodista corresponsal de La  Vanguardia en EEUU, con fecha 07.07.2008, un informe clasificado del Centro Nacional de Inteligencia de los EEUU. advierte por primera vez del riesgo para la seguridad nacional (de ellos, claro) del cambio climático, citando el peligro de hambrunas y guerras de recursos. James Ludes, del Consejo Americano de Seguridad, le confesaba: “se teme que podamos ver hambrunas de una dimensión sin precedentes en países inestables; esto crea oportunidades para el extremismo”.

¿Y qué países son los principales productores de biocarburantes?

Según cifras correspondientes al año 2006, EE.UU. y Brasil copaban el 70% de la producción mundial de bioetanol. Por su parte, Alemania y Francia producían el 80% del biodiesel mundial.

Pero, ¿por qué suben tanto los precios de los productos alimenticios? ¿Es realmente culpa de los biocombustibles? ¡El otro día, en el súper de la esquina, me esgrimieron este argumento para justificarme el increíble incremento del precio de mi paquete de cereales para el desayuno!

Las cosas difícilmente son debidas a una única causa. De todas formas, no iba desencaminado el encargado de su súper. Los elementos utilizados son, básicamente, azúcar, maíz, trigo, soja, colza, girasol, palma, cebada, mandioca, melaza, etc, es decir, los mismos elementos que comemos nosotros directamente, o los animales con los que posteriormente nos alimentamos.

A la crisis alimentaria, con dos sólidos y trágicos fundamentos en el incremento de la demanda mundial y en el cambio climático, le ha llegado un nuevo y potente elemento distorsionador: la utilización de productos, en principio destinados a cubrir el déficit en la alimentación planetaria, para sustituir al petróleo. El FMI sostiene que el 20% de la producción mundial de maíz y el 50% de la de colza se han destinado al biodiesel. Es más, parece que “TODO el incremento en la producción de maíz del mundo, desde el año 2004 hasta la actualidad, se ha destinado a la producción de biocarburantes en los EE.UU.

¡Esto es muy fuerte!

De verdad que sí. Durante los años de la guerra fría, EE.UU. consideraba la “seguridad alimentaria” como una barrera

de contención del comunismo en regiones del tercer mundo (con ese argumento enviaba allí los excedentes de granos híper-subvencionados en EE.UU y Europa, excedentes que ahora van a cubrir, cobrando, la demanda alimenticia de China e India).

Pues bien, el coordinador subregional de la FAO en Etiopía, Mafa Chipeta, ironizaba recientemente: “nos vendría muy bien que la amenaza comunista volviera”.

Le entiendo

Hay un par de casos bien representativos porque atañen a dos productos muy populares y, en cierto modo, simbólicos: en México, el precio de la popular “tortilla de maíz” llegó a ver su precio casi triplicado durante el años 2007; en el mismo año, en Italia se llegó a organizar una jornada boicot a la compra de pasta en protesta por su incremento de precio.

Le voy a explicar otro caso, también muy próximo a nosotros: Argentina.

En Argentina tienen de todo, ¿no?

Efectivamente, vacunos y cereales por doquier. Se hicieron de oro alimentando a Europa y a Estados Unidos durante ambas guerras mundiales.

¿Y qué ha pasado ahora con ellos?

Pues que al famoso vacuno argentino le ha llegado el efecto de los biocarburantes. Verá, las plantaciones para finalidades energéticas con biocarburantes recogen beneficios cada seis meses, mientras que los pastos para vacunos, cada varios años. Resultado inmediato: los gauchos redujeron los pastos para vacunos e incrementaron las plantaciones de biocarburantes. Consecuencia final: incremento del costo de la carne de vacuno hasta triplicar el precio habitual en Argentina. Fenómenos similares se han producido con el maíz en México.

Además, dicen algunos expertos energéticos que todo esto no es una solución rentable, por cuanto durante su proceso de producción se consume más energía de la que se produce. Y además, el propio Strauss-Khan ha afirmado que los biocarburantes “plantean un problema moral, al acaparar productos agrícolas básicos”.

fuente: ECONOMÍA COTIDIANA, Diálogos inteligibles sobre nuestras finanzas de cada día.   (JORDI CARBONELL).

Foto de portada: TooFarNorth