Bipartidismo de bloques

Publicado el 11 septiembre 2019 por Abel Ros

El otro día, recibí un correo de André, un politólogo francés que sigue el blog desde los tiempos indignados. Aparte de impartir clases en el Instituto de Estudios Políticos de París, escribe columnas de opinión para diversos medios del país. Hijo de emigrantes andaluces, no entiende por qué, en la Hispania del ahora, el multipartidismo ha fracasado. No entiende por qué la partidocracia está por encima de las luces largas del suarismo. La fragmentación de la izquierda y la derecha solo ha servido para la parálisis institucional. Una parálisis que daña nuestra imagen internacional, desincentiva la inversión económica y desalienta la soberanía popular. La falta de entendimiento entre Iglesias y Sánchez pone en evidencia el abismo que existe en el núcleo de la izquierda. Un abismo que justificaría, de alguna manera, la convocatoria inminente de nuevas elecciones.

Más allá de las nuevas elecciones, España tiene dos problemas esenciales. Uno, estructural y otro, cultural. El primero tiene su origen en la rigidez constitucional. La dificultad para cambiar nuestro sistema electoral, nuestras reglas de juego, impide corregir el sesgo de las investiduras fallidas. La necesidad de más síes que noes supone, en ocasiones, escenarios de aritmética parlamentaria complicados de salvar. Escenarios como el actual donde el candidato más votado quiere y no puede gobernar. Esta paradoja democrática, e institucional, conduce a un callejón sin salida. Un callejón de tiempos perdidos, estancamiento institucional y desesperanza electoral. Así las cosas, la reforma constitucional serviría para que gobernase, tras dos investiduras fallidas - por ejemplo -, el partido que atesorase más diputados en los escaños del hemiciclo. De esta manera, Sánchez sería, en este caso, - si fallara un hipotética segunda investidura - el presidente del Gobierno. Esta medida consistiría en extrapolar las reglas del corporativismo local - la constitución de los ayuntamientos - a la esfera nacional.

El segundo problema esencial, el cultural. La cultura política de nuestro país explica, en buena parte, su ingobernabilidad. Desde los tiempos felipistas, la izquierda siempre se ha llevado mal. Más allá de la unificación de las derechas por parte de Aznar, la izquierda nunca ha estado unida. Nunca ha habido una fusión o absorción del pez grande sobre el chico. Y nunca ha habido una integración formal y pacífica entre "comunistas" y "socialistas". Esta enemistad entre "rojos buenos" y "rojos malos" no ha sido un obstáculo hasta el momento. Y no lo ha sido, queridísimos amigos, porque el socialismo de Felipe siempre tuvo el comodín nacionalista. Hoy, las tornas han cambiado. Los socios nacionalistas, son condición necesaria pero no suficiente para salvar la investidura. Hace falta que entre rojos haya acuerdo. Hace falta que el socialismo se "podemice" y que Podemos se "socialice". Solo así, cosiendo un frente popular se conseguiría un bloque de izquierdas. Un bloque que, tarde o temprano, tendría su respuesta en una unificación de las derechas. De esa manera, entraríamos en un bipartidismo de bloques ideológicos. Un bipartidismo necesario para evitar la reforma constitucional y conseguir la estabilidad parlamentaria.

Por Abel Ros, el 11 septiembre 2019

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