La vuelta de Ben Vida bajo el nombre de Bird Show esta vez viene arropada por la presencia de músicos de la escena independiente de Chicago: los Tortoise John Herndon y Dan Bitney a las baterías, Jim Baker con su Arp 2600 acompañando al Moog Voyager de Vida y, cerrando la formación, tenemos a Josh Abrams al contrabajo (éste ha acompañado a Vida en otros proyectos como Town & Country, donde también jugaban con mutar las formas del jazz).
Bird Show, nos tenía acostumbrados a discos más cercanos al folk psicodélico que caracterizó, en parte, a la escena independiente la década anterior, como los tres que editó en Kranky. También pone de manifiesto la actitud colaborativa que ha marcado su trabajo durante todos estos años.
En dos días de sesiones, dan con una serie de improvisaciones donde las percusiones y ritmos de bajo circulan con sentimiento jazz y los sintetizadores vintage se centran en dar un acompañamiento psicodélico cercano a la electrónica de Stockhausen, Morton Subotnick y demás luminarias pioneras de aquella época. Muestra de estos sonidos, los concretan en las breves y minimalistas Little Song y BSB Synthesizer Solo.
Quitando una improvisación en forma de cuarteto, de breve duración y centrada en el groove, la carne se pone en las cuatro restantes composiciones bajo la forma de quinteto, donde despliegan un arsenal de ritmos y sonidos que, auspiciados bajo el sentido de una improvisación, muestran una frescura y colorido pasmosos, recordándome en algunos momentos a cruces exóticos entre Dizzie Gillespie con Sun Ra, discos del mítico Larry Young en solitario (del disco Lawrence of Newark del ‘73) o con locuras como las de Love Cry Want (uno de los discos más intensos de la historia oculta del jazz), o el groove más psicodélico de los discos de fusión de Miles Davis.
El sonido orgánico que despliega este quinteto en cortes como Quintet One, con una base rítmica inicial cercana a la música africana, a la repetición del kraut, con una marcial línea de bajo rebosante de espiritualidad y con los sintetizadores entrelazándose en armonía, o atropellándose con una rítmica de post-bop mutado en Quintet Two, meditando en paz en la gentil Quintet Three y cerrando el disco con un corte más free en Quintet Four. Así, en poco más de treinta y cinco minutos, te han dejado los sentidos impregnados por el aire visceral y energético de su propuesta, pidiendo más.
El resultado es un disco atrevido que mezcla con acierto y frescura sonidos tan añejos como los del jazz fusión como con los pioneros de la electrónica de toques progresivos y de ciencia ficción. Pero, con un poder de atracción que no sólo acerca al oyente de músicas más cercanas a la improvisación, sino que tiene un latido que puede empapar al público indie más atrevido. Ahí decides tú.
Publicado en underdogs