Tal vez porque es el que hice durante mucho tiempo cuando mis hijos iban a la guardería. Las profesoras nos daban la receta a los padres para que todos los pasteles que llevaran los niños fueran iguales. De eso ya hace 16 años, la edad de mi grandullón.
Tal vez, por eso mismo, es el bizcocho preferido de mis hijos. Cuando me oyen trastear en la cocina, preguntan: "mama, cuál vas a hacer?", "de yogur!", entonces viene un "bieeeeeen" que me encanta!
Tal vez no, seguro que ésa es la razón. Por mis hijos.
Es muy muy sencillo de hacer y las medidas son las del propio vaso de yogur, sin complicaciones de medidas ni báscula. Y lo más importante, está muy bueno!
Precalentamos el horno a 180º y preparamos el molde que vayamos a utilizar untándolo con mantequilla y espolvoreándole harina. Nosotras esta vez hemos utilizado un molde de Bundt Cake (forma de rosco). En un bol mezclamos los huevos con el azúcar hasta conseguir una crema blanquecina y consigamos duplicar su volumen. Incorporamos el yogur, el aceite, la ralladura de naranja y la vainilla.
Por último, añadimos la levadura y la harina tamizadas, y mezclamos hasta que esté todo bien incorporado.
Ponemos la mezcla en el molde y horneamos durante 40-45 minutos o hasta que esté doradito y al pinchar con un palillo salga limpio.
Desmoldamos y cuando esté frío lo decoramos con azúcar glas.
Y ya está. Así de sencillo.
Es la base perfecta para añadir cualquier ingrediente que os guste: manzana, chocolate, frutos secos... imaginación al poder!