La Inglaterra medieval se encuentra bajo la sombra de la peste negra. En este mundo apocalíptico, lleno de temor y superstición, un joven monje llamado Osmund es el encargado de dirigir a un caballero llamado Ulric y a su grupo de mercenarios a un pantano remoto. En su búsqueda tratan de cazar a un necromante, alguien capaz de devolver la vida a los muertos, que al parecer se encuentra al frente de una aldea libre de la terrible enfermedad. Debatiéndose entre su amor a Dios y su amor a una joven mujer, Osmund descubre que el necromante es una misteriosa y bella mujer llamada Langiva.
Grata sorpresa la que me he llevado con Black Death, una película de la que no había tenido noticias hasta hace bien poco. Su argumento me atrajo desde un principio y la presencia de Sean Bean me dió el empujoncito necesario para darle una oportunidad, cosa de lo que no me arrepiento para nada. Black Death es una película ambientada en 1348, una época oscura y deprimente en la que Europa se halla sumida en un auténtico infierno: la peste negra campa a sus anchas por el Viejo Continente asolándolo (se dice que acabó con entre un 40 y un 60% de los habitantes de Europa...). Este escenario tan terrible, donde las ciudades parecen cementerios y las calles se encuentran repletas de cadáveres putrefactos, es el marco para la cruda historia que nos trae Christopher Smith (director de quien tengo pendiente reseñar la magnífica Triangle).
La puesta en escena es realmente magnífica y cuidada en todos sus aspectos. Hasta el más mínimo de los detalles funciona aquí al servicio de una atmósfera lúgubre, sobria y realista a más no poder, mostrando la realidad de la època con una crudeza y veracidad que se echa en falta más a menudo en el mundo del cine. En Black Death no hay una banda sonora épica ni estridente ni coreografías imposibles, sino una música tétrica que refleja la deprimente realidad del momento y violencia sucia y sin adornos. Sin duda, es una historia de corte medieval distinta a los planteamientos al uso del Hollywood. Está claro que el hecho de que el director sea británico influye de forma decisiva en buen resultado final.
De nuevo un carismático Sean Bean interpreta a un personaje muy en la línea del gran Boromir de El Señor de los Anillos (Bean parece haber nacido para este tipo de papeles). En esta ocasión dará vida a Ulric, un despiadado caballero cristiano al servicio de Dios con un objetivo claro por el que no cederá ante nada ni ante nadie. Impecable una vez más el actor de Sheffield, al que pronto veremos convertido en Eddar Stark en la serie de la HBO que adapta Juego de Tronos (podeís seguir todas las novedades de la serie en Sonia Unleashed...).
Tampoco lo hacen nada mal Eddie Redmayne como el joven monje Osmund y Carice Van Houten como Langiva. El resto del elenco contribuye a la sensación de realismo y seriedad del film con unas actuaciones comedidas y sobrias, que encajan a la perfección con el espíritu que la historia intenta transmitir.
Aunque es una película de una factura técnica impecable, con una fotografía brillante, un vestuario execelente, una banda sonora que encaja como anillo al dedo, unos efectos especiales que reflejan la dureza de los enfrentamientos en la Edad Media, y con unas más que notables interpretaciones, la verdadera grandeza de Black Death radica en su acierto al retratar la sociedad y la situación de la època, retratando de forma fehaciente la irracionalidad y el fanatismo religioso del momento, plasmando en todo momento esa superstición del cristianismo medieval que navega en la ignorancia atribuyendo la culpa de una plaga como la peste negra a Dios, al diablo o al pecado del propio ser humano. Ese retrato fiel, unido a que la historia es en realidad un viaje a lo más profundo del ser humano para encontrar las raíces y motivaciones de sus pasiones y sus creencias, es lo que confiere a Black Death ese toque crudo y realista a la vez que la hace diferenciarse del resto de películas similares.
No esperemos de esta gran historia algo en la línea de "El Ejército de las Tinieblas" porque, en realidad, se halla mucho más cerca de "El Nombre de la Rosa". Y eso es, en realidad, una virtud. Elegante por momentos, dura y cruda en otros, Black Death es una película para recordar, sobre todo por parte de aquellos que disfruteís con una buena historia ambientada en la Edad Media sin alardes ni trucos, pero sí con espadas, miedos terrenales y fanatismo religioso.