Black Swan (Cisne negro)

Publicado el 04 marzo 2011 por Juliobravo
Sentí que «Black Swan» («Cisne negro») no consiguiera el Oscar a la mejor película. La ví hace un par de semanas con mi sobrino Pablo -el responsable de que yo esté más o menos al día cinematográficamente hablando- y me sentí totalmente atrapado por la historia y, especialmente, por la manera de contarla. Creo que quienes conocemos el mundo del ballet la podemos disfrutar aún más, porque el perfume de ese universo tan particular está perfectamente reflejado. Puedo comprender perfectamente las reticencias de Tamara Rojo hacia la película, de la que dijo que era «escandalosamente exagerada» y que estaba «llena de mentiras». Es verdad que esa obsesión enfermiza por alcanzar la perfección está llevada al límite, lo mismo que el resto de la historia, que camina entre lo real y lo fantástico con la frontera entre ambos mundos muy difuminada. Tampoco se lleva la competitividad hasta los extremos que aparecen en la pelicula. Pero el director, Darren Aronofsky, sólo ha puesto una lupa sobre el mundo del ballet, y las imágenes que vemos presentan cierta distorsión y aumentan su tamaño, pero son absolutamente reales. En este sentido, me encantó cómo refleja la insoportable presión de la superprotectora madre hacia su hija, cómo ésta mantiene todavía fuertes lazos con ese lado naïf, idílico y hasta ñoño que proyecta el ballet, y que esconde su verdadera naturaleza. más basada en el sudor que en la seda. La dureza de los ensayos, ese ritual que cada bailarina tiene para dejar listas y a su gusto las zapatillas de punta, las crueles consecuencias del implacable paso del tiempo... Son momentos dibujados con pinceles impresionistas llenos de corazón, siempre con esa metáfora de la dualidad entre el cisne blanco y el cisne negro como telón de fondo.
Es portentosa, no se puede decir otra cosa, la interpretación de Natalie Portman, siempre con la tensión reflejada en su rostro, con una mirada que viaja desde la inocencia hasta el tormento, con un permanente tinte asustadizo en la mirada... 
Una película para mí fascinante, estremecedora, envolvente... En la que, además, interviene (es Rothbart) Sergio Torrado, con quien compartí escenario en aquel «Cascanueces» que dirigió Fernando Bujones. Era entonces un espigado chaval de apenas 14 o 15 años y hoy es un fornido y brillante bailarín. Me hizo mucha ilusión topármelo (no me había dado cuenta de que era él) en los títulos de crédito de la película.