Black Swan, el lago de los cisnes más visceral

Publicado el 24 febrero 2011 por Gine @Gine_1414

El pasado 18 de Febrero se estrenó en España Black Swan (Cisne Negro) el nuevo film de Darren Aronofsky después de The Wrestler hace dos años.

Black Swan nos cuenta la historia de Nina Sayers una bailarina que después de mucho esfuerzo consigue el papel de protagonista en una nueva versión de El Lago de los Cisnes de Tchaikovsky. La presión por parte de su opresiva madre, de su director escénico intentando sacar su parte más sexual y de la competencia con otras bailarinas, en especial la alocada y despreocupada Lily, provocará en la joven Nina trastornos psicológicos hasta el punto de ser incapaz de distinguir la realidad de la ficción.

La película comparte eje temático y otros puntos en común con The Wrestler, pero va un paso más allá. Desde una focalización interna y un punto de vista totalmente subjetivo nos adentramos con muchísima facilidad dentro del mundo de Nina. Vivimos con ella y sufrimos con ella la adaptación de la obra de Tchaikovsky de El Lago de los Cisnes del director Thomas Leroy y del propio Aronofsky; que tal como señala en boca del director de la compañía nos presenta una adaptación visceral y oscura. Mediante este “truco”, el director nos deja al aire que parte de la historia es una proyección de Nina y que parte sucede de verdad, aunque da algunas pistas a lo largo de la película.

Aronofsky nos lanza una serie de preguntas que incitan a la reflexión, como por ejemplo donde están los límites en la búsqueda constante de la perfección por parte de la protagonista; la respuesta de cada individuo ante la presión de la competencia; el inevitable anhelo de la belleza y la juventud asociada a ésta…

Técnicamente Black Swan es un producto muy cuidado con una extraordinaria fotografía de Matthew Labatique llena de contrastes que impregna de una fuerza visual a la película que es inusual. Clint Mansell por su parte es el encargado de reinterpretar las piezas de Tchaikovsky para convertirlo en una verdadera pesadilla asfixiante entre bambalinas.

Todos los elementos, narrativos y técnicos se funden mediante un ritmo vertiginoso, siempre in crescendo que nunca mira atrás. Black Swan es una de esas películas que va creando un clímax durante toda la película hasta desencadenar en el apoteósico final. Porque si una cosa positiva tiene Aronofsky es que él se arriesga y apuesta a muerte por su propuesta. Podrán ser más o menos acertadas; gustar más o menos, pero él siempre se moja y pone toda la carne en el asador en cada película.

Para hacer esta película, Darren Aronofsky bebe de los maestros. Viéndola es inevitable que te vengan varios nombres a la cabeza, entre ellos Polanski, Cronenberg y Lynch. El director americano hace un cóctel y le suma su estilo personal con preferencia para la cámara en mano para introducirte de lleno en la mente de un protagonista al que sigue en todo momento y del que consigue la empatía del público.

¿Es una película perfecta? Por supuesto que no tiene fallos como todas. Es verdad que el argumento no sorprende, pero tampoco creo que lo pretenda; es verdad que Aronofsky puede estar manipulándote, pero no es eso lo que queremos de una película, que nos la acabemos creyendo y viviéndola. La película aun sabiendo su siguiente movimiento y hacia dónde se dirige hipnotiza; te mantiene en tensión, en la butaca y con el cerebro dentro de la pantalla durante todos y cada minuto de metraje.

En el campo interpretativo, Natalie Portman campa a sus anchas. La actriz acepta el reto de interpretar una bailarina que para llevar a cabo el papel del cisne negro debe abandonar su inocencia y cruzar una línea que la hará convertirse en otra persona. Portman gradúa esta transformación de forma magistral con una gran interpretación. Merecidísima nominación y merecidísimo Oscar que recogerá la madrugada del próximo lunes. Además la actriz está muy bien secundada por Vincent Cassell que interpreta a Thomas Leroy el director de la compañía que ayudará a Nina a dar el paso definitivo. Aronofsky y los guionistas consiguen construir un personaje misterioso y atractivo. Barbara Hershey interpreta a la estricta y opresiva madre de la protagonista. Una mujer que pretende que su hija sea todo lo que ella no pudo ser. Winona Ryder interpreta a Beth, la bailarina que después de un éxito pasado, se queda sin el papel principal y pasa al olvido. Ryder hace una interpretación corta pero intensa. Por último Mila Kunis interpreta a Lily, una bailarina totalmente diferente a Nina; despreocupada, divertida, alocada, que carece de mucha técnica pero que en cambio muestra espontaneidad en sus movimientos que nunca se nos muestran como el sufrimiento de Nina.

Como conclusión una película que puede pecar de ser algo manipuladora y previsible, pero que también es valiente y arriesgada para llevar toda la acción siempre in crescendo a un final que está al límite del exceso. Grandes interpretaciones y una puesta en escena majestuosa te hacen ver la danza y el ballet de una forma espectacular y única. Para servidora es lo mejor del año.

Nota: 9’5/10