En Francia permanecería Blanca el resto de su vida, manteniéndose en continuo contacto con sus padres y su hermana Berenguela; la cuál la informaba de todos los hechos que se iban produciendo en Castilla, como una interesante narración de la batalla de Las Navas de Tolosa. Durante veintitrés años, hasta la muerte de Felipe II Augusto, doña Blanca fue solamente la esposa del heredero a la corona francesa; en 1223 su esposo Luis VIII accedía al trono, Trono que solo ocupó hasta 1226, en que murió, sucediéndole su hijo Luis IX, san Luis, con solo doce años, ya que había nacido el 25 de abril de 1214. Por lo cual, la regencia recayó en doña Blanca, que tuvo que hacer frente a algunas rebeldías de la nobleza, que quisieron aprovechar el teórico vacío de poder de una regencia femenina.
Pero se enfrentaron con una enérgica doña Blanca, que con decisión y tacto supo apaciguar el reino, entregándoselo totalmente pacificado a su hijo, una vez que éste alcanzó la mayoría de edad. Durante esta regencia concluyó con la guerra de los albigenses y restituyó el Languedoc a Francia, ganándose fama de excelente gobernante. A lo largo de los años de reinado de Luis IX fue una de las más activas colaboradoras de su hijo.
En 1248, marchó san Luis a la cruzada, dejando el gobierno de Francia en las expertas manos de su madre. Esta segunda regencia tan solo duró cuatro años, pues el 27 de noviembre de 1252 ─el mismo año en que moría su sobrino Fernando III─ fallecía doña Blanca en la abadía de Maubuisson, donde fue sepultada.
Además de san Luis fueron hijos suyos: Juan, conde de Anjou y de Maine; Carlos, conde de Anjou y rey de Nápoles; Alfonso de Poitou, que casaría con la heredera de Tolosa; y Roberto de Artois.