Blanca y perfecta como la nieve recién caída

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Hoy iba a escribir sobre mi relación de amor/odio con las primeras veces, pero la actualidad manda y voy a hablar de nuevo de . Como lo oyes. Algo tan trivial y tan poderoso a la vez. Me envía una amiga un reportaje de de El País sobre mujeres que están orgullosas de tener canas.

Tiene su aquel porque hay una modelo, una jefa de sección de una agencia de noticias, una responsable de redes sociales de un medio de comunicación y una directiva ejecutiva de una asociación. Estoy convencida de que muchas mujeres no dan el paso de dejar de teñirse el pelo porque temen la reacción en sus trabajos. Y los comentarios. Y los consejos. Y las opiniones. Y las consecuencias.

No digo yo que te vayan a despedir, pero sinceramente sí creo que puede pesar en una entrevista de trabajo. Ojalá me equivoque, pero es lo que opino. Las canas en mujeres siguen estando asociadas a dejadez, vejez e incluso bajo poder adquisitivo.

¿Y entonces qué hacemos? Fácil. Si finalmente nos declaramos en rebeldía y decidimos dejar florecer nuestro pelo blanco, vamos a preocuparnos igual que cuando nos lo teñíamos porque, amiguitas, hay que seguir estando perfectas y monísimas.

La bestia a batir, señoras, se llama cana fea y amarilla. Da igual si solo la ves tú (como tus enormes cartucheras, tu asquerosa celulitis o la mierda de los burruñitos de grasa en la espalda) porque ya te encargarás de que el resto se dé cuenta: tu cana no es digna de ser lucida si no es bonita. Debe ser blanca y perfecta como la nieve recién caída. Como mandan los (nuevos) cánones.

Las de la cana amarilla son legión. Una vez que dejas claro en la peluquería que no te vas a teñir y que, de momento, no tienes pensado cambiar de parecer, aparece el tema cana amarilla y cómo deshacerte de ella.

Producto A, B, C, D... Z. No uses secador. No te retuerzas el pelo con la toalla. Hazte un tratamiento cuchireparador cada dos meses. Échate un champú especial cada 15 días. Déjalo reposar 5 minutos y aclárate. Usa esto para obtener volumen. Usa esto otro para quitártelo. No te olvides de la mascarilla. Así hasta el infinito.

Volviendo al reportaje, tengo que decir que hay una declaración que me sacó una carcajada: "Para cuidarse el pelo, no se rompe la cabeza, aunque cuenta con un buen arsenal de productos (hasta 13 se pueden contar en su baño)". ¿13? ¿En serio? Menos mal que no se preocupa la muchacha. Creo que mirando todas las cosas que tengo en mi baño, sirvan para lo que sirvan y sumando el champú de mi perro, no llego a esa cantidad ni de coña.

Otra perla: "El blanco suaviza el rostro y te hace más joven: la clave es llevar un buen corte". Dejamos de preocuparnos por el tinte, pero no arrinconamos de una vez por todas la idea de seguir pareciendo jóvenes, lozanas y guapas para los demás.

¿Por qué las rutinas de belleza pueden tan estresantes y esclavizantes? ¿Por qué simplemente no se nos invita a mirarnos al espejo y sonreírnos? ¿Por qué las decisiones banales deben convertirse en un proceso difícil? ¿Por qué hay tantas cuestiones a considerar antes, durante y después? ¿Por qué continúa siendo necesario hacer militancia de las canas, la gordura, las gafas o los pelos del sobaco?

Y sobre todo, ¿quién coño te ha dicho a ti que una cana amarilla no puede ser bella?

Imagen de Pixabay