“Erase una vez que se era…”
En este año que se cierra hoy han llegado al cine tres revisiones del cuento clásico de Blancanieves, o más bien en lo que viene siendo la película de Walt Disney que ha quedado en el colectivo popular igual que en su tiempo el cuento de hadas. Ninguna de estas tres logra realmente captar la esencia, una por pretender ser una cinta más bien de aventuras (tremendamente mala), otra aunque sí tiene esa idea de princesas y magia es poco más que una parodia de sí misma (muy divertida, por otra parte) y finalmente la que resta usa el nombre poco más que de excusa para contar un drama en blanco y negro con tintes de tragedia.
Y entonces a menos de un día de que se vaya el 2012 dos niños son abandonados en una fría noche, una noche con lluvia, niebla y en la que sin que ellos lo supieran estaban huyendo por su vida. Uno de ellos crecerá en un orfanato, será una joven muy bella llamada simplemente Blanca, y aunque en ocasiones sea realmente feliz añora la familia que nunca ha tenido. Por supuesto la malvada y estricta institutriz siente celos de ella, de su alegría y lo hermosa que es, todo realmente empujado por un espejo mágico, un inquietante rostro con intenciones más temibles de lo que nos podemos suponer.
“… que una bella princesa fue abandonada al nacer…”
La historia no es nueva, es la que conocemos, o no exactamente ya que esta se presenta como un cuento del que más tarde se dirá que es realmente cierto pero por un curioso azar se está repitiendo. Aunque hayan pasado “más de trescientos años”, como bien claro deja ese espíritu que vive tras el cristal, los mismos elementos se dan cita haciendo que “lo que ahora pase ya pasó otra vez”, una referencia directa que se hace a la Mary Poppins de Julie Andrews (en una frase que salió de boca del Bert de Dick Van Dicke).
Esta de hecho es solo una de los muchos guiños que hay, de forma consciente o de la casualidad pero ahí están. Hay un espejo que tiene una muy clara deuda visual con Max Headroom, referencias a otras películas infantiles como “Annie” o la ya citada “Mary Poppins”, además de algún chiste que solo los que tienen de veinte años para arriba podrían entender, dejando claro que aunque este espectáculo pretende ser infantil en realidad es un producto de consumo para toda la familia.
“… crecería y se convertiría en la joven más hermosa de todas…”
Pero sin duda la mayor alusión es la que desde el principio se hace a las producciónes animadas de Walt Disney, a todas esas historias que tan bien se conocen, desde la propia “Blancanieves y los siete enanitos” de 1937 (que fue la culpable de gran parte de lo que es hoy en día la compañía), a “La Cenicienta” de 1950 (que a su vez recoge el cuento de Charles Perrault) y pasando por “La Bella durmiente” de 1959 por citar tres bien sabidas y con elementos que rápidamente cualquiera podrá imaginar.
Aunque esta serie de homenajes y referencias van mucho más allá de unos simples guiños, toda la obra está bañada por este estilo de crear una narración, por lo que hace suyo a los llamados “Clásicos de Walt Disney” y así desde el principio la forma de contar esta fábula lo hace con marcas que bien son conocidas por todos. Desde la forma y tempo de las canciones, a la letra de las mismas, pasando por los personajes y la definición como individuo de los mismos, hasta llegar a un muy inteligente juego de luces que nos hace pensar que estamos ante una de las escenas musicales de cualquiera de los títulos que se han nombrado antes.
“… y entregaría su corazón a un muchacho alegre y sincero…”
“Blancanieves, el musical” es una producción sincera, entretenida, hecha para que todos los miembros de la familia, los padres, los niños, los curiosos, las parejas o el que vaya solo puedan disfrutar, sentarse durante algo más de una hora y desear que el cuento nunca acabe. Una obra llena de diversión, humor, magia y por supuesto un final de ensueño en el que, no podía ser de otra forma, la joven protagonista y su amado serán “felices, por siempre jamás”.
“… Fin”
Doc Pastor
Periodista/Fotógrafo. Cine, cómic y lo que toque. Director Editorial de Ruta 42 y La Encuadre. Coleo por más sitios. Mi perrito se llama Loki.
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