Blancanieves - Hermanos Grimm y Benjamin Lacombe

Publicado el 30 abril 2012 por Rusta @RustaDevoradora
Edición: Edelvives, 2011
ISBN: 9788426381484
Páginas: 46
Precio: 20,90 €
Blancanieves está de moda: además de las dos adaptaciones a la gran pantalla que se estrenan este año (una más fiel al cuento, con Lily Collins y Julia Roberts en los papeles principales, y otra más rompedora, de la mano de Kristen Steward y Charlize Theron), en 2011 se publicó en España la edición tradicional del clásico ilustrada por el prestigioso Benjamin Lacombe. Quien piense que la muchacha de piel pálida, pelo negro y labios rojos se ha quedado estancada en la imagen que nos vendió Disney de ella está muy equivocado.

Benjamin Lacombe

Los Hermanos Grimm fueron los encargados de poner por escrito este relato, allá por el siglo XIX. El libro del que os hablaré a continuación mantiene su texto, pero hace más rico el conjunto gracias a la intervención del ilustrador Benjamin Lacombe (París, 1982), que a pesar de su juventud ya ha publicado más de diez títulos, principalmente infantiles y juveniles. Si no sois aficionados a la ilustración, puede que Lacombe os suene por la preciosa cubierta de La mecánica del corazón, una novela breve que tuvo bastante éxito hace un par de años. Yo lo conocí a través de esa imagen y desde entonces me he interesado por su trabajo, aunque Blancanieves es el primer álbum del autor que tengo en mi poder.
Hablando de álbumes ilustrados, de un tiempo a esta parte parece que el papel de los dibujos está ganando prestigio. Antes no era extraño que las ilustraciones se relacionaran únicamente con los libros infantiles; sin embargo, cada vez son más los adultos que se deleitan al contemplar una buena creación y, en este sentido, publicaciones como esta Blancanieves o Besos que fueron o no fueron (del que os hable hace tiempo) son pequeñas obras de arte que vale la pena conservar. Me alegra que se exploren nuevos caminos y que los ilustradores empiecen a ser artistas con nombre y apellidos, no un mero acompañamiento del escritor. Y sin más preámbulos, paso a hablaros de la obra que me ocupa en esta ocasión.

El cuento

El texto de Blancanieves es el de toda la vida, sencillo y sin hacer experimentos: la historia de la joven que se refugió en el bosque porque su madrastra quería matarla. Allí conoció a los siete enanitos, pero su protección no bastó para que su enemiga la envenenara. El desenlace lo sabemos todos. A pesar de promover la bondad, la generosidad (del cazador y los enanitos con Blancanieves) y la victoria del bien sobre el mal, no lo considero un relato especialmente interesante en lo que a moralejas se refiere.
¿Por qué no jugamos a criticar un clásico desde la perspectiva del siglo XXI? En primer lugar, y aprovechando que el tema está de moda, Blancanieves es uno de los cuentos tradicionales que hace un retrato insulso de la mujer: la protagonista no sabe salir adelante sola, se deja engañar continuamente y tiene que ser el príncipe el que acuda a salvarla; los únicos rasgos que conocemos de ella son su extraordinaria belleza y su buen corazón. Por otro lado, el hilo argumental se apoya en los celos, de nuevo se insiste en el atractivo físico como cualidad importante. Finalmente, la forma de vencer a la madrastra tampoco denota ningún tipo de ingenio (el galán se enamora de la damisela y la salva de las garras de la bruja).
Aun así, no me parece mal que se reutilice la versión popular; al fin y al cabo, forma parte de nuestra cultura y estos relatos nunca pasan de moda. Reivindicar la trascendencia de este cuento y darle una presentación más adecuada a nuestra época —mediante las ilustraciones de Benjamin Lacombe— puede resultar eficaz para que no caiga en el olvido y la gente se interese por él. De todas formas, no me habría importado que se arriesgara con una adaptación atrevida, que transmitiera mensajes acordes a estos tiempos. Creo que ambas cosas son compatibles: el clásico, por su importancia y para conocer el contexto en el que se escribió, y las versiones modernas, que le quiten ese aire apocado al personaje y propongan giros valientes. En cualquier caso, en esta Blancanieves solo encontraréis lo primero.

Las ilustraciones

Pero lo que da más valor a este libro no son sus palabras (tiene gracia que esto lo diga yo, firme amante y defensora de la escritura), sino las magníficas ilustraciones: la Blancanieves de Benjamin Lacombe es bella, delicada, fina, dulce, frágil. Su cara tiene la expresividad habitual de las creaciones de este ilustrador, con ese aire aniñado y a la vez de una belleza extrema: con una sola imagen de ese rostro se contagian más sentimientos que con el conjunto del texto. Desconozco la técnica que utiliza el autor; solo puedo deciros que sus resultados son extraordinarios, basta con echar un vistazo a la cubierta para haceros una idea de su estilo.
En las ilustraciones predominan los tonos fríos, que contrastan con el rojo de la manzana envenenada y los labios de Blancanieves; me encantó este detalle, le da mucha viveza al cuento. A propósito de las manzanas, aunque parezcan un elemento irrelevante al lado de las figuras humanas, están realmente trabajadas y tienen un aire gracioso que hizo que me fijara bastante en ellas. También hay algunas imágenes en escala de grises (o algo así), que quizá no brillan tanto como las de color pero son igual de bonitas e impactantes. Intercalar este tipo de diseños en medio de las otras contribuye a no caer en la monotonía y dar más variedad a la obra.
Si tengo que hablar de las que más me han gustado, como es obvio me quedo con las que representan a Blancanieves. Hay una de dos páginas que muestra su rostro cuando muerde la manzana: pese a su sencillez aparente, me pareció de una delicadeza extraordinaria, no me canso de admirarla. La de la cubierta —también de dos páginas— es otra que me fascinó, igual que la de la niña en el agua. En relación con los demás personajes, los enanitos tienen su punto simpático y la madrastra realmente da esa mezcla de asco y terror. Finalmente, quiero destacar el cuidado de los árboles del bosque y la originalidad de algunas imágenes (la de Blancanieves cubierta de animales o la del cuervo enjaulado en su interior, por ejemplo). Solo por contemplar estas escenas merece la pena comprarlo: es una verdadera obra de arte.
La edición

El cuento está editado en tapa dura de gran tamaño (27 x 32 cm) y con papel de alta calidad. Sé que algunos pensáis que no sale a cuenta comprar un álbum ilustrado, pero tened presente que se trata de un libro que os va a durar en perfectas condiciones durante mucho tiempo. Además, me parece un error compararlo con una novela: su valor no depende del rato que nos entretenga (evidentemente, en una primera lectura una obra literaria gana por goleada), sino de la calidad de las ilustraciones. Los álbumes son publicaciones para leer y releer, o ni siquiera eso: para cogerlos de la estantería en cualquier momento y embelesarse con una página abierta al azar, o analizar los detalles de algunas imágenes. Para esto hace falta tener un mínimo interés por el arte, claro: su público potencial no tiene por qué ser el mismo que el de la narrativa.


Volviendo a la edición, aunque en general está bien, hay un detalle de su interior que no me gustó: el texto está escrito sobre espacios en blanco, lo que nos da como resultado unas cuantas páginas blancas que afean un poco el conjunto. En mi opinión, habría sido mejor añadir más dibujos y colocar la narración en el fondo de estos, sin el antiestético color blanco. Esto tiene otra desventaja añadida: de las 46 páginas que ocupa, se desaprovechan varias porque no todas tienen imágenes. Por mucho que Benjamin Lacombe goce de un gran prestigio y sus publicaciones se vendan con facilidad, los editores se podrían haber esforzado en sacarle más partido a la obra, añadirle más creaciones (porque el cuento de Blancanieves da para más, ya lo creo). En este sentido, el álbum Besos que fueron y no fueron, el primero de una colección reciente (es decir, tanto la editorial como los autores tuvieron que currárselo para convencer) está mucho más cuidado: no solo se extiende el doble, sino que es mucho más original en todos los sentidos y los fragmentos de texto están plenamente integrados en las ilustraciones.

Conclusión

Las ilustraciones se merecen un diez: Benjamin Lacombe me parece un ilustrador excepcional y tanto su Blancanieves como los acompañantes de esta rebosan belleza y delicadeza. Sin embargo, considero que se podría haber sacado más partido a la edición si se hubiera colocado la narración en el fondo de los dibujos, sin utilizar páginas en blanco. También creo que habría sido bueno arriesgar y atreverse a narrar el cuento de una forma más moderna, aunque de esto no me puedo quejar porque cuando lo compré sabía que se trataba del clásico. En definitiva, como podéis ver, no todo consiste en contar con el trabajo de un gran profesional; las personas encargadas de preparar el resto del libro deben estar a su altura. Por mi parte, os recomiendo ignorar el texto y leer la historia a través de las imágenes: transmiten muchísimo más que las palabras.