BLANCO DE VERANO. Toma 4.
POR NO TENER...POR NO TENER...
Como todas las tardes estaba en el face, juez y parte. De entre todas las fotos y titulares no sé cómo apareció ella, una de ésas extrañas piezas en busca de postor.
Al día siguiente no pude evitar pasar por la calle en la que sabía que estaba, los caminos eran infinitos, pero mis pies fueron directos. Me saludaron sus orejas tristes, sus ojos llenos de futuro y una cola inquieta.
Fui a la tienda de chinos de la esquina. En todas las esquinas del mundo parecen tener tienda. Compré la correa más rosa y larga, haciendo juego con mi corazón. Regresé a por ella. Salimos por la puerta juntas y orgullosas, prometiéndole que yo no la iba a abandonar nunca.
Cuando él llegóa casa nos acusó de echarle del sofá, a la semana me reprochó que ya no le daba los mejores filetes, ni los abrazos más largos del mundo, ni las conversaciones extensas, ni los cafeses cortos. ¡Ningún perro toma café! Sin duda tenía un ataque de celos. Ahí me di cuenta de lo mucho que me había engañado. No era celoso, decía…
Una mañana amanecí sola. Sólo con ella y un pos it en la frente:
“No me busques. Has olvidado lo que dijo el poeta.No voy a discutir. Es tuya.”
Entonces me dirigí a la librería, cogí “La amplitud de la nevera americana” de Pedro Andreu.
Allí estaba el catálogo de promesas incumplidas, y convenientemente subrayado en rojo:
“Por no tener, ni perro,Para no discutir si llega el casoCon quién debe quedarse.”Luisa L. Cortiñas
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