Blog de la inteligencia emocional en los niños. El amor maternal, el amor de madre, aprender a amar,

Por Educación Emocional Infantil Miquel Beltran I Carreté

No es la primera vez y seguramente no será la última que dedico un post al amor de una madre. ¿En un blog dedicado a la Educación Emocional? ¿Por qué no? El amor no es sólo uno de los sentimientos más sublimes que podemos gozar, es también una impresionante y excelsa despensa que nos nutre de vida y felicidad. Y el amor crece con la infancia, crece y aprende tanto de lo que se recibe como de lo que se da.
Quienes me conocen saben que soy un gran defensor del amor paternal, pero saben también que nunca quise ni querré realzarlo con comparaciones que lo intenten situar por encima del amor maternal. Sublimes pueden ser ambos y cuando lo conseguimos, uf, nos llenan la vida como nunca pudimos imaginar.
Hoy os ofrezco un texto realmente divino de uno de los genios de la poesía más grandes que ha dado la humanidad. El cuento se titula "El origen" y con él Rabindranath Tagore nos ofrece un bellísimo canto a la maternidad, un canto que traslada los sentires de una madre más allá de la infancia y la esencia del hijo a una globalidad que si todos la asumiéramos quizás podríamos dar un giro al mundo actual... "Qué misterioso temor me sobrecoge al mirarte a ti, hijo, que siendo de todos, te has hecho mío.", precioso, ¿verdad? 19,000 niños mueren cada día en el mundo... ¿No podríamos considerarlos un poco más nuestros y entre todos ayudar a evitar sus muertes? Bueno, pues...
Os presento en primer lugar un vídeo con la narración y cerraré el post con el texto, por si queréis copiarlo.

EL PRINCIPIO, de RABINDRANTH TAGORE
-¿De donde venía yo cuando me encontraste? -preguntó el niño a su madre.Ella, llorando y riendo, le respondió apretándolo contra su pecho:-Estabas escondido en mi corazón, como un anhelo, amor mío: estabas en las muñecas de los juegos de mi infancia, y cuando, cada mañana, formaba yo la imagen de mi Dios con barro, a ti te hacía y te deshacía; estabas en el altar, con el Dios del hogar nuestro, y al adorarlo a Él, te adoraba a ti; estabas en todas mis esperanzas, y en todos mis cariños.Has vivido en mi vida y en la vida de mi madre, tú fuiste creado siglo tras siglo, en el seno del espíritu inmortal que rige nuestra casa.Cuando mi corazón adolescente abría sus hojas, flotabas tú, igual que una fragancia, a su alrededor; tu tierna suavidad florecía luego en mi cuerpo joven como antes de salir el sol la luz en el Oriente. Primer amor del cielo, hermano de la luz del alba, bajaste al mundo en el río de la vida y al fin te paraste en mi corazón... Qué misterioso temor me sobrecoge al mirarte a ti, hijo, que siendo de todos, te has hecho mío.Y qué miedo de perderte! ¡Así, bien apretado contra mi pecho! ¡Ay! ¿Qué magia ha entregado el tesoro del mundo a mis frágiles brazos?
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