EN UN PÁRRAFO.- Moviéndose en el mundo en el que lo han hecho exitosísimas series televisivas (el de una adolescencia acomodada, confusa y altamente hormonada), encumbradas por ese mismo público que se ve en ellas retratado, y manejando las temáticas y hábitos existenciales que cabe esperar de tal entorno, Elena Trapé tamiza su mirada a través de un artilugio formal que se basa en los mecanismos de comunicación (audiovisual cámara en mano; chats y mensajería instantánea vía Internet) que constituyen seña de identidad básica del colectivo protagonista de la cinta, y que dotan a ésta de un armazón formal desestructurado en su primera apariencia, pero que termina cuadrando en su configuración total. Una historia con un leit-motiv argumental tremebundo, que no deja de ser una suerte de mcguffin al hilo del cual ofrecer un retrato generacional y social sin pretensión de exhaustividad, pero fresco y sincero.
EN SU HABER.- 1, la impresionante naturalidad con que se desenvuelve un elenco de chicas totalmente desconocidas, que demuestran un saber hacer y un dominio de la expresividad ante la cámara difícil de encontrar en intérpretes más reconocidas y celebradas; y 2, su final sin desenlace, con lo cual no solamente elude entrar en juicios morales, sino que deja totalmente abiertos los escenarios posibles de evolución posterior de la situación (nada sencilla) que la actuación de sus personajes principales ha generado.-
EN SU DEBE.- 1, debido a su peculiar estructura narrativa, el film tarda en ‘ensamblar’ la mecánica del relato —al que, por tanto, le cuesta arrancar—, de manera que su comienzo, disperso y un tanto caótico, se constituye en un ‘obstáculo’ que hay que superar con algo de paciencia y buena disposición; una vez adquirida ‘velocidad de crucero’, la narración fluye sin problema alguno; y 2, aunque no sé si cabría calificarlo como ‘agujero de guión’ (uno de esos conceptos-tópico a los que acudir, socorridamente, en casos como éste), no deja de sorprenderme la actitud, tan homogénea, de los chicos ante el plan de las chicas, sin resquicio alguno para una reacción ‘disidente’; en fin…
UNA SECUENCIA.- Aunque, por momentos, su combinación de fondo musical y composición de los cuerpos en plano pueda llegar a recordarnos algún spot publicitario de colonia juvenil, la secuencia en la que Trapé nos muestra cómo se consuma el plan pergeñado por las ‘chicas Makamat’ consigue un desarrollo fluido y ágil, en el que el dominio de la sugerencia sobre lo explícito, lejos de resultar pacato, se limita a obviar lo meramente morboso. Elegante y sorprendente.
CALIFICACIÓN: 6 / 10.-