Blognovela: “De lo que aquel hombre provocó en Marisa”

Por Mamaquesabe @mamaqsabe

Puedes leer los capítulos anteriores:

Capítulo 1

Capítulo 2

Y así como él se fue nos quedamos nosotras, en silencio. ¿Tendría aquel desconocido razón? ¿Nos preocupábamos en exceso de nuestros propios sentimientos y pensamientos como mujeres y olvidábamos que nuestras parejas tenían los suyos propios? Todas teníamos historias de amor y desamor entre pecho y espalda, pero solo Marisa la tenía  a su espalda.

No sé si cuando nos despedimos aquella tarde ella iría pensando sobre lo ocurrido… Sabía maquillarse el alma para esconder sus ojeras de una vida de la que se arrepentía que la hubiera escogido a ella, e intentaba ocupar cada minuto de sus días con sus hijos, concediéndose tan solo una tregua que la aliviara de su pesada carga cuando nos reuníamos todas bajo el cobijo de aquel árbol a reír sin apariencia alguna.

Betina siempre decía que Marisa perdió su virginidad el día que decidió huir de su casa para casarse con aquel muchacho. Ella siempre veía algo más espiritual que físico en cualquier acción, y decía que cuando uno pierde el control de sus decisiones más personales por desear interesadamente, pierde siempre aquello que más debía proteger: su amor propio. Y puede que tuviera razón. Yo nunca conocí a la Marisa que un día se quiso a sí misma.

El recuerdo de la conversación con aquel hombre me llevaba caminando a casa perdida entre mis propios pensamientos… ¿cuántas veces me habría entristecido o enfurecido con mi marido por no entenderme? ¿Y cuántas veces no lo había tratado de entender yo a él? Si algo había conseguido aquel desconocido conmigo era hacerme perder ciertos prejuicios maritales; al fin y al cabo yo sí tenía a alguien a quien dar una nueva oportunidad cada día, y que me la diera a mí.

Creo que Marisa y su marido habían tenido sus propias oportunidades de hacer lo mismo, solo que esas oportunidades nunca habían coincidido. Cada uno se refugiaba del otro sin saber hacerlo entre ellos. Nos había contado en numerosas ocasiones ciertas anécdotas de otros tiempos pasados que habían hecho que nos formáramos una idea propia del por qué de su vida en la actualidad. Nunca sabré qué parte había de realidad y qué parte era su realidad sentida, pero siempre imaginé que a ella le había faltado una madre y sobrado un padre. Cuando aquel chico, hijo de un próspero empresario, se encaprichó de ella fue cuando vendió su alma… solo que no había más demonio que ella misma y su no perdón. No es que no hubiera dado una oportunidad a aquel amor, es que nunca quiso dársela a sí misma.

Hacía años que no veía a sus padres, y no parecía importarle. De hecho, los abuelos no conocían a sus dos hijos más pequeños. Pero que no “pareciera” no significaba que aquello no doliera. No creo que Marisa supiera odiar; bajo aquella apariencia de mujer altiva y su coraza para disimular, se ocultaba una mujer demasiado sensible. De hecho, como madre era inmensamente sacrificada, amorosa y entregada a sus hijos, pero era una mujer que se prohibía amar en pareja por no haber tenido un ejemplo que seguir. Creo que pensó que al casarse huía de un hogar que siempre sintió roto, y que podría construir el que siempre deseó, pero nunca supo construirlo en conjunto porque siempre quiso construirlo ella sola.

Marisa decía que su marido dedicaba demasiado tiempo a una siempre creciente empresa que abastecía de los mejores jamones de bellota al país, y que ahora empezaba a hacer lo propio en el extranjero. Yo le decía que era una lástima que todos los demás probaran aquel manjar y ella teniendo un buen jamón en casa no supiera comérselo. Carlos era un hombre tan apuesto como ella, y por lo que había contado en numerosas ocasiones, demostraba quererla más de lo que ella misma hacía; y a mí me parecía imposible que siendo tan parecidos ellos se creyeran tan diferentes.

Sin embargo, ninguna de nosotras sabíamos lo que aquella tarde, en un parque de una ciudad pequeña cualquiera, un hombre desconocido iba a agitar en la vida de Marisa. Había entrado en su casa tal y como salió unas horas antes, solo que cargaba con una bolsa de plástico con la que no había salido. Todavía tenía unas horas de maternidad en soledad hasta que Carlos llegara a casa, pero se le antojaba una inmensidad de horas de una nueva vida. Aquel muro empezaba a caer.

Continuará…