Esta noche, volvemos para haceros sentir el cine de una forma especial, más especial si cabe. No os traemos nada nuevo; damos luz y coleccionamos esos minutos de cine que nos impactan, transgreden y que por un motivo u otro son difíciles de olvidar
Blue Velvet, película de David Lynch rodada en 1986 y que, sin profundizar mucho en razones y causas, parece el embrión de lo que en 1990 sería Twin Peaks. Y es que como pez en el agua, Lynch presiona los botones necesarios para crear una historia que despierta temor, pánico y perversión, por un lado, y seducción y, hechizo y clara fascinación por otro, ambos en su máximo exponente.
Empecemos con la intro de la peli: Se plantea un escenario idílico y lleno de vida en una apacible tarde de primavera donde los chavales vuelven de la escuela. Bajo la influencia y suavidad de la banda sonora, caemos en una especie de estupor involuntario creado ante tanto positivismo inesperado.
Es sin lugar a dudas una intro sinuosa y de lo más atractiva posible que se truncará de repente ante el elemento “Lynchiano”: La escena esta repleta de simbolismo pero lo que no deja de chocarme por más que piense en ella es el pánico y temor hacia ese elemento enigmático, macabro y escabroso, mientras la maravillosa vida que segundos antes se mostraba sigue desarrollándose…
La sensualidad hipnotizadora que desprende Isabella Rosslini cantando en ese micro de los años 70 con un trasfondo de cortinas rojas. Parece una canción eterna que nunca acabará y sólo nos daremos cuenta de lo hipnotizados que estamos y de cómo a ha penetrado esa preciosa melodía en nuestra cabeza cuando de repente estamos en un coche atendiendo a una escena más que incómoda…
Y es que Frank sin duda, sabe generar ese sentimiento de hacer sentir incómodo a todos sus “amigos”…. “Cheers to your fuck”!. Creo que todo el mundo habrá tenido alguna vez ese sentimiento de estar fuera de lugar en algún momento de su vida….Y en esta escena, Lynch nos hace pasar por ese estado a la vez que nos enseña que todos los personajes están incómodos y nos lo enseña con una harmonía pasmosa a ritmo de blues.
Hablamos ahora de sentimientos encontrados de pasión, violencia, desgarro, locura, incomprensión sensualidad, pavor y desmadre elevados a la enésima potencia y comprendidos en una misma habitación. Tres personajes tan cercanos como la distancia que los separa pero tan lejanos en su propio universo que Lynch nos aniquila y nos violenta sin dejarnos comprender.
Es la belleza de la composición, la duración de los planos y lo preciosista de la banda sonora, (todo ello milimétricamente montado) lo que nos translada a su universo haciendo que perdamos la noción de la realidad, porque ya estamos justamente dentro de su realidad y ya nada tiene el sentido que NOSOTROS queramos darle a las cosas. Quiero ver más, pero necesito tiempo para digerir, reflexionar, digerir todavía más e intentar sacar mis conclusiones. Lynch deja esa sensación de placer a medias que exige un esfuerzo importante de nuestra parte. !Y es eso justamente lo que más me atrae de su universo!