Bob Dylan. Premio Nobel de Literatura 2016.

Publicado el 15 octubre 2016 por Alguien @algundia_alguna

El cantante y compositor estadounidense Robert Allen Zimmerman, mejor conocido como Bob Dylan, fue galardonado el jueves con el premio Nobel de Literatura 2016  por “haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense”, en palabras de la Academia Sueca. Se trata del primer músico en ser distinguido en la categoría y el primer estadounidense en ganar este galardón desde la novelista Toni Morrison, en 1993. Este extraño Nobel de Literatura, que será muy discutido, brinda el reconocimiento final a un artista que lo ha ganado casi todo. Dylan, el gran cantor de América ha ganado varios Grammys, Globos de Oro y premios de la Academia y su nombre ha sido cincelado en el Salón de la Fama del Rock and Roll. En 1990, fue investido Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en Francia. En 1999 fue incorporado en la lista de las cien personas más influyentes del siglo XX elaborada por la revista Time. En  2007 fue premiado con el  Premio Príncipe de Asturias de las Artes y en 2008 recibió el homenaje honorario del Premio Pulitzer.

Además de canciones, en el año 2004 Dylan publicó su biografía. Esta primera parte de sus memorias (Crónicas, volumen 1) se convirtió en todo un bestseller: llegó a la segunda posición de la lista de libros de no-ficción de The New York Times y estuvo nominado al Premio Nacional del Libro en Estados Unidos. El autor también ha publicado trabajos experimentales como Tarántula (1971) y una recopilación de sus escritos y dibujos en 1973.

Toda una leyenda de la música, las letras de sus canciones han sido continuamente publicadas en libros bajo el título de Lyrics. Con 37 discos de estudio a sus espaldas y a sus 75 años no para de trabajar.

Pero Bob Dylan no es escritor. No lo es. Y el hecho de que le hayan concedido el Premio Nobel de Literatura no demuestra lo contrario. Bob Dylan es escritor de canciones, canciones para la gente, canciones populares. Canciones. Mil canciones, quizá más, o menos, qué más da.

Es cierto que si no hubiera sido músico seguramente habría escrito de todos modos, probablemente cuentos como los de Bukowski, ríos de tinta con calles y mendas y pequeños accidentes y pesadillas de fiebre mezcladas en una bola de papel amarillento, aunque pudiera ser que Dylan fuera escritor de novelas de mil páginas en las que la visión más íntima de un narrador se desenmarañara en una gran historia universal, como Jack Kerouac, y que al envejecer fuese recortando adjetivos y metáforas y todo lo demás hasta hacer resonar el eco rotundo de su voz, al modo de un Cormac McCarthy o un Raymond Carver; entre medias, si Dylan nunca hubiese aprendido a tocar la guitarra, podría haber atravesado una etapa Burroughs lanzándose en picado a la marmita del subconsciente, que es el de la América descontrolada y bestial.

De ser autor, Dylan habría empezado como poeta, eso nadie lo discute: por la mañana haría poesía-herramienta, poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, etcétera, pero a la americana, que es como decir John Steinbeck en verso libre, y por la noche se lanzaría al simbolismo de García Lorca, elevando la tradición al aspecto de una mitología, transfigurando la realidad desde las tripas igual que Allen Ginsberg. Escribiendo a veces crónicas generacionales y otras sentimentales y a veces denuncias e incluso abandonándose a los simples caprichos.

El caso es que Bob Dylan es escritor de canciones, y aunque los haya leído a todos y a muchos más, él encontró en la canción el vehículo perfecto para contar, y a su servicio ha sido todos los escritores que pudo ser.

Sí, pronto decidió, porque él es de los que decide antes de que el destino decida por él, que tejería las herramientas del oficio literario con las reglas de la música popular igual que se equilibran las fuerzas en el croquis de un arquitecto.

Metáforas, Dylan las maneja bien, igual que los símbolos: Blowin’ in the Wind. La riqueza de su vocabulario, su capacidad para evocar, el impacto de sus palabras dispuestas en ese orden y en ningún otro no son simplemente hallazgos para la historia de la música popular, sino la sublimación del uso expresivo del lenguaje: Like a Rolling Stone. El punto de vista es también algo preciso en sus canciones, desde la primera persona más íntima a la tercera más alejada: Not Dark Yet. Personajes memorables no faltan tampoco, igual que se encuentran algunos grandes secundarios escondidos en sus discos: Desolation Row. Introduce el entorno en la historia a su conveniencia; a veces es la gran ciudad, otras la naturaleza sin doma: Thunder on the Mountain. De ritmo narrativo, de comenzar en el momento justo, de introducir problemas en el nudo de la historia, ni hablamos: Hurricane.

Dylan, en fin, siempre es escritor, un gran escritor, aunque sea de canciones.


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