Las cosmogonias racistas que laten detrás de los Conocimientos inventados, como demuestra Fritze en un par de capítulos especialmente acertados de su libro. La morralla de la gente de Identidad Cristiana, que piensan que los blancos del norte de Europa descienden de las tribus perdidas de Israel. Descendientes directos de Adán y pueblo elegido por Dios. Con lo poco dado que han sido los judíos, desde el desastre de Sabatai Zevi, al mesianismo. Basura racista, tan en boga en el XIX, cuando algunos (el loco de Sabino Arana, sin ir más lejos), pensaba de verdad que las razas del sur de Europa estaban degeneradas frente a la fortaleza jatorra de las del norte. Toda una cosmogonía que Fritze describe muy bien y que, si no fuera por el tinte racista que tiene, sería hasta entretenida de leer.
Frente a ellos, la tropa de la Nación del Islam. Otra retahíla de indocumentados que utilizaban las creencias para hacerse ricos y sembrar de odio las calles que pisaban. Surgida en la Ciudad del Motor en 1930, cuando se estaba produciendo la gran migración desde el sur, cuando los negros huían de las locuras de las leyes de Jim Crow. Lo que empezó siendo un conjunto de lecciones heterodoxas del islam, recopiladas por Noble Drew Alí degeneró con el tiempo en la secta liderada por Elijah Poole y por el misterioso Wallace Dodd Fard, el hombre que decía ser el Mahdi, en línea con la doctrina del ocultamiento (ghaybah) de los chiitas.
Y en todos los casos, como bien se observa en el libro, y como puede uno comprobar a poco que levante la vista, se da cuenta de que siempre se repite el mismo patrón: nadie se reivindica diferente por considerarse inferior. Es siempre justo al contrario.