Empieza bajito, como un tímido violín que se colara, con los primero rayos de sol, entre las tiendas y las caravanas, entre las ramas de los pinos y el rocío que la noche reparte antes de irse a dormir…
Poco a poco, su silbido va entrando en calor y cambia de color, y se enriquece con las nuevas notas de las voces de los niños recién despiertos.
Así empiezan los días en el camping, y así continúan, largos días sin reloj y con sonrisas.
Cuando la noche de nuevo llega, y Messieur Leon cree que todos se han ido a dormir, sale al porche de su caravana y toca con su ukelele canciones que su abuela le enseñó, canciones que son antiguas como antiguo es el mundo. O incluso más.
Entonces ocurre que a su alrededor y a su compás los grillos grillan y las lechuzas lechuzan, y juntos tocan la canción que nos lleva a dormir de la mano de un sueño dulce como la sal del mar en verano, como las cosquillas de la hierba en nuestros pies descalzos…