Bocaccio

Publicado el 06 marzo 2012 por Anarod

Hay una fértil literatura gamberra (por este orden, no nos confundamos) que algún día habrá que reivindicar.
Baste de momento celebrar que una de sus más excelsas piezas (y para mí emblemática) le ha sido restituida al público lector. Hablo del relato de Juan Marsé: "Noches de Bocaccio"


Originariamente se tituló "En poder de la goxedivina", y se publicó en la revista Play Boy (nº. 2, diciembre de 1978). Después, muy corregido, Marsé lo incluyó en el volumen de cuentos Teniente Bravo y finalmente decidió suprimirlo de futuras reediciones de Cuentos Completos y demás.

Siempre he tenido una especial debilidad por tan exquisita como mordaz parodia del ambiente y las ideas y postulados y demás en que se movía la divina (o divinizada) gauche barcelonesa de los sesenta que se encierra en estas líneas, y por ello me enorgullezco de haber sugerido a la editora Diana Zaforteza la posibilidad de recuperar Noches de Bocaccio. Y vaya por delante mi gratitud personal a algunos de los divinos, porque los jóvenes de mi generación, crecidos y formados en la década de los setenta, les debemos mucho en educación estética y formación intelectual. Hoy, naturalmente, se lee como un espléndido y divertido divertimento, desprovisto de la acidez corrosiva que destilan algunas otras páginas (de Últimas tardes con Teresa, o de su continuación La oscura historia de la prima Montse, donde reaparecen episodios y elementos que reflejan aquel paisaje cultural).



Me sigue deleitando el capítulo V ("El conferenciante abofeteado"), que contiene una hilarante escena en la que se parodia la cultura y la crítica literaria y el catalanismo intelectual, y que arranca así:

Había periodistas, escritores, grafistas, un cura, críticos literarios y varios especialistas en cuestiones muy concretas de esas que abundan en la prensa: expertos en kremlinología y en sociología postecuménica. Todos contrastando respetuosos pareceres y dialogando criterios y concurrentes opiniones. Me cansé de apretar manos. Yo debía estar ya en un completo estado de disolución mental y física, porque al preguntarle a Nuria quiénes eran allí los critinos literarios se me trabó la lengua y ya no conseguí destrabarla ni aclararme en todo el rato que estuve sentado con ellos. [...] Se hablaba de la cultura, de la ciencia y de la técnica, de la televisión, de la agonía de la novela, de una manifestación de cien curas, del erotismo y de la violencia. Algunos critinos venían de un hotel donde se acababa de conceder un sonado premio literario y todavía llevaban en los labios triturados palillos manchados de café, de charrameca y de ignorancia. [...] Y con gran dificultad, empecé, con la ayuda de Nuria, a identificarlos a todos en medio de complicados y cruzadísimos diálogos intelectuales, estéticos, carismáticos y peripatéticos.

En fin, este Paco Bodegas... ¡Un incorregible más!