Colgada sobre un barranco, en un emplazamiento imposible, emerge de la nada la espectacular Bocairente, una pequeña localidad valenciana situada en las estribaciones de Albacete y Alicante. Desde el siglo XIII, Bocairente mantiene su peculiar fisonomía de casas colgadas y plazuelas escalonadas con fuentes, cuando pasó a formar parte de la Corona de Aragón y sus mezquitas se convirtieron en iglesias.
Lugar de resistencia contra los romanos en época ibérica, Bocairente, a las faldas de la Sierra de Mariola, se convirtió en plaza fuerte durante el califato de Córdoba para, después, transmutarse en guardián del reino taifa de Dénia, aunque pervivíó sobradamente por las riquezas que producía su huerta y la abundante producción textil.
Panorámica de la ciudad de Bocairente./Enrique Íñiguez Rodríguez
En época cristiana Bocairente mantuvo su estatus, que se agrandó con la declaración del municipio como Villa en 1418 y, en especial, en 1587, cuando el monarca Felipe II le otorgó el título de Real Fábrica de Paño que incluía el Libro de los Privilegios, es decir, la reglamentación corporativa de las actividades textiles, actividad que ha continuado hasta hoy.
El viajero que arriba a Bocairente queda deslumbrado por el desnivelado entramado callejero que ofrece. Vertiginosos y empinados callejones se suceden para conformar un conjunto de pequeños rascacielos y casas trogloditas. Recorrido obligado es su pintoresco barrio medieval, declarado conjunto histórico-artístico nacional.
A través de él, el viajero se topará con la hermosa iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (siglo XVI), que llegó a contar con uno de los retablos más elaborados de Juan de Juanes, pintor que era de aquí. En los límites de la ciudad antigua se esconde la plaza de toros. Es la más antigua de la Comunidad Valenciana y está enteramente excavada en la roca, como la cántabra Iglesia de Arroyuelos.
Plaza del Ayuntamiento de Bocairente./Enrique Íñiguez Rodríguez
No se puede finalizar la visita sin acudir al Museo Arqueológico Municipal, en el que se exponen diversos objetos de una larga época que abarca desde el Paleolítico Superior hasta la Edad Media. Más curioso resulta el monumento dedicado a la manta, industria artesanal relevante en la localidad.
Una vez se ha disfrutado del Bocairente intramuros, merece la pena hacer un esfuerzo extra para conocer parte de su mágico entorno, en el que poder descubrir caminos secretos con huertos creados por árabes y moriscos, así como unas cuantas cuevas y casas trogloditas.
Almacenes, escondites, incluso un monasterio cuelgan de la roca, aunque lo más impresionante son les Covetes dels Moros, una pared pétrea con medio centenar de ventanas excavadas artificialmente que se van sucediendo a lo largo de un recorrido tortuoso en el interior de la montaña. Una escalera metálica facilita el acceso a la cueva más baja, desde la que se accede al resto. En otros barrancos más cercanos al pueblo (Colomer y Gomar) existen cuevas parecidas, aunque sin duda no son tan espectaculares como las del Barranc de la Fos.
Calle de Sant Josep./Enrique Íñiguez Rodríguez
Dos teorías intentan explicar la función de estas oquedades: son cenobios visigóticos (con el paralelo de Giribaile, en Jaén) o graneros de la época beréber usados por los campesinos de los entornos (los tazaghin beréberes del Alto Atlas) Su gran relevancia hizo que fueran declaradas monumento histórico-artístico.
También satisfactorio para el espíritu del viajero, resulta emprender un recorrido a través del río Clariano a través de cañones solo accesibles a pie. Y disfrutar así de puentes, molinos y algún que otro acueducto. ¿Se puede pedir más? Sí, un anticipo en forma de postal audiovisual que aquí os dejo para disfrutar. Uno más de los lugares con historia de nuestra geografía:
Dónde dormir: Hotel L´Estació; Parc de L´Estació, s/n; 46880 Bocairent (Valencia); teléfono: 962350000; info@hotelestacio.com.
Dónde comer: Restaurante El Cancell; Calle de Sor Pietat de la Creu, 3; Bocairent (Valencia); teléfono: 962355038.