"Nada es más desatinado que negar el valor de la filosofía para la vida. Cierto que el filósofo no siempre importa mucho para la realidad cotidiana. Su destino, por lo general, ha consistido en no ser comprendido sino después de su muerte... El filósofo no cuenta para las exigencias de la hora y las necesidades del día. Pero ¿será esto un defecto? ¿Es que el hombre, cuando es realmente hombre, no perfora la pura existencia momentánea? En la medida en que convertimos la actividad del momento en objeto del saber ¿no corremos el peligro de rebajar al hombre al nivel del animal? Quien vive la vida del espíritu, cualesquiera que sean sus convicciones filosóficas, sabe que las cosas son de otro modo: la filosofía, por lo mismo que no se refiere al aquí y al ahora del momento, ni alberga ninguna intención de inmediata utilidad para la vida, representa una de las potencias espirituales mayores que nos preservan de sumirnos en la barbarie y nos ayudan a seguir siendo hombres y a serlo cada vez en mayor grado... Por insignificante que parezca, la filosofía constituye, sin embargo, una poderosa fuerza histórica."