El libro empieza con una visita social del príncipe Alberto, hijo de la reina Victoria, a los Estados Unidos. Una multitud de mujeres pudientes llenaron la fiesta organizada para el príncipe, con la esperanza de convertirse en la novia real.
Los creyentes en Cristo no deben simplemente abrigar una esperanza, ya que tienen asegurada una boda real en el cielo. Juan habla al respecto en Apocalipsis: «Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos» (19:7-8). Jesús es el Cordero, el Esposo del que hablan las Escrituras, y los creyentes son la esposa.
Como esposa de Cristo, debemos prepararnos para ese día, esforzándonos para vivir cerca de Él ahora y en anticipación a nuestro futuro junto en el cielo. ¡Habrá gozo y alegría, y daremos gloria (v. 7) al Rey de reyes y Señor de señores!
No hay mayor privilegio que conocer al Rey de reyes.
(Nuestro Pan Diario