Dicen que el diamante es la piedra más dura que existe y también la más valiosa, mucho más que la plata y el oro. Hace falta mucho tiempo para que esta gema se forme en las profundidades de la Tierra. Los diamantes de la vida, Margarita y Cecilio, también tardan mucho en formarse.
Han pasado ya sesenta años desde que un frío 4 de febrero de 1957 os jurasteis, el uno al otro, lealtad y respeto. En la bóveda de la iglesia de Ayuela resonaron entonces estas palabras:"Prometo serte fiel, amarte, cuidarte y respetarte, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad; todos los días de nuestra vida"
Hoy, seis décadas, después podéis afirmar que habéis cumplido la promesa. ¡Y, mira que han pasado cosas! Menos la lotería os ha tocado de todo: habéis gozado de salud y la disfrutasteis, sufrido la enfermedad y os sobrepusisteis; superasteis las necesidades demostrando que el dinero no es lo más importante; os desprendisteis generosamente de vuestras pequeñas riquezas para dar la mejor educación posible a vuestros hijos; disfrutasteis de las cosas buena de la vida: la alegría de los hijos, el bullicio de los nietos, compartisteis sus éxitos, supisteis consolarlos en los fracasos , ayudarlos en sus necesidades, guiarlos en los caminos errados de la vida... y lo seguís haciendo en la medida de lo posible, mientras el cuerpo aguante.
Han pasado sesenta años ¡quién lo diría! Sesenta años compartiéndolo todo: el primer año de convivencia en Ayuela, los años de Carrión y, al final, los largos años habitando en Burgos, la ciudad en la que vivís desde hace tanto tiempo, desde cuando la casa en la que habitáis era un campo de cereal. En cada ciudad, en cada barrio, mantenéis buenos amigos que os recuerdan con aprecio. Han pasado 21.915 días en los que han cabido innumerables bromas y enfados, risas y llantos, frustraciones y esperanzas. Días que han dado de sí para disfrutar de largos viajes, incontables excursiones, largas temporadas en el pueblo que os vio nacer, infinidad de visitas a familiares y amigos...
Hoy estamos aquí los que os amamos. Queremos ser como el noble metal que abraza la gema que representa vuestro aniversario, el anillo que rodea el diamante de vuestros sesenta años de matrimonio. Hemos hecho un hueco en nuestras vidas para acompañaros, para demostraros nuestro afecto. Queremos que sea un día feliz. Tenemos mucho que agradeceros y poco tiempo para demostrároslo. Por eso me apresuro a terminar: gracias por vuestra vida, que es parte -y buena parte- de la nuestra. Gracias.