El pasado mes de septiembre, con motivo de una escapadita muy particular a Requena, una de las tierras valencianas con más fama y tradición vinícola, El Tercer Brazo visitó las Bodegas Vegalfaro.
Rodolfo Valiente, enólogo y propietario de las Bodegas Vegalfaro, quien sin lugar a dudas ha llevado a la cima cuanto es de suponer que aprendería directamente de la mano de su padre -Don Andrés Valiente, fundador de la Bodega- nos explicó durante nuestra visita a la finca, el proceso completo de la elaboración de vino, desde la recogida de uva –vendimia- hasta el embotellado, con explicaciones adicionales sobre el transporte, la vida de los vinos y los cavas en botella…
Posteriormente dirigió al grupo en una cata de tres vinos y cava, donde terminó de meternos a todos en su bolsillo.
El vino es el resultado de un proceso espontáneo producido por las levaduras, por el cual el mosto dulce se convierte en vino, ya que los azúcares del zumo de uva se transforman en alcohol.
En esta pequeña crónica, intentamos acercaros lo que fue aquella visita.
De lo primero que nos habló fue de las características del terreno de la finca y de los tipos de uvas que crecen en ellos.
Para hacer un proyecto de vinos de calidad, debían elegir el tipo de uva que mejor se adaptara a los suelos arcillosos de la finca y a la humedad que tenían por su ubicación cerca del río, ya que estos suelos retienen muy bien el agua. Tuvieron que arrancarse mayoritariamente viñedos de bobal y ser sustituidos por otras variedades francesas. La uva que buscaban era de grano pequeño y separado. Además, contaban con el sol de España, aliado indiscutible para la maduración de los granos.
Así, en las propiedades de Bodegas Vegalfaro crecen variedades de uva blanca: Chardonnay (para los cavas, con un buen carácter mediterráneo), Sauvignon-Blanc y Garnacha blanca. En uva negra: Syrah, Bobal, Merlot, Tempranillo y Garnacha.
Para los vinos jóvenes, utilizan Bobal, Merlot y Tempranillo.
Rodolfo nos habló de los problemas que pueden traer las lluvias de la gota fría. El arte para hacer un buen vino depende de muchos factores y en ocasiones demasiados de estos factores son ajenos a la voluntad del enólogo. Los cambios climatológicos juegan a veces a la gallinita ciega y muchos viticultores han de desechar una uva que hubiera podido ser excelente. Con la uva que han podido cosechar, el enólogo se las ingenia para convertir el mosto en un caldo -en ocasiones- excepcional.
Antes de continuar, nos dio una breve explicación paralela de otro rincón muy particular, perteneciente a Bodegas Vegalfaro. Concretamente, El Pago de los Balagueses, unas parcelas donde crecen las vides de manera totalmente ecológica, rodeadas de pinares, plantas aromáticas y almendros, que se proclama como un lugar diferencial, y de cuyos viñedos, se extrae por fin uno de los caldos con más alto reconocimiento a nivel estatal: el “vino de pago”.
Nunca se trató el lugar con fungicidas ni pesticidas, de manera que esto ha permitido que se haya creado una microfauna, todo lo cual da como resultado un vino de altísima calidad.
El suelo es también muy importante. En este caso, es calizo. En él se cultiva la uva de la variedad Shyraz, Merlot y Garnacha tintorera.
La Garnacha tintorera es autóctona de la zona y la única en el mundo que tiene el pulpa roja.
Dicho esto, empezamos físicamente a realizar el mismo recorrido que la uva:
A pie de viñedo, encontramos la primera maquinaria que –tras la vendimia- toca la uva. Se trata de dos “sinfín”, donde se van vertiendo los racimos y se separan sin dañarse los granos de su esqueleto (raspón).
Más tarde, se despalilla y se envía por conducto subterráneo (que la protege de posibles altas temperaturas que echarían a perderlo todo) hasta la bodega donde se introduce en los depósitos inoxidables, refrigerados por unas camisas por donde circula agua fría. Lo que hay en ese momento en su interior, es lo que Rodolfo apeló como “pasta fresca” y que no es más que la uva prensada: el zumo de la uva, las pepitas y las pieles.
A partir de aquí hay todo un mundo nuevo por descubrir para los que somos neófitos en el tema, es donde el enólogo juega con los grados de las temperaturas y los tiempos de maceración, para conseguir los aromas, colores y notas particulares en sus vinos.
La temperatura es uno de los factores fundamentales del proceso en la elaboración del vino. Se controla a través de unas “camisas” que rodean los depósitos y por donde se hace circular agua fría para regular los grados del mosto que hay en el interior. A través de un cuadro de mandos se programan las temperaturas a las que el enólogo quiere fermentar el vino. Esta decisión la toma dependiendo del estilo de vino que desee hacer, de la uva, del grado de azúcar de la uva… Ya os digo: todo un arte!
Para los vinos jóvenes se trabaja a unos 25 grados; blancos y rosados, pueden rondar los 15 grados.
Más tarde, se deja fermentar, se prensa, se introduce –si procede- en barricas europeas de madera de roble, fundamentalmente francés y húngaro, para su crianza y finalmente se envasa.
Dentro de todo este proceso, que Rodolfo explica perfectamente durante la visita, nos surgen algunas dudas:
Y hablando de todo un poco… ¿Cómo se elabora un rosado?
Dejándolo menos tiempo en contacto con las pieles, que es donde está la materia colorante… En un par de días ya sale el color rosáceo. No hay que olvidar que el color del vino se obtiene durante los primeros cinco días. Posteriormente se realiza un “sangrado” (sacar el líquido dejando el mosto) y ya se traslada para el siguiente paso: prensado.
Visitamos la sala de barricas
y por último, Rodolfo nos llevó a la sala de embotellado.
El caldo pasa en primer lugar por filtros. Cada tipo de vino requiere la utilización de un cartucho. Durante la charla, Rodolfo se extiende en la calidad resultante de un buen trabajo. Garantiza, por ejemplo, que todos los vinos que se elaboran en Bodegas Vegalfaro son secos (menos de 2 g por litro de azúcar residual). Eso es calidad.
El embotellado en esta sección se hace manualmente. Nos explicó cómo se elabora el cava, el degüelle y nos dio algunos consejos. Os dejamos uno: el cava se debe consumir en las fechas posteriores inmediatamente más próximas a su degüelle. Es por ese motivo que muchas veces hasta que no tienen la seguridad de la venta de varias cajas de cava, no le hacen este último paso. Así, se aseguran que el cava sale en perfecto estado de la finca hacia la mesa del consumidor.
Luego, pasamos por fin a catar. Y por supuesto, descubrimos un mundo nuevo: etiquetado, forma de la botella, el corcho, el nombre… Y tras abrir la botella, adivinar el aroma, saborear el tipo de uva, conocer la personalidad del vino, paladear matices de hierbas y frutos… Una experiencia fantástica!
Pero este tema te lo dejamos a ti, esperando que te acerques y lo compruebes por ti mismo. Vale la pena. Te llevarás contigo más de una botella… O no?
Gracias, Rodolfo, por tu implicación en dar a conocer el mundo del vino.